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había, acordé de prevenir antes de ser prevenido, é hice llamar á algunos de los señores de la ciudad, diciendo que los queria hablar, y metílos en una sala; é en tanto fice que la gente de los nuestros estuviese apercibida, y que en soltando una escopeta, diesen en mucha cantidad de indios que habia junto á el aposento y muchos dentro en él. E así se hizo, que despues que tuve las señores dentro en aquella sala, dejélos atando y cabalgué, é hice soltar el escopeta, y dímosles tal mano, que en dos horas murieron más de tres mil hombres. Y porque vuestra majestad vea cuán apercibidos estaban, antes que yo saliese de nuestro aposentamiento tenian todas las calles tomadas y toda la gente á punto, aunque como los tomamos de sobresalto, fueron buenos de desbaratar, mayormente que les faltaban los caudillos porque los tenia ya presos; é hice poner fuego á algunas torres y casas fuertes, donde se defendian y nos ofendian. E así anduve por la ciudad peleando, dejando á buen recaudo el aposento, que era muy fuerte, bien cinco horas, hasta que eché toda la gente fuera de la ciudad por muchas partes della, porque me ayudaban bien cinco mil indios de Tascaltecal, y otros cuatrocientos de Cempoal. E vuelto al aposento, hablé con aquellos señores que tenia presos, y les pregunté qué era la causa que me querían matar á traición. E me respondieron que ellos no tenian la culpa, porque los de Culúa<ref>Esto es, los mexicanos.</ref>, que son
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había, acordó de prevenir antes de ser prevenido, é
hice llamar á algunos de los señores de la ciudad,
diciendo que los queria hablar y metidos en una
sala é en tanto fue que la gente de los nuestros
estuviese apercibida, y que en soltando una escopeta,
diesen en mucha cantidad de indios que había junto
á el aposento y muchos dentro en él. E así se hizo,
que después que tuve las señores dentro en aquella
sala, déjelos atando y cabalgué, é hice soltar el es-
copeta, y dímosles tal mano, que en dos horas moL
rieron más de tres mil hombres, Y porque vuestra
majestad vea cuán apercibidos estaban, antes que
yo saliese de nuestro aposentamiento tenían todas
las calles tomadas y toda la gente apunto, aunque
como los tomamos de sobresalto, fueron buenos de
desbaratar, mayormente que les faltaba los candi-
llos porque los tenía ya presos; é hice poner fuego
á algunas torres y casas fuertes, donde se defendían
y nos ofendían. E así anduve por la ciudad pelean-
do, dejando á buen recaudo el aposento, que era
muy fuerte, bien cinco horas, na&ta que eché toda
la gente fuera de la ciudad por muchas partes della,
porque me ayudaban bien cinco mil indios de Tas-
caltcal, y otros cuatrocientos de Cempoal. E vuel-
to al aposento, hablé con aquellos señores que tenía
presos, y les pregunté qué era la causa que me que-
rían matar á traición, E me respondieron que ellos
no teman la culpa, porque los de Culúa (1), que son

(1) Esto es, los mexicanos.