Diferencia entre revisiones de «Contra pereza diligencia»

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Etiqueta: Reversión
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No te aflijas, filigranita de oro, que para ti tengo todo un almacén de cuentos. Allá va uno, y que te aproveche como si fuera leche.
 
Esta era una viejecita que se llamaba doña Quirina, y que cuando yo era niño, viviaen los tiempos de Gamarra y Santa Cruz, vivía pared por cercamedio de mi casa. Habitaba la dicha un cuartito que por lo limpio parecía una tacita de porcelana. yAllí enno esehabía cuarto,perro loni michimorrongo que sobrecometieran todoinconveniencias atraiapara misla miradasvista infantilesy era una herradura deel hierroolfato.
 
Sobre una cómoda de cedro charolado y bajo urna de cristal veíase el pesebre de Belén con su San José, el de las azucenas, la Virgen y el Niño, el buey, la estrella y demás accesorios, artístico trabajo de afamado escultor quiteño.
 
¡Cosa mona el Misterio! Alumbrábalo noche y día una mariposilla de aceite, colocada en medio de dos vasos con flores, que doña Quirina cuidaba de renovar un día sí y otro también.
 
Pero lo que sobre todo atraía mis miradas infantiles, era una tosca herradura de fierro tachonada con lentejuelas de oro, que en el fondo de la urna se destacaba como sirviendo de nimbo a un angelito mofletudo.
 
Doña Quirina era supersticiosa. No creía, ciertamente, que llevar consigo un pedacito de cuerda de ahorcado trae felicidad; pero tenía por artículo de fe que en casa donde se conserva con veneración una herradura mular o caballar no penetra la peste, ni falta pan, ni se aposenta la desventura.