Diferencia entre revisiones de «Sobre el mitin de Andoaín: Interpelación del Sr. Salaberry»

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{{brecha}}S. S. tuvo entonces la bondad de oir mi ruego, habló por telégrafo con el gobernador de San Sebastián, y éste, después de llamar al alcalde, negó permiso para que el mitin se celebrara allí, pretextando que á los bizkaitarras y nacionalistas se les había negado en otra ocasión. El Sr. La Cierva sabe bien que yo, al considerar la situación en que la contestación antes dicha dejaba al Gobierno, acepté su solución en nombre de esta minoría, a la que sin ser injustos no podéis negar el título de ser genuinamente española, por más que no me agradara que para el Poder ejecutivo tuviera las mismas consideraciones que los enemigos de España. S. S. me indicó que si no en el frontón, podría celebrarse en cualquier otro sitio público, y en eso quedamos de acuerdo.<br><br>
{{brecha}}En estas condiciones, y agradeciéndole yo mucho á S. S. la bondad соn que habia procedido para conmigo, me marchó a Andoaín. Llegué allí, y la primera noticia que me dieron fué que el alcalde parecía poco propicio á tolerar la celebración del mitin, pues afirmaba no tener el menor aviso del mismo, no obstante habérselo participado oficialmente mis amigos, no obstante haber reconcentradas fuerzas de la Guardia civil, haber llegado un delegado del gobernador para presidir el acto y haber sido llamado el mismo alcalde á San Sebastián para decirle que concediera permiso para que el mitin se celebrara en determinado local, con tal de que fuese cerrado, y no cubierto, como luego tentando nuestra paciencia interpretaba el alcalde. Gracias á la prudencia de la Guardia civil y del delegado del gobernador el mitin se celebró.<br><br>
{{brecha}}Pasamos en silencio por el calvario de no tolerar que un pueblo donde la mayoría de los votos fueron míos (contar con la forma como se consiguen los votos en las provincias Vascongadas, y por eso tiene verdadera importancia este debate, porque las ideas que arraigan en el corazón vasco son abrazadas, aunque sean erróneas, con sinceridad y entusiasmo); pasemos porque en un pueblo así, repito, que es eminentemente carlista, hubiera gran peligro en que la música ludierapudiera tocar al aparecer la bandera, que lo mismo es vuestra que nuestra, la Marcha Real. Al alcalde no le agradó, y cumpliendo órdenes superiores, según me indicaba, no toleró siquiera que en el local donde se celebraba el mitin —que era un prado de un correligionario nuestro— pudiera oirse la música.<br><br>
{{Bloque centro|{{grande|'''''Los gritos contra España.'''''}}}}<br>
{{brecha}}Los gritos contra España. Pasamos por esto, como digo, comprendiendo que estaban en su derecho, y que, por lo tanto, aunque la ley era dura, era ley; pero no pude pasar entonces sin protesta y hoy sin censura que la misma autoridad que con tanto celo velara por que nuestros vítores á la Patria no ofendieran los castos oídos nacionalistas, dejaba pasar por entre nosotros cinco coches cargados de bizkaitarras. Entonces los carlistas, acordándose de la santa bandera que defienden, saltaron la cerca que rodeaba el sitio donde el mitin se celebraba, y al grito de ¡Viva España!, conmigo á la cabeza—no tengo inconveniente en decirlo en el Parlamento,— echaron á correr detrás de aquellos coches de donde partía un grito completamente opuesto á nuestros entusiasmos: el grito sacrílego é infame de ¡Muera España!<br><br>