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Âctu PU Pp. XI 209 pertenece, el preparar a los católicos para hacer recto uso de sus derechos, y defenderlos c o n todos los medios legítimos, según lo exige el bien c o m ú n ; o 5 El Clero y la A c c i ó n Católica, estando, por su misión de paz y de amor, consagrados a unir a todos los hombres « in vinculo pacis» (Ephes., 4, 3 ) , deben contribuir a la prosperidad de la Nación, principalmente fomentando la unión de los ciudadanos y de las clases sociales, y colaborando a todas aquellas iniciativas sociales que no se opongan al d o g m a o a las leyes de la moral cristiana. P o r lo demás, la actividad cívica de los católicos mejicanos, desarrollada c o n un espíritu noble y levantado, obtendrá resultados tanto más eficaces, cuanto en mayor grado posean los católicos aquella visión sobrenatural de la vida, aquella educación religiosa y moral, y aquel celo ardiente p o r la dilatación del Reino de Nuestro Señor Jesucristo, que la A c c i ó n Católica se esfuerza en dar a sus miembros. Frente a una feliz coalición de conciencias que no están dispuestas a renunciar a la libertad que Cristo les reconquistó (Gal., 4, 31), ¿ q u é poder o fuerza humana podrá subyugarlas al pecado? ¿ Q u é peligros ni qué persecuciones podrán separar almas de ese temple, de la caridad de Cristo? ( R o m . , 8, 35). Esta recta formación del perfecto cristiano y ciudadano, cuyas buenas cualidades y acciones todas quedan ennoblecidas y sublimadas por el elemento sobrenatural, encierra en sí también, c o m o no podía menos de ser, el cumplimiento de los deberes cívicos y sociales. S. A g u s tín, encarándose c o n los enemigos de la Iglesia, les dirigía este desafío, que es un encomio de sus fieles, diciendo : « Dadme tales padres de familia, tales hijos, tales patrones, tales subditos, tales maridos, tales esposas, tales hombres de gobierno, tales ciudadanos, c o m o los que forma la doctrina cristiana; y si no podéis darlos, confesad que esta doctrina cristiana, si se cumple, es la salvación del Estado » (Epist., 138, c. 2 ) . Siendo esto así, un católico se guardará bien de descuidar por ejemplo el ejercicio del derecho de votar, cuando entran en juego el bien de la Iglesia o el de la Patria; ni habrá peligro de que los c a tólicos, para el ejercicio de las actividades cívicas y políticas, se organicen en grupos parciales, tal vez en pugna los unos contra los otros, o contrarios a las normas directivas de la autoridad eclesiástica : eso serviría para aumentar la confusión y desperdiciar energías con detrimento del desarrollo de la A c c i ó n Católica y de la misma causa que se quiere defender. Ya hemos indicado algunas actividades que, aunque no le son conAOTA, vol. IV, n. 5. — 10-4-937. 14