Diferencia entre revisiones de «Historia del mercader y el efrit»

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{{encabezado2|[[Las mil y una noches]] <br> Cuento del segundotercer jeique|Anónimo}}
 
 
 
<div class=Parrafo>¡Oh sultán, jefe de los efrits! Esta mula que ves aquí era mi esposa. Una vez salí de viaje y estuve ausente todo un año. Terminados mis negocios, volví de noche, y al entrar en el cuarto de mi mujer, la encontré acostada sobre los tapices de la cama con un esclavo negro. Estaban conversando y se besaban haciéndose zalamerías, riendo y excitándose con juegos. Al verme, ella se levantó súbitamente y se abalanzó a mí con una vasija de agua en la mano; murmuró algunas palabras luego, y me dijo arrojándome el agua: "¡Sal de tu propia forma y reviste la de un perro!" Inmediatamente me convertí en perro, y mi esposa me echó de casa. Anduve vagando hasta llegar a una carnicería, donde me puse a roer huesos. Al verme el carnicero, me cogió y me llevó con él.
<div class=Parrafo>Sabe, ¡oh señor de los reyes de los efrits! que estos dos perros son mis hermanos mayores y yo soy el tercero. Al morir nuestro padre nos dejó en herencia tres mil dinares.
 
Apenas penetramos en el cuarto de su hija, ésta se cubrió con el velo y recriminó a su padre: "¿Te parece bien lo que has hecho? Traes a un hombre y lo entras en mi habitación". Y repuso el padre: "¿Pero dónde está ese hombre?" Ella contestó: "Ese perro es un hombre. Lo ha encantado una mujer; pero yo soy capaz de desencantarlo".
Yo, con mi parte, abrí una tienda y me puse a vender y comprar. Uno de mis hermanos, comerciante también, se dedicó a viajar con las caravanas, y estuvo ausente un año. Cuando regresó no le quedaba nada de su herencia. Entonces le dije: "¡Oh hermano mío! ¿no te había aconsejado que no viajaras?"
 
Y su padre le dijo: "¡Por Alah sobre ti! Devuélvele su forma, hija mía". Ella cogió una vasija con agua, y después de murmurar un conjuro, me echó unas gotas y dijo: "¡Sal de esa forma y recobra la primitiva!" Entonces volví a mi forma humana, besé la mano de la joven, y le dije: "Quisiera que encantases a mi mujer como ella me encantó". Me dió entonces un frasco con agua, y me dijo: "Si encuentras dormida a tu mujer, rocíale con esta agua y se convertirá en lo que quieras". Efectivamente, la encontré dormida, le eché el agua, y dije: "¡Sal de esa forma y toma la de una mula!" Y al instante se transformó en una mula, y es la misma que aquí ves, sultán de reyes de los efrits".
Y echándose a llorar, me contestó: "Hermano, Alah, que es grande y poderoso, lo dispuso así. No pueden serme de provecho ya tus palabras, puesto que nada tengo ahora".
 
El efrit se volvió entonces hacia la mula, y le dijo: "¿Es verdad todo eso?" Y la mula movió la cabeza como afirmando: "Sí, sí; todo es verdad".
Le llevé conmigo a la tienda, lo acompañé luego al hammam <ref>baño público</ref> y le regalé un magnífico traje de la mejor clase. Después nos sentamos a comer, y le dije: "Hermano, voy a hacer la cuenta de lo que produce mi tienda en un año, sin tocar al capital, y nos partiremos las ganancias". Y, efectivamente, hice la cuenta, y hallé un beneficio anual de mil dinares. Entonces di gracias a Alah, que es poderoso y grande, y dividí la ganancia luego entre mi hermano y yo. Y así vivimos juntos días y días.
 
Esta historia consiguió satisfacer al efrit, que, lleno de emoción y de placer, hizo gracia al anciano del último tercio de la sangre.
Pero de nuevo mis hermanos desearon marcharse y pretendían que yo les acompañase. No acepté, y les dije: "¿Qué habéis ganado con viajar, para que así pueda yo tentarme de imitaros?" Entonces empezaron a dirigirme reconvenciones, pero sin ningún fruto, pues no les hice caso, y seguimos comerciando en nuestras tiendas otro año. Otra vez volvieron a proponerme el viaje, oponiéndome yo también, y así pasaron seis años más. Al fin acabaron por convencerme, y les dije: "Hermanos, contemos el dinero que tenemos". Contamos, y dimos con un total de seis mil dinares. Entonces les dije: "Enterremos la mitad para poder utilizar si nos ocurriese una desgracia, y tomemos mil dinares cada uno para comerciar al por menor". Y contestaron: "¡Alah favorezca la idea!" Cogí el dinero y lo dividí en dos partes iguales; enterré tres mil dinares y los otros tres mil los repartí juiciosamente entre nosotros tres. Después compramos varias mercaderías, fletamos un barco, llevamos a él todos nuestros efectos, y partimos.
 
En aquel momento Schehrazada vió aparecer la mañana, y discretamente dejó de hablar, sin aprovecharse más del permiso. Entonces su hermana Doniazada dijo: "¡Ah, hermana mía! ¡Cuán dulces, cuán amables y cuán deliciosas son en su frescura tus palabras!" Y Schehrazada contestó: "Nada es eso comparado con lo que te contaré la noche próxima, si vivo aún y el rey quiere conservarme". Y el rey se dijo: "¡Por Alah! no la mataré hasta que le haya oído la continuación de su relato, que es asombroso".
Duró un mes entero el viaje, y llegamos a una ciudad, donde vendimos las mercancías con una ganancia de diez dinares por dinar. Luego abandonamos la plaza.
 
