Epílogo de Utrera. Sus Grandezas y Hazañas Gloriosas de sus Hijos
Yace Utrera en sitio llano, desahogado y descubierto. Goza de alegre, templado y saludable cielo, alabado de los astrólogos de esta provincia. Alcanza las benignas áuras del mar, con que el verano le mitiga el rigor de los colores. Las calles son anchas y espaciosas. Las plazas acomodadas para fiestas de toros y el uso de la gineta, ejercicio que frecuentan. Los templos son suntuosos. Las casas grandes y acomodadas. Tiene muchas huertas, que sirven de recreo y abastecimiento al pueblo y los comarcanos. Pasan por ella dos arroyos que sirven para la limpieza. El uno atraviesa la Plaza principal y tiene un encañado, que lo cubre, de obra tan primorosa y firme, que admira. Tiene dos fuentes; Una que llaman Vieja y sirve para beber el ganado; otra la de la Lamedilla, de donde el pueblo se abastece: es de hermosísima fábrica, está sustentada de ocho pilares que la mantienen y de cada uno sale un caño. Cuídase mucho de su limpieza, teniendo persona destinada para ello. Del agua que sobra, se forma un pilar para el ganado y un lavadero cubierto y bien reparado para el uso de la gente de aquellos barrios. Con razón se acomodan á esta fuente aquellos versos de Ausonio:" Dios te salve fuente, de origen desconocido, sagrada, divina, perenne, cristalina, azulada, profunda, sonora, pura y umbrosa.
Las entradas del lugar por todas partes son amenas. La muralla tiene circuito mil y cuatrocientos pasos, con treinta y cuatro torres, y la mayor que se llama del Omenaje. Estas ciñen el circuito de la villa, que es lo alto del lugar, á cuya falda se extiende lo que está de murallas á fuera, que es lo más. Las dos parroquias están en la mesa de esta altura, coronándola, y por esta causa la de Santa María le llaman de la Mesa. La circunferencia de toda la villa y sus arrabales es de cuatro mil novecientos cuarenta y cuatro pasos. Tuvo en otro tiempo seis mil vecinos, así lo afirma Morgado. Hasta el año de 1580 más de cuatro mil. Cuando escribió nuestro Caro, dos mil y seiscientos. Sobrevino después el año de la peste, en que murieron más de seis mil personas, como refiere Salado, que fué testigo de vista. Arruináronse muchas casas, cuyas ruinas aun hoy se reconocen, por lo cual el vecindario es menor, no llegando hoy a dos mil personas, según los padrones.
Los naturales de Utrera son hombres de buena disposición, inclinados por la mayor parte á la guerra y á la cultura de los campos; algunos tambien á las letras, para las cuales tienen habilidad é ingenio.Hay muy conocida Nobleza, familias de ciudadanos muy honrados, antiguas y de mucha estimación. Tienen allí muy buena acogida los forasteros, por lo afable de la gente: tanto que es comun proverbio ya en esta Andalucía: Mátalo, y vete a Utrera. Los términos fueron tan dilatados, que llegaban hasta los de Ronda, distante nueve leguas. Hoy por la campiña se extienden á más de cinco, hasta los de Espera, y Villamartín. Están divididas con agradable repartimiento las Heredades, tierras de labor, y dehesas. Todas comienzan desde el lugar. Como punto, que tira líneas á circunferencia. Las tierras de labor son bastantemente fértiles. Hay muchos labradores, que siembran mil fanegas de granos, cógese tanto trigo y semillas: aquellos versos de Góngora que dijo por Sicilia:
De cuyas espigas las provincias de Europa son hormigas.
Las roscas de Utrera han sido celebradas de todos, pondera el gran aprecio que de ellas se hacia, Pedro de Medina, Lope de Vega, Morgado, Rodrigo Caro, salado, D. Francisco de Amaya, quien pone el origen de estas roscas, y el arte con que usó de ellas Aureliano para desempeñarse de una promesa. Cuando fué á la guerra del Oriente, ofreció á sus soldados (para alentarlos) que si volvía victorioso daría á cada uno corona de dos libras. Consiguieron la victoria. Y como esperasen sus coronas, y que fuesen de oro (que era lo que imaginaban) Aureliano, que, no pudo ó no quiso darlas, hízolas de pan, y las mandó repartir, con lo cual cumplió su palabra, y los soldados no tuvieron que replicar. Y dice Amaya, que estas roscas fueron como las de Utrera en Andalucía. Ya Sevilla se ha alzado con esta gloria.
