Escrito de las Juventudes Tradicionalistas de Vizcaya al ministro de Estado contra la oficialización de la bandera nacionalista vasca


 Las Juventudes Tradicionalistas del Señorío de Vizcaya, celosas guardadoras de las tradiciones de su país, consideran un deber exponer respetuosamente ante S. E. las razones que les asisten para rehusar el carácter oficial o semioficial que S. E. ha dado a la bandera nacionalista vasca, reconociendo en ella a una bandera regional. Por eso nos interesa hacer constar:

 Primero. Que la bandera nacionalista vasca no representa heráldicamente al país vasco.

 Segundo. Que nunca ha existido una bandera para todo el país.

 La bandera nacionalista vasca, bandera de partido, pese a quien pese, fue creada por el nacionalismo no hace aun ni tan siquiera cien años; mal puede representar, por lo tanto, la historia milenaria de un pueblo como el nuestro que no pierde su origen en la penumbra de los siglos. Aún fuera disculpable la fecha de su nacimiento teniendo en cuenta que el pabellón nacional de España no puede tampoco apuntarse una muy larga existencia, si se hubiera atendido en su formación a hacer de ella una enseña en la que cumpliendo la finalidad de todo emblema se hallara realmente representada la historia del país.

 La bandera nacionalista vasca, examinándola desde el punto en que debe ser estudiada, no representa heráldicamente al país vasco, pues ni el campo rojo de la bandera, ni la cruz blanca, ni el aspa de San Andrés tienen justificada su presencia en ella.

 A primera vista la bandera nacionalista es la representación del actual escudo de Navarra; la identidad del campo y la disposición de las cruces que nos recuerdan las de las cadenas que arrancara con su bizarría Sancho VII Sánchez el Fuerte, permiten creerlo así. Pero el nacionalismo no busca la justificación del emblema en esa época, sino en tiempo de Sancho III Garcés el Mayor, bajo cuyo cetro estuvieron reunidas las restantes provincias vascas a la corona de Navarra, aduciendo que en aquella época los guerreros vascos claveteaban sus escudos en esa forma, ya que no podían argüir que en aquel entonces fueran esas las armas de Navarra, que según figuras tan prestigiosas en el campo de la Heráldica y la Historia, como Altadill, Guerra, Zurita y Piferrer, y según puede verse en monedas de aquellos tiempos, consistían en una águila replegada con la leyenda «Benedictus Dominus Deus meus».

 Por lo que respecta a Navarra, el nacionalismo quiso representarla en la época en la que verificó la por él llamada unidad de los Estados vascos, y la representó con los galardones y trofeos que ganara cuando nada tenía que ver con el resto del país, concurriendo a la obra de la unidad española en las Navas de Tolosa.

 Las provincias de Álava y Guipúzcoa no sólo no aportan ningún tributo heráldico al que hoy se nos quiere dar por emblema del país, sino que una de ellas —Guipúzcoa— ve mermado su blasón, del que han sido arrancados los cañones que los guipuzcoanos ganaron en la batalla de Velate, y del que ha sido arrojado el antiquísimo monarca sentado sobre su trono, y con la espada desnuda constituye la garantía del respeto al fuero por el Jurado y conservado aun a trueque de tener que allanar las casas fuertes de los parientes mayores más levantiscos, como ocurrió con Enrique IV.

 Despojadas Álava y Guipúzcoa de representación de la bandera quiso representarse a Vizcaya teniendo presente el socorro prestado por don Diego López de Haro «Cabeza Brava» en la tom a de Baeza, el martes 30 de noviembre de 1227, fiesta de San Andrés, en cuya memoria muchos caballeros vizcaínos añadieron a sus armas el aspa de San Andrés. El nacionalismo, convertido en señor de horca y cuchillo de la heráldica y la historia del país, se lanzó a degüello sobre el blasón del señorío, suprimiendo no sólo los leones andantes de la orla, sino los lobos representativos de la victoria de Arrigorriaga, y sustituyendo aquellos por las aspas de sinople que hoy día ha sido traspasada a la bandera de Euzkadi.

 Al hablar de la bandera hemos de referirnos forzosamente a los escudos de armas, pues según apuntamos más arriba, las banderas que hoy día se izan son de creación reciente, que representan al igual que los escudos los hechos honrosos de un pueblo y no puede separarse en manera alguna de ellos, tanto si son de creación reciente, pues a ellos habrá de acudirse en su formación, como si son de antiguo, en los que la identificación es absoluta.

 Al tomarse el aspa de San Andrés del escudo de Vizcaya, se toma un atributo que no existe en el verdadero blasón señorial; dejemos que la primera autoridad del país en heráldica, don Juan Carlos de Guerra, nos explique en el Primer Congreso Internacional de heráldica y genealogía celebrado en Barcelona en 1929 la improcedencia de la institución de los leones de la orla por las ocho aspas, no sólo por la necesidad de diferenciar el escudo de Vizcaya «de los muchos blasones particulares orlados de aspas», sino porque «caso de proponerse el escudo, la exposición de méritos militares fueran muchos más los que de tierra y mar pudieran ostentar con tanta justicia como el de las aspas, y vale más prescindir enteramente de recordarlo que dejar pretéritos aquellos ante el que las aspas conmemoran.»

