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{{encabezado2|[[La Andriana]]<br>-<br>Prólogo de Víctor Fernández Llera|Publio Terencio Africano}}
 
 
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Pocas noticias, y éstas incompletas, cuando no contradictorias, tenemos de la vida de Terencio. Que nació en Cartago al fin de la segunda guerra púnica, y fue en Roma siervo del senador Terencio Lucano, quien, prendado de su ingenio, le educó en las artes liberales y le manumitió por fin, dándole a par el nombre con que le conocemos; que le distinguieron con su amistad y trato familiar varones tan ilustres como Cayo Lelio y Escipión; que después de haber hecho representar en Roma algunas comedias, partiose a Grecia, con objeto de dominar más fácilmente las disciplinas y artes griegas, y al volver a Roma, antes de comenzada la tercera guerra púnica, fue víctima de un naufragio en que pereció juntamente con un centenar de comedias que había traducido de Menandro: tales son, en sustancia, los datos de más bulto que registran las biografías de Terencio, a partir de la que escribiera Suetonio, erróneamente atribuida a Elio Donato. Y sobre ser escasas las noticias, todavía son motivo de controversia. Así, el pretendido, cautiverio niégalo Fenestela1, y con buenas razones, pues si, como observa este escritor, Terencio nació terminada la segunda guerra púnica y murió antes de comenzarse la tercera, ¿quién pudo hacerle prisionero? Sólo cabe pensar en los Númidas o en los Getas. Y entonces, ¿cómo vino Terencio a poder de un general romano, si es sabido que entre Romanos y Africanos ningún trato existía antes de la destrucción de Cartago? No falta quien ha creído salvar esta dificultad imaginando que cayó en manos de los piratas y que éstos le vendieron a algún mercader de esclavos, de quien le recibió el senador Terencio. Pero los reparos de Fenestela tienen eco en la crítica, y un escritor moderno, Salvator Betti, en su disertación In C. Suetonii Tranquilli vitam Terentii sostiene que este poeta ni fue de África ni siervo. Afer, dice Betii, es un cognomen (sobrenombre), y no un derivativo de patria, y puede venir del color, como Albus, Rufus, Flavus, etc. Muchos se llamaron Afri en Roma, sin ser de África, como el cónsul Senecio Memmius Afer, que se menciona en una inscripción de Tívoli, el orador Domitius Afer, de quien nos habla Tácito, Elius Adrianus Afer y otros. Además, el praenomen Publius del poeta no pertenece al senador Terencio Lucano, pues no hay ningún senador que le llevara. Fuera de esto, ningún escritor antiguo llama esclavo a Terencio, antes del siglo IV. Que no era siervo infiérese también de su familiaridad con Lelio y Escipión, los cuales le trataban como a hombre ingenuo o libre. Y a ser cierto que el poeta tenía una hija y la desposó con un caballero romano, como afirma Suetonio, esta es la prueba concluyente de que Terencio fue ingenuo y no siervo de origen, porque el matrimonio entre ingenuos y libertos estaba a la sazón severamente prohibido. ¿Ni cómo se concibe que un africano llegase a dominar tan pronto (a los dieciocho años) la lengua griega y a escribir en latín con elegancia tal, que fue en su tiempo y después la admiración de los escritores de más nombre en Roma y fuera de ella? La amistad de Terencio con Cayo Lelio y Escipión también ha sido objeto de largas disputas en el campo de la crítica. Y, en fin (para dar de mano a puntos de menos importancia), las circunstancias que acompañaron a la muerte de Terencio y el lugar en que esta acaeció, refiérense de muy diverso modo. Ausonio le libra del naufragio, diciendo que sólo perecieron en él las traducciones de Menandro, y que Terencio murió a consecuencia del dolor que le produjera la pérdida de aquellos manuscritos.