Las viñas son muchas, y el vino celebrado. Hay heredades que dan á cuatro y cinco mil arrobas. Abastece á Sevilla y todos los pueblos de la comarca, como con el trigo. De modo que dijo Abrahamo Hortelio: Que Utrera y Carmona eran los dos más ricos graneros y bodegas que tenía Sevilla, segun refiere nuestro Caro. Y á la verdad hizo merced á Carmona en compararla con Utrera en los vinos, pues la excede esta tanto, que los vecinos de Carmona acuden á Utrera para su provisión. Los olivares son de buena calidad, y en número muy crecido. El aceite es claro, y de buen gusto, cargándose mucho para el Norte y las Indias. Tienen más valor los olivos aquí que los de los lugares inmediatos, y es la mas segura señal de su bondad. Hay grandes matas de Pinar de que se abastece Sevilla, y su celebrado puente y otros lugares. Que es una de las principales granjerías, con que se mantienen muchas personas. Estas cuatro cosas comprendió D. Francisco Pacheco, canónigo de Sevilla, en un Epigrama (que hizo á la entrada de Felipe II en Sevilla) en el cual introduce, ofreciendo al Rey sus principales frutos; y sobre todo la protección de su sagrada imagen de Consolación. Ponelos Malara en el libro que escribió sobre este asunto, y tambien Caro,
Recibe los dones que producen mis campos, ilustre descendiente de los Dioses, y Honra de los pueblos del Mediodía. Aunque la rubicunda Ceres de frutos, vinos de Lieo, Palas olivos, y árboles Cibeles; sin embargomucho mas regocija mi alma, este altar de la Virgen en el cual el Rey en presencia de Dios las vé todas.
Abunda tambien de todo género de ganados mayores y menores, así para el uso de las labores, como para vender en las férias; son de tan buena casta los caballos y yeguas, que se llevaron á las Indias para criar, como refiere Caro en el Memorial de Utrera, que se conserva manuscrito en la Parroquia de Santa María, al fin del. Por sus términos pasan tre ríos, Guadalquivir, Guadaira y el Salado. En las marismas hay lagunas y Albinas, donde se cogen muchas aves extrañas, y hay provisión en el Cabildo para que los vecinos de Lebrija no lo impidan. Es celebrado el pozo de Valcargado, de donde se sacan en cada un año de ocho á nueve fanegas de sal, para el abasto de la villa, y de otros muchos lugares. En el cortijo de Ruchena, y en la marisma hay otras salinas, que cuesta trabajo el impedir no se cuaje la sal. Toda ella es blanca, despejada y de mucha virtud. Y en fin, Utrera se hallan todas las cosas necesarias para la vida humana, sin el trabajo de buscarlas en otra parte. Y así la podrán cantar los pueblos circunvecinos, el verso del poeta Lucrecio Caro:
Ella disfrutando de sus riquezas no necesita nada nuestro.
Y decirse de ella lo que de la tierra inmediata al río Nilo, decía Virgilio:
La tierra contenta con sus bienes, no necesita de mercancías.
Y nuestro Rodrigo Caro en su Poema:
Rica en ganados, caballos y toda clase de animales, fructífera, fácil y fecunda para el olivo y la vid, criadora de frutales y masgetuosos pinos. Tu sola opulenta con tus productos.
Con razon podemos alegrarnos los naturales, de haber nacido en tal pátria, á quien el Cielo dotó de tales bienes, y decir con Caro:
Al ver las riquezas con que la naturaleza ha dotado á nuestra ciudad, debemos alegrarnos y ofrecer á la Divinidad piadoso incienso, pues no hay un campo mas hermoso en toda España que el nuestro, ni es abrasador el verano, ni caluroso el otoño, templando los vientos del Sud, las heladas buenas del invierno, al mismo tiempo que el Nordeste no permite se formen pántanos de agua encenegada y pestilenciales, en una palabra nuestros campos desconocen esos rigores de las estaciones.
Tierra, donde introduce el mismo autor á los Dioses, como en contienda por entender cada uno sus términos, atraídos de su amenidad, y al Júpiter (que decide la competencia) señalando á cada uno los suyos, y á Utrera por piedra sagrada para perpétuo monumento, que los contenga.
Las vides no ceden sus puestos á los demás frutos, Ceres y Baco se disputan la gloria y el cetro, pero aun todavía no está determinado á quien pertenece la palma. Sin embargo el justo Júpiter señala á cada uno su terreno para que no peleen los Dioses, ni se dividan los reinos con la guerra. Sean diosa tus frutos los que se crían en Eleusis, y sean dios tus viñedos como los que se crían en la India, Sea esta ciudad piedra sagrada para quitar todo motivo de cuestion entre los dioses. Dijo: y este medidor señaló las mieses, y las viñas, no atreviéndose ninguno á alterar el órden establecido.
Esto es Utrera en general; ya en particular se irán apuntando sus grandezas.