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LA VÍSPERA DEL JUICIO

EL CAMALEON 235 perro anduviera errante. ¡Yo sabré arreglarlo! Andirin - añade volviéndose hacia el municipal-, averigua de quién es el perro. Habrá que matarlo inmediatamente! Este perro debe de estar rabioso... «Me oyes? De quién es el perro...? -Creo que es del general Gigalof-replica una voz. -- Del general! Hum... Andirin, ayúdame a quitarme el abrigo... ¡Qué calor! ¡Habrá tormenta...! No com- prendo. ¿Cómo este cuadrúpedo ha podido morder- te? Ni siquiera puede alcanzar a la altura del dedo. ¡Es chiquito y tú eres un hombretón! Te habrás arañado el dedo tú mismo con un clavo, y luego echas la culpa al perro. ¡Te conozco... Sois una gentecilla...! ¡Os conozco, demonios...! -Es que, para divertirse él, puso un cigarrillo en- cendido en el hocico del perro, el cual incurrió en la seconde cólera de pegarle un mordisco... Este hombre es un pendón. ¡Quitate de nuestra presencia! -Mientes, tueste! ¿No lo viste por tus propios ojosi En tal caso, a qué mentir? Vuecencia es un hombre de entendimiento y dilucidará quién es el embustero y quién dice la verdad, como si la dijera ante Dios... Y si le parece que soy un farsante, vamos al Tribunal. Las leyes lo dicen: «Ahora todos son iguales... Ade- más, si queréis saberlo, tengo un hermano que es gen- darme... --Cállate! -No; este perro no es del general-dice con aire convencido el municipal --. Los del general son dife- rentes..., todos los suyos son de caza... -¿Estás cierto? Bolote la