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EL PREJUICIO SEXUAL Y EL PROFESORADO

y nuestra ropa de la lluvia y del viento glacial, inculcándonos, de paso, ideas de economía y de cómoda elegancia.

Nos hacia gustar como un premio las horas de gimnasia y de recreo. Cuánto juego se inventó, desde la rayuela hasta el foot-ball, croquet, law-tennis, pelota, cuatro esquinas, saltar a la cuerda, correr à la mancha, el baile, todo nos lo enseñaba ó lo aprendía jugando con nosotras en ese hermoso jardín que sus alumnas grandecitas, las selectas, cuidaban siguiendo un curso de jardinería que Miss Mary, en su amor por las plantas, hacía desear como un premio.

Los sábados, en alegre bandada, íbamos con ella y con nuestros profesores al bosque á correr, á jugar, á sestear sobre el pasto, á herborizar, á conocernos, á amarnos mutuamente.

Hacíamos comiditas deliciosas aprovechando lo preparado por nosotras mismas en la clase de Economia Doméstica del viernes á la tarde. Los dias de fiesta, cuando el tiempo favorecía, íbamos al puerto, á la Ensenada, á la Isla de Santiago. El sub-prefecto de entonces— un Sarmiento y basta— ponía á nuestra disposicion buquecitos, nos obsequiaba con espléndido lunch, hasta nos acompañaba á veces.

Lo que allí disfrutábamos correteando, enterrándonos en la arena, «descubriendo la isla», internándonos río adentro en la playa baja, los pies descalzos, el cabello en desorden, las manos en visera protegiendo los ojos deslumbrados por el reflejo del sol poniente!

¿Olvidaré jamas esos diez días pasados con Miss Mary y sus alumnas mayores en las sierras del Tandil? ¡Qué no hicimos! Alpinismo, carreras, marchas forzadas, inspección escolar, lecciones modelos, todo realzado por bailes con que la hospitalaria sociedad del Tandil nos obsequió.

Así como «la maestra» formaba el físico del alumno, forjaba el carácter, dura y enérgicamente si era necesario: Exigía más, siempre más: Inflexible ante la falsedad, ante la cobardía, ante la pequeñez; llena de amor religioso