Diferencia entre revisiones de «Página:Carlo Lanza - Eduardo Gutierrez.pdf/38»

(Sin diferencias)

Revisión del 16:31 21 ene 2020

Esta página ha sido corregida
— 38 —

conocer admirablemente la gente con que habia de maniobrar y explotar.

—Pero ¿aquí no hay bancos que giren? preguntaba asombrado de que en un país tan rico no hubiera bancos de giros.

—Sí hay bancos, respondia Caraccio, pero estas casas son mas cómodas y familiares.

No se necesita tanta formalidad, y luego que ningun banco quiere encargarse de escribir una carta á la mujer y á los hijos.

Entre tanto hay casas de crédito como la de Caprile y Picasso, donde se encargan de todo, sin el menor trabajo para el cliente.

Casi todos los compatriotas prefieren depositar su dinero aquí, que llevarlo al Banco, porqué ademas de las comodidades que he mencionado, hay la ventaja de que se paga mayor interés.

Y como toda esta es gente de trabajo que no piensa mas que en sacar el mayor provecho á trabajo y dinero, tiene el suyo aquí con preferencia á cualquier banco.

Carlo Lanza quedó deslumbrado ante tan fabuloso negocio.

Habia tropezado precisamente con lo que buscaba.

Conocido el negocio, no faltaba mas que conocer los clientes y ponerse en situacion de plantearlo.

Pero esto no podia ser sinó obra del tiempo y del conocimiento de las personas y del país.

Aquel primer paseo que llamaremos paseo sério, duró hasta el entrar de la noche, hora en que regresáron á comer, pero no al hotel Marítimo, sinó á una guarida de gente alegre que conocia Caraccio.

Esta guarida era el famoso café de la Cruz de Malta, sitio de reunion de aquella célebre sociedad de la Maledicenza, compuesta de gente alegre y jóven, perteneciente al comercio, á las bellas artes y á las letras.

A la hora que llegáron Caraccio y Lanza, estaba el cenáculo en plena y formidable reunion.

El pintor escenógrafo Ferrari, aquel gran diablo de tanto talento, tenia la palabra, sosteniendo con un elocuente discurso que los curas no eran tales ministros de Dios, porqué Dios no los habia nombrado ni les pagaba sueldo.

Luego, que todos eran ministros en el mismo ramo, lo que probaba que en los ministerios celestes habia mas ministros que asuntos y que todos los asuntos se referian á una sola cartera.

Los oyentes aplaudian de una manera espantable el discurso de Ferrari, pues en el colmo del entusiasmo habia tratado de simple Federico á monseñor Aneiros.

Caraccio se detuvo en la puerta por no interrumpir el discurso de Ferrari y solo cuando este gran travieso dejó de hablar, entró y presentó á la reunion á su protegido Carlo Lanza, de quien se decia padrino.

Bastaba que fuera presentado por Caraccio para que Lanza fuera recibido con todos los honores requeridos.