Enciclopedia Chilena/Folclore/Verba y grafología soeces
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Verba y grafología soeces
Artículo de la Enciclopedia Chilena
Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2985/8
Título: Verba y grafología soeces
Categoría: Folclore
Verba y grafología soeces. En aquella baja composición de la humanidad, en la cual no tienen cabida el salvaje, el menesteroso, el rudo y el hambriento, y que pulula en el arrabal, rumbea por las lineas férreas y merodea por los bosques y montañas, sin Dios ni ley, militan los "desperados", a quienes los yanquis colocan al margen de la sociedad. Con sus elementos afines pertenece a esa jerarquía de la colectividad que colinda con la delincuencia y cada día conquista mayores prosélitos. Cualquiera persona es susceptible de degenerar, envilecerse y pervertