Epitalamio a las felices bodas de Anfriso y Filis
Dedicatoria a Anfriso
editarEn sorda lira, con rozada cuerda, ¡oh tú, primero Adonis!, desde los castos brazos de tu esposa (Géminis, o lazada de luceros) lo que sabes, escucha, repetido; será gloria segunda de tu oído, un eco de tu afecto, aun mal formado; si está mal atinado mi devoción no pierda, pues acción es del alma generosa grave epopeya a genio soberano, en cuya heroica mano exceda dulce numerosa pluma a la que da el cristal, pira de espuma, pero aunque no la iguala mi instrumento, pues eres cortesano, escucha atento.
Epitalamio
editarHijo galán del sol, un joven bello (garzón de quien el Frigio está envidioso) que el cuerpo alienta de bizarras almas, de libre acción el ademán brioso, crespa guedeja laureó el semblante que artista el natural plegó el cabello, y luchando inconstante travesura en el aire se tropieza, adora una belleza dulcemente de amor herido el pecho, de suprema beldad ocasionado, no de villana estrella porfiado, que al mérito cedió noble derecho. Adora Anfriso desde edad temprana la florida mañana de Filis, que en los años juveniles los lustros de su edad fueron abriles, ninfa en Segura bella, más hermosa que aquella que en lecho de cristal parió la espuma. No abrasó a Troya más hermoso fuego; milagro es con disfraz, cielo humanado, con aires de mujer deidad mentida, imposible en lo humano su belleza por más divina menos admirada, y sólo competida de su talle, su garbo y de su aseo, del supremo poder privilegiada competencias la absuelve y rica de beldad vive segura, que se acabó con ella la hermosura. Oro el cabello que en prisión de plata trenzados resplandores la coronan, y lo demás, que hermoso se desata de crespos rayos la ignorada suma, margen de rasgos, perfiló la frente, de luces floreciente, y tiene en tantas que a la vista envía entre lazos de sol prendido el día. Dulce peligro con sabroso daño, aviso celestial, divino engaño, mayorazgos de luz en propia esfera, no con luces vulgares, tiene dos singulares a donde matan vidas satisfechas a rayos ojos y a pestañas flechas. En el purpúreo mar de sus mejillas un aislado jazmín hizo ribera, en provincias de Tiro, diferenciado imperio, hermosa paz en encendida guerra, tempestad de coral, que al hemisferio desprecia, la que en sol pinta de zafiro. Roja iluminación, concha de perlas cuantas su boca encierra, escuela del oriente y de la aurora, do vienen a aprenderlas y estudiadas aquí, las ríe el alba. Para que ensarte Flora y dijes de cristal las ferie al prado, y en hilo delicado con surcos soberanos, pautó el puzol la nieve de sus manos. Nunca más bien mandada al grito ha respondido y a las voces, ¡oh ciudadano espíritu del valle!, ¡oh alma desigual a cuerpo tanto!, ninfa del monte que organiza el seno, ni en sitio más ameno, con pasos más veloces, tierna siguió la flor enamorada su requiebro brillante, grande estrella del día y majestad dorada, que por espiras de oro o por briosa senda de diamante, los cimborrios azules rodeando, peregrino del cielo, santuarios de estrellas visitando con piadoso cuanto ardiente celo, obligación de luces les presenta, pues no menos atento parada elevación la bebe el alma Filis a Anfriso bello, a quien adora, ni menos enamora el joven su belleza, constante en su firmeza, y así en su amor entrambos confiados, sin que quieran mudarse, los amores se cambian para amarse, siempre de más amor desafiados; y aunque más fuerza cada cual repite no se vence su amor, mas se compite. Tal vez los ojos, elocuencia muda, y más cortés licencia que los labios, con docta erudición se explican sabios, ecos del corazón, dulce respuesta a donde su pasión se manifiesta, y a donde se averiguan los afectos y se leen al alma los conceptos. Mas porque el labio no le deba menos, ni las dichas envidie de los ojos, ladrones que usurparon los ajenos caudales de la boca, los que hurtaron despojos sin consentir en ello restituyen, y ejerciendo el oficio que la toca, acechándose una a otra fineza, sin acabar aquélla esotra empieza. Recuperando defraudados gustos del tiempo que pasó que no se amaron ¡oh codicia de amar, franca codicia! pródigo el uno al otro ofrece amante glorias de un siglo eterno en cada instante. Más allá del morir su amor alargan, y en firmes lazos justos a inmortal duración capitularon que, breve, su fe advierte aun el vivir prolijo de la muerte. Llega a tanto su amor, que entrambos sienten los excesos de amarse por no perder los triunfos de quererse; ninguno amando vive por sí mismo, que para eternizarse truecan las almas y el vivir desmienten. Un corazón de amor profundo abismo dos sujetos gobierna, y un alma sola a entrambos vivifica, con duración eterna; y dando el uno al otro el señorío quedó sin albedrío el albedrío. De dulces frutos la esperanza rica en más caricia y en mayor halago (si es que puede llegar a ser más grande) su amor enlazan, y en durable empleo con el nudo se anudan de Himeneo, sin que el rigor de amor un solo amago en su fe pura haga, ni el duro golpe con que el gusto estraga sus pechos turbe ni sus almas mande. Cuánto su aplauso fue, cuánto su gozo y cuánto su alborozo, se resistió a la lengua su tamaño; a cuyo idioma extraño, no interprete la voz, pudo espiarle la dicción menos culta, que escura locución se dificulta. Al dios nupcial, al Himeneo santo, siendo de Roma espanto, lisonja general triunfos previene; y publicando alegre el más solene, jaquelada de estrellas en su coche, sin que faltase el día, entró la noche, y aunque la inmensa luz del cielo es tanta el gusto en todos suspendió faroles, y vanos por ser soles presumía el más breve que el día el ser le debe, y en flamante se vio tapicería con tantas luces contrahecho el día. De instrumentos sonora y dulce turba (con acorde ruido, suspensión lisonjera del oído) canora seña al punto se adelanta al fuego corredor que, en veloz planta, y con tiras derechas, de vasta aljaba se dispara en flechas, y en tropas se derrama por el viento, y antes que muera en brazos de Neptuno, pomo de luces es, pavón de Juno, martinete de fuego, del viento burla y juego, penacho al chapitel más encumbrado, dándole al sol cuidado si engreído se atreve al firmamento, y espirando en el aire su armonía, bella en fragmentos, baja argentería, lágrimas esparcidas de los astros. Del salitre animadas otras exhalaciones dan carreras que son en las esferas del cabello del sol hebras cortadas, para ensartar estrellas hilos de oro, errantes paralelos, renglones de la plana de los cielos. Otras en breves giros despidiendo el polvo ardiente con lucidos rastros guardan, serpientes, desigual decoro, caracteres de púrpura escribiendo, de rúbricas el suelo iluminando, y de los golpes los peñascos huecos los rimbombos duplican con los ecos. Ya del lecho que ocupa mal vestida la roja saltaembarca, o capotillo, que al oriente sirvió de colgadura, y del metal precioso y amarillo, y de rayos, labró la flocadura, de tanta fiesta nueva las envidias que prueba o los celos, despiertan a la Aurora, párpados de jazmín desperezando, risueña fabricando cordiales epíctimas a Flora (guardajoyas del prado) de aljófar liquidado en cuya risa le bebió la vida. Despertar quiere el sol, y al madrugarlo comienza a vocearlo con tropeles süaves de la grita sonora de las aves, y obligarlo pretende su deseo a que haga festejos a Himeneo. Apriesa nace y alargando el paso huésped no quiere ser de los planetas, y ya cuando su edad caduca ardores (antes que Fénix muera y en la hoguera se queme del ocaso) despojándose Murcia de sus flores cuánta hermosura encierra su muralla, alegres cortejando a las nunciales conduce al río, dando a sus cristales y a sus olas inquietas, florida ley, que impar puede envidialla de Manzanares la mejor ribera. Ya el río, pues, galán de tantas damas, y Narciso gigante enamorado, muestra el hombro cargado de dos escuadras por teñidos rumbos que, surcando cristal, plata cultivan; y mareadas vomitaron llamas, de su plaza festivos embarazos, fugitivos topacios doce dorados, si volantes, pinos en cielo de cristal lucientes signos, carrozas que, tiradas de los vientos, mansiones son en ambos elementos a los