Diferencia entre revisiones de «7 de julio/XVI»

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|título=[[7 de Julio]] : 16
|autor=[[Benito Pérez Galdós]]
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<p>Desde el aciego d&iacute;a 30, c&eacute;lebre por la formaci&oacute;n, la clausura de las Cortes, los alborotos, los contrarios vivas y el asesinato de Land&aacute;buru, en la humilde casa de la calle de las Veneras no hubo un instante de sosiego. Ambos departamentos, el de Naranjo y el de Gil de la Cuadra fueron teatro de sentimentales escenas, ora de desconsuelo y angustia, ora de mortal duda y temor. El buen Naranjo, que no era hombre de grandes h&iacute;gados, no daba dos cuartos por su existencia, seg&uacute;n estaba de medroso y aterrado. Transcurr&iacute;an las horas en expectaci&oacute;n dolorosa, y como el terrible conflicto pol&iacute;tico no se resolv&iacute;a, Naranjo no pod&iacute;a yantar sobre manteles, ni dar lecci&oacute;n a los muchachos. Bajaba s&iacute; a la clase, puntual como un reloj; pero no tomaba las lecciones, ni reprend&iacute;a a los chicos, y la palmeta se cubr&iacute;a de polvo en un rinc&oacute;n de la mesa. El preceptor absolutista no pod&iacute;a apartar el pensamiento de la tremenda imagen negra de su responsabilidad y castigo, si por acaso las brillantes esperanzas de don V&iacute;ctor S&aacute;ez y del conde de Moy no ten&iacute;an realizaci&oacute;n cumplida. Y s&iacute;ntomas hab&iacute;a &iexcl;cielos! de que no la tuviesen.</p>