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ANTÓN P. CHEJOV

236 ANTON P. CHEJOV - Completamente! -¡Si yo mismo lo sé! El general tiene perros de va- lor, perros de raza, y éste no significa nada..., carece de aspecto y de cualidades..., una porqueria! Hay que ser muy idiota para poseer animales como éstos. ¡Hace falta ser bruto! Si en Petersburgo o Moscov encontra- ran perro semejante, no andarian con contemplaciones, Lo matarian sin tardanza. Y tú, Hrinkin, que eres la victima, no dejes las cosas así... ¡Lo verán! Es tiempo... -Y tal vez es del general-sigue pensando en alta voz el municipal. No lo lleva escrito en el hocico... El otro día, en su jardin, vi uno como éste... - Naturalmente que es del general-confirma la voz del gentio. -Hum...; trae mi abrigo, amigo Andirin..., hay vien- to...; siento como escalofrios... Llevarás el perro a la casa del general... Diras que yo lo encontré y se lo mando... Aconsejarás que no lo dejen salir a la calle. Puede ser animal de precio, y si cada imbécil le metie- ra cigarros en la nariz, pudiera desgraciarse... ¡Los pe- rros son delicados! ¡Y tú, bruto, baja tu mano! ¡No tie- nes nada que mostrar en tu dedo! Tú solo tienes la culpa...! -Aqui viene el cocinero del general... Podemos in- terrogarle... ¡Protor, oye, amigo! Ven por aquí, mira este perro... es de ustedes? -Quién te lo dijo? No tenemos semejantes animales. -No continues-interrumpe Ochumelo Es va- gabundo! ¡Estamos perdiendo el tiempo! ¡Ya dije yo que es vagabundo, y así es...! ¡Matadlo inmediata- mente...!