dioses, que ufanos las ocupaban doce soberanos. Por curso diferente oposición publican frente a frente, y, al compás sonoroso de clarines, marítimo torneo representan, donde todos ostentan de su deseo procurados fines, y las lanzas de vidrio, al encontrarse, astillas de cristal, hieren al cielo. Que Anfriso quiere más, los seis pretenden, y otros del mismo número defienden que a Anfriso, Filis bella y soberana vence en constante amor y el lauro gana: mas en reñida, si amorosa lucha nadie victoria escucha, porque a su amor sin sombra de recelo dictan todos los orbes celestiales todas las horas al querer iguales. A los dioses suceden de doce ninfas escuadrón bizarro, y, perla de una concha cada una, con airoso ademán el pie siniestro atrás afirman, y adelante el diestro; y adornadas de hermosas tunicelas (traje del sol, adorno de la luna) visten el aire de encarnadas velas; y a naturales nubes del oriente que, corchete, un diamante prendió al hombro y el viento ultraja con galán desgarro. A sus frentes serenas (con flores de oro campo de azucenas) parte florida, eclíptica luciente, y en el lugar está más levantado en copos el cabello, el sol nevado, y lo que el aire juega por la espalda ya es guarnición del manto, ya guirnalda. En su cabeza imprimen de plumas atrevidas multitudes, que con el aire varias disciplinan al sol las luminarias, y armado el pecho de armas sonorosas unas el arco del violón esgrimen, y otras, en confusión, bullicios ledos, las tiorbas pellizcan con los dedos, y a las quejas que rinden amorosas, con una y otra vuelta, baila el bello escuadrón con planta suelta (si de plata calzada) con brioso compás la bien casada. Los bailes cesan, y las ninfas todas con las voces que avivan, repiten ¡vivan!, ¡vivan!, y en coro dulce respondió suave a la primera que, inquiriendo grave la conveniencia de encontradas cuerdas, en fantasías lerdas, con los cristales de su mano heridas a una tiorba da sonoras vidas. Delgada voz arrima al instrumento, que a describir pasajes del instrumento el canto llano deja, y aunque le corresponde de él se aleja, y trinando la voz suspende el viento. Galanteando métricos follajes, blandas caricias al sentido anuncia, y en cada acento, que su voz pronuncia, haciendo admiración que el arte estrena, bella la ninfa comenzó sirena. «Duren Filis, y Anfriso generoso, duren estos amantes, más que duran del cielo los diamantes, y después la edad suya la ancianidad de Febo sustituya, y den sus largos años, de inmortales, al tiempo desengaños; nunca de sus sucesos admirables, nunca de sus hazañas las proezas con muda admiración las cuente el mármol, ellos solos durables vivientes epitafios se aperciban y el curso eterno de los cielos vivan. CORO. ¡Vivan, vivan! »Vivan los dos iguales de todos el deseo, y edad les sobrará para inmortales, ya, por milagro vivo, para mayor trofeo, en informal sagrario los coloquen; y el grande vividor, el grande archivo olvide por más gloria de su día primero la memoria, de la común cuchilla libre y franco, y en el cuaderno blanco, o cartapacio hermoso de los días, al libro del vivir, crezcan las hojas, y sean de sus años las porfías tan grandes que los ceros no sincopen, ni en torno su volumen las escriban, y el curso eterno de los cielos vivan. CORO. ¡Vivan, Vivan! »Vivan, en paz gloriosa, tantas creciendo sucesiones bellas que presuman sus números de estrellas, procesión generosa de aquellos que en las cifras de su escudo, claros enigmas de sus fuertes manos, historiaron en breve sus hazañas, a cuya imitación sea desnudo su acero defensor de las Españas, y opresos los adustos africanos terror intenso de su acción reciban, y el curso eterno de los cielos vivan. CORO. ¡Vivan, Vivan! »Vivan, y en copia rica cuanto se comunica de la risa del sol hasta su llanto, lo posean, y cuanto tesoro universal la común madre fecunda concibió del común padre, para que en su abundancia, liberales sus manos, no se quejen y atrás los hechos valerosos dejen los que a fama inmortal triunfar arriban, y el curso eterno de los cielos vivan. CORO. ¡Vivan, vivan!»