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{{brecha}}¿Quién romperá los brazos con que se aferra á su cuello, como diciendo: «no me abandonéis, hermanas de mi alma»? ¡oh divino poder! húndense, rotos de risco en risco, y sólo queda en las aguas un escarceo que mengua, mengua y muere.
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¿Quién romperá los brazos con que se aferra á su cuello, como diciendo: «no me abandonéis, hermanas de mi alma»? ¡oh divino poder! húndense, rotos de risco en risco, y sólo queda en las aguas un escarceo que mengua, mengua y muere. |
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{{brecha}}Envaina entonces el Genio su abismadora espada. Cómo dió el terrible golpe mi labio á decir no acierta; contarlo podría sólo su voz retronadora, que el mundo no oirá de nuevo hasta su acabamiento. |
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Envaina entonces el Genio su abismadora espada. Cómo dió el terrible golpe mi labio á decir no acierta; contarlo podría sólo su voz retronadora, que el mundo no oirá de nuevo hasta su acabamiento. |
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{{brecha}}Mas hé aquí desuncida ya el África de la Europa, mientras entre ambas un mar mayor se sobrepone á los mares, y desgajada y bipartida la tierra, desfoga por nuevos volcanes las llamas de su seno. |
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Mas hé aquí desuncida ya el África de la Europa, mientras entre ambas un mar mayor se sobrepone á los mares, y desgajada y bipartida la tierra, desfoga por nuevos volcanes las llamas de su seno. |
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{{brecha}}Cuando el hortelano ve correr el agua por el surco que ha abierto, detiénese reclinado en el mango de la azada; asi el Ángel espera que se allane el más alto cerro, y, ofreciéndole la luna argentado estribo, remóntase á los cielos. |
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{{brecha}}Desde allí, con pesadumbre, vuélvese centelleador hacia los restantes continentes,—á más ver,—diciéndoles;—cuando torne, de llamas serán los mares que os recubran: temed á Dios, que se acerca el día del juicio tremendo.—<br><br> |
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Cuando el hortelano ve correr el agua por el surco que ha abierto, detiénese reclinado en el mango de la azada; asi el Ángel espera que se allane el más alto cerro, y, ofreciéndole la luna argentado estribo, remóntase á los cielos. |
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Desde allí, con pesadumbre, vuélvese centelleador hacia los restantes continentes,—á más ver,—diciéndoles;—cuando torne, de llamas serán los mares que os recubran: temed á Dios, que se acerca el día del juicio tremendo.—<br><br> |
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