 Si hemos de fijarnos para reconstruir la bandera del país, como por fuerza debe hacerse, en el verdadero escudo de Vizcaya, ninguno puede con más justicia ser' llamado el verdadero que aquel que campea en la portada del libro de los Fueros del Señorío en la edición que en 1643 hizo «con licencia real, a costa del Señorío de Vizcaya», Pedro de Huidobro, impresor del Señorío, en la que no figuran para nada las aspas en cuestión.

 Por consiguiente, ¿de dónde ha salido el aspa verde de la bandera nacionalista?

 Desmenuzada la cuestión, sólo nos queda por examinar la cruz blanca de la bandera.

 No seremos nosotros los que pidamos la supresión de la cruz en el emblema de un país que, como el nuestro, es esencialmente católico, en el que siempre se confió en el juramento de lealtad a nuestros Fueros, prestados sobre la Cruz, por eso estimamos necesaria, caso de que algún día llegara a formarse una bandera que representara heráldicamente al País Vasco, que destacar en lugar preferente la Cruz, que tantas veces besaron los procuradores de nuestras Juntas como garantía de la honradez de su gestión.

 Sin embargo, si llegara ese caso, no habría de ser ciertamente la cruz blanca la que ondease en nuestra enseña, sino la cruz de gules, que es la que en realidad corresponde, tomándola, precisamente, del escudo del M. N. M. L. Señorío de Vizcaya.

 Con esto creemos que queda suficientemente demostrado que la bandera del partido nacionalista vasco no representa heráldicamente al país.

 Otro punto interesante que no puede ser abandonado es el de que nunca ha existido una sola enseña para todo el país, y para esto nos bastará con citar la tan traída y llevada declaración de la Sociedad de Estudios Vascos, que dice, entre otras cosas, así: «No existe un emblema o bandera que haya representado a todo el país vasco en su pasada historia». Por eso fundamenta su declaración la Sociedad de Estudios Vascos en el «uso ya generalizado de la actual bandera conocida como vasca».

 Si se ha generalizado o no el uso, es cosa que debe ser examinada con tiento, pues mucho dudamos de que en Álava y Navarra sea de uso esa bandera, y de que la exhibición de la misma en Vizcaya y Guipúzcoa «no puede significar idea alguna partidista», cuando los únicos que la empuñan entonaron en Zumárraga el canto de nuestras libertades forales en unión de los enemigos de la patria y del bienestar social.

 Las razones de la Sociedad de Estudios Vascos, lejos de ser contundentes, se limitan a afirmar algo que la mayoría del país se encarga en demostrar su inexactitud. Histórica y heráldicamente no aportan razón alguna, y, por lo tanto, no deben de ser tenidas en consideración, sino como una apreciación de esa Sociedad sobre el uso que se ha hecho de esa bandera.

 Si nunca ha existido una bandera para todo el país, esto no quiere decir que cada una de las provincias, señoríos o reinos que forman el País Vasco no haya usado de pendón o enseña propia en todos aquellos actos en que era necesario.

 La primera finalidad de toda bandera o enseña es la de servir de guía en la batalla a los guerreros o soldados de uno y otro bando, a los de una compañía, tercio o escuadrón de los de otros.

 Por eso, para fijar la bandera de un pueblo, nada mejor que fijarse en la enseña que llevara a la batalla.

 La historia nos muestra que siempre se llevaron a ellas los escudos de armas que señalara, mejor que ningún otro, el bando, casa, pueblo o nación que a ella concurriera; asi, en la crónica general de España, al narrar la batalla de las Navas de Tolosa, a la que concurrieron los vizcaínos con su señor don Diego López de Haro, «el Bueno», vemos como se confundieron los pendones de Madrid y Vizcaya cuando dice: «y aún aguardaba Sancho Fernández a la seña de Madrid, cuidando, que era el pendón de don Diego, por el oso, que traje, que semejaba a los lobos del pendón de don Diego».

 Es decir, que los vizcaínos concurrieron a la batalla de las Navas de Tolosa en 1212 con pendón propio, que luego fue tremolado con motivo de la jura de nuestros Fueros por Isabel la Católica, y en cuantos juramentos se han ido prestando al suceder los Señores de Vizcaya en el Señorío de nuestra tierra.

 Esa es la verdadera bandera del Señorío, la que en fondo carmesí ostenta, por un lado, el blasón de España, y por otro, el del Señorío, puesto que en ella se concreta toda la historia de Vizcaya, y bastaría para hacerla merecer a nuestros ojos el haber sido testigo durante siglos de las juras de Guernica. Y a mayor abundamiento, en el folio 282 vuelto del Regimiento del Señorío, 30 septiembre de 1596, dice así: «Otrosí atento que no se halla la bandera del Señorío, se ordenó y mandó que Ortuño de Alcíbar, síndico general del dicho Señorío, a costa dél haga una nueva buena con las armas reales de su majestad, por una parte, y por la otra con las del Señorío, y que ambas vayan bordadas y labradas con mucha curiosidad».

 Estas son las razones históricas que nos asisten, todas ellas incuestionables, puesto que la historia no se escribe al capricho de los hombres, sino como tesmiento de los hechos, ha reconocido sada, que reprueban como intrusa y partidista la bandera que el señor ministro de Estado, con total desconocimiento de los hechos ha reconocido semioficialmente por bandera del País Vasco.»


  LAS JUVENTUDES TRADICIONALISTAS DE VIZCAYA


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