Enrique IV: Primera parte, Acto II, Escena III

Enrique IV de William Shakespeare
Primera parte: Acto II, Escena III



ACTO II ESCENA III

WARKWORTH.- Una sala en el Castillo.

(Entra Hotspur, leyendo una carta)

HOTSPUR.- Pero, por mi parte, milord, estaría muy contento de encontrarme allí, a causa del afecto que tengo a vuestra casa. ¿Que estaría muy contento? ¿Porqué no está aquí, entonces? A causa del afecto que tiene a nuestra casa: muestra en esto que tiene más afecto a su granja que a nuestra casa. Sigamos: la empresa que tentáis es peligrosa. ¡Vaya si lo es! También es peligroso resfriarse, dormir, beber; pero también os digo, milord estúpido, que sobre esa espina del peligro, se recoje la flor de la seguridad. La empresa que tentáis es peligrosa; los amigos que me nombráis. inseguros: el momento mismo, inoportuno; todo el conjunto de vuestro proyecto muy frágil, frente a tan formidables obstáculos. ¿Cómo decís, cómo decís? En cambio os digo que sois un necio, un cobarde patán y que mentís. Pero ¿qué especie de idiota es éste? ¡Pardiez! nuestro plan es uno de los mejores que jamás se concibieron; nuestros amigos leales y constantes; ¡un buen plan, buenos amigos y un mundo de esperanzas! Un plan excelente, amigos de primer orden. ¡Que alma de témpano tiene ese mentecato! ¿Cómo? Milord de York aprueba el plan y la marcha general de la acción... Voto al chápiro, si estuviese en este momento cerca de ese villano, le rompería el cráneo con el abanico de su mujer. ¿No están en ello mi padre, mi tío y yo mismo? ¿Lord Edmundo Mortimer, milord de York, Owen Glendower? ¿No están además los Douglas? ¿No tengo acaso cartas de todos ellos, en las que me anuncian vendrán con su gente a reunirse conmigo el 9 del próximo mes? ¿Acaso algunos de ellos no están ya en camino? ¡Y este vil renegado! ... ¡Ah! lo vais a ver, con toda la sinceridad del miedo y de la pusilanimidad, irse al rey y revelarle todos nuestros proyectos. ¡Quisiera despedazarme, abofetearme yo mismo por haber invitado a tan alta empresa a semejante plato de natillas! ¡Racimo de horca! Que vaya a contárselo al rey: estamos prontos; esta misma noche parto.

(Entra Lady Percy)

HOTSPUR.- ¿Y bien, Kate? Es necesario que os deje dentro de dos horas.

LADY.- ¡Oh! mi buen señor, ¿porqué estáis así tan solo? ¿Y porqué ofensa me encuentro desterrada, hace dos semanas, del lecho de mi Enrique? Dime, mi dulce dueño, ¿que te quita así el apetito, la alegría y el sueño de oro? ¿Porqué miras fijamente al suelo y te estremeces a menudo cuando estás sólo? ¿Porqué ha desaparecido de tus mejillas el vivo ardor de la sangre? ¿Porqué has abandonado mis tesoros y mis derechos sobre ti a la meditación sombría y a la melancolía maldita? He velado durante tus sueños inquietos y te he oído murmurar historias de férreos combates, dar gritos de aliento a tu ardiente corcel, “¡valor al campo!” Has hablado de salidas, de retiradas, de trincheras, de carpas, palizadas, fortines, parapetos, de bombas, cañones, culebrinas, de prisioneros rescatados, de soldados muertos, de toda la brega de un combate implacable. Tu espíritu había guerreado tanto y te había agitado de tal manera en tu sueño, que las gotas de sudor corrían por tu frente como burbujas sobre un curso de agua recién agitado. Y sobre tu cara aparecían extrañas contracciones, semejantes a las que vemos cuando se retiene el aliento en un brusco ímpetu. ¿Qué presagios son estos? Algún grave designio tiene mi señor; debo conocerlo, o él no me ama.

HOTSPUR.- ¡Hola!

(Entra un criado)

¿Partió Williams con el paquete?

CRIADO.- Sí, milord, hace una hora.

HOTSPUR.- ¿Ha traído Butler los caballos de casa del sheriff?

CRIADO.- Acaba de llegar con uno de los caballos.

HOTSPUR.- ¿Qué caballo? ¿No es un ruano, desorejado?

CRIADO.- Ese es, milord.

HOTSPUR.- Ese ruano será mi trono. Le montaré en breve: ¡O esperanza! Di a Butler que lo traiga al parque.

(Sale el criado)

LADY.- Pero oídme, milord.

HOTSPUR.- ¿Qué dices, milady?

LADY.- ¿Qué es lo que te arrastra lejos de mí?

HOTSPUR.- Mi caballo, amor mío, mi caballo.

LADY.- ¡Vamos, mono antojadizo! ¡Una comadreja tiene menos caprichos que vos! Por mi fe, quiero conocer lo que os ocupa, Harry, lo quiero. Temo que mi hermano Mortimer empiece a moverse por sus derechos al trono y os haya enviado a buscar. Pero si vais...

HOTSPUR.- Tan lejos, a pie me fatigaré mucho, amor mío.

LADY.- Vamos, vamos, papagayo, contestad directamente a la pregunta que os hago. Harry, te voy a romper el dedo meñique si no me dices toda la verdad.

HOTSPUR.- ¡Basta, locuela! ¿Amarte? No, no te amo, ni me importa nada de ti, Kate. No es el momento de jugar a las muñecas ni de chocar los labios. Necesitamos narices ensangrentadas; las coronas rotas son la moneda del día. ¡Mi caballo, vive Dios! ¿Qué dices, Catalina? ¿Qué es lo que quieres de mí?

LADY.- ¿No me quieres? ¿No, en verdad? Está bien; pero si no me amas, no amaré yo tampoco. No, dime si hablas en broma o no.

HOTSPUR.- ¿Quieres verme montar a caballo? Una vez que esté sobre la silla, te juraré un amor infinito. Pero óyeme bien, Kate: en adelante, necesito que no me preguntes donde voy, ni cosa semejante. Voy donde debo ir y, para concluir, tengo que dejarte esta noche, mi linda, Kate. Sé que eres prudente; pero nada más que prudente, tanto como puede serlo la mujer de Harry Percy. Eres constante, pero mujer. Para los secretos, ninguna más discreta, porque estoy seguro que no revelarás lo que no sabes. ¡Ve hasta donde confio en ti, mi linda Kate!

LADY.- ¿Cómo? ¿Hasta ahí?

HOTSPUR.- Ni una pulgada más. Pero ¿me oyes bien, Kate? Donde yo vaya, irás tú. Yo parto hoy y tú mañana. ¿Estás contenta, Kate?

LADY.- Tengo que contentarme, a la fuerza.

(Salen)