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EL PREJUICIO SEXUAL Y EL PROFESORADO

Todo sentimiento, toda idea religiosa es buena — eleva la espiral ascendente de la vida — cuando expande la con ciencia de la fuerza individual; cuando facilita la comunión de la energía interna con la energía externa; cuando eleva, cuando exalta la personalidad haciéndola más digna ante ella misma; cuando guía hacia ese amor que nos procura el sentimiento mas elevado de potencia; cuando acrecienta la confianza en nosotros mismos; cuando, al individualizarnos cada vez más, nos hace más y más universales; cuando despierta y aviva· el orgullo de vivir dignamente la vida; el orgullo de castigarnos y de recompensarnos a nosotros mismos por la sola aprobación ó reprobación interna; el orgullo de sentirnos causa activa en busca del ideal individual, social ó cósmico — ahora que es moda el hacer gala de profesar esa reviviscencia del fatalismo encarnada en el incompleto determinismo actual.

Se acrecentará, así, la admiración del cosmos ante la potencia infinita en él desplegada, núcleo de la religiosidad.

Establecí, por oposición, que todo sentimiento, toda idea religiosa que marca un descenso en la espiral de la vida, deprimiendo la personalidad; incitando á desconfiar de nuestras propias fuerzas; señalando como finalidad de la vida humana un mas allá de la vida misma; deslumbrando con ilusiones; deformando hasta el absurdo lo natural al engendrar y alimentar prejuicios; y, sobre todo, colocando el centro de gravedad psíquica, la voluntad de potencia, fuera del hombre mismo, haciéndole vislumbrar una posible intervención divina ocasional, no es más que una alteración morbosa de la personalidad.

Toda religión, en sus comienzos, es la síntesis de necesidades, de aspiraciones que la ciencia aun no ha llegado á satisfacer.

Así empiezan por ser el patrimonio de esa gran consoladora de la vida, de la imaginación, que todo lo animó, que todo lo personificó, hasta que la reflexión, la comparación y la generalización abstrayeron al hombre del mundo y de los mitos.