Después el rey y Schehrazada pasaron enlazados la noche hasta por la mañana. Entonces el rey marchó a la sala de justicia.
Al llegar a orillas del mar encontramos a una mujer pobremente vestida, con ropas viejas y raídas. Se me acercó, me besó la mano, y me dijo: "Señor, ¿me puedes socorrer? ¿Quieres favorecerme? Yo, en cambio, sabré agradecer tus bondades". Y le dije: "Te socorreré; mas no te creas obligada a la gratitud". Y ella me respondió: "Señor, entonces cásate conmigo, llévame a tu país y te consagraré mi alma. Favoréceme, que yo soy de las que saben el valor de un beneficio. No te avergüences de mi humilde condición". Al oír estas palabras, sentí piedad hacia ella, pues nada hay que no se haga mediante la voluntad de Alah, que es grande y poderoso. Me la llevé, la vestí con ricos trajes, hice tender magníficas alfombras en el barco para ella y le dispensé una hospitalaria acogida llena de cordialidad.
 
Entraron el visir y los oficiales y se llenó el diwán de gente. Y el rey juzgó, nombró, destituyó, despachó sus asuntos y dió órdenes hasta el fin del día. Luego se levantó el diwán y el rey volvió a palacio.
Después zarpamos.
 
Mi corazón llegó a amarla con un gran amor, y no la abandoné de día ni de noche. Y como de los tres hermanos era yo el único que podía gozarla, estos hermanos míos sintieron celos, además de envidiarme por mis riquezas y por la calidad de mis mercaderías. Dirigían ávidas miradas sobre cuanto poseía yo, y se concertaron para matarme y repartirse mi dinero, porque el Cheitan <ref>representación de Satanás, el maligno </ref> sin duda les hizo ver su mala acción con los más bellos colores.
 
Un día, cuando estaba yo durmiendo con mi esposa, llegaron hasta nosotros y nos cogieron, echándonos al mar. Mi esposa se despertó en el agua, y de súbito cambió de forma, convirtiéndose en efrita <ref>Femenino de efrit</ref>. Me tomó sobre sus hombros y me depositó sobre una isla. Después desapareció durante toda la noche, regresando al amanecer, y me dijo: "¿No reconoces a tu esposa?" Te he salvado de la muerte con ayuda del Altísimo. Porque has de saber que soy una efrita. Y desde el instante en que te vi, te amó mi corazón, simplemente porque Alah lo ha querido, y yo soy una creyente en Alah y en su Profeta, al cual Alah bendiga y preserve. Cuando yo me he acercado a ti en la pobre condición en que me hallaba, tú te aviniste de todos modos a casarte conmigo. Y yo, en justa gratitud, he impedido que perezcas ahogado. En cuanto a tus hermanos, siento el mayor furor contra ellos y es preciso que los mate".
 
Asombrado de sus palabras, le di las gracias por su acción, y le dije: "No puedo consentir la pérdida de mis hermanos".
 
Luego le conté todo lo ocurrido con ellos, desde el principio hasta el fin, y me dijo entonces: "Esta noche volaré hacia la nave que los conduce, y la haré zozobrar para que sucumban". Yo repliqué: "¡Por Alah sobre ti! No hagas eso, recuerda que el Maestro de los Proverbios dice:"¡Oh tú, compasivo del delincuente! Piensa que para el criminal es bastante castigo su mismo crimen", y además considera que son mis hermanos". Pero ella insistió: "Tengo que matarlos sin remedio". Y en vano imploré su indulgencia. Después se echó a volar llevándome en sus hombros y me dejó en la azotea de mi casa.
 
Abrí entonces las puertas y saqué los tres mil dinares del escondrijo. Luego abrí mi tienda, y después de hacer las visitas necesarias y los saludos de costumbre, compré nuevos géneros.
 
Llegada la noche, cerré la tienda, y al entrar en mis habitaciones encontré estos dos lebreles que estaban atados en un rincón. Al verme se levantaron, rompieron a llorar y se agarraron a mis ropas. Entonces acudió mi mujer y me dijo: "Son tus hermanos". Y yo le dije: "¿Quién los ha puesto en esta forma?" Y ella contestó: "Yo misma. He rogado a mi hermana, más versada que yo en artes de encantamiento, que los pusiera en ese estado. Diez años permanecerán así".
 
Por eso, ¡oh efrit poderoso! me ves aquí, pues voy en busca de mi cuñada, a la que deseo suplicar los desencante, porque van ya transcurridos los diez años. Al llegar me encontré con este buen hombre, y cuando supe su aventura, no quise marcharme hasta averiguar lo que sobreviniese entre tú y él. Y este es mi cuento".
 
El efrit dijo: "Es realmente un cuento asombroso, por lo que te concedo otro tercio de la sangre destinada a rescatar el crimen".
 
Entonces se adelantó el tercer jeique, dueño de la mula, y dijo al efrit: "Te contaré una historia más maravillosa que las de estos dos. Y tú me recompensarás con el resto de la sangre".
 
El efrit contestó: "Que así sea".
Y el tercer jeique dijo:
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=== Notas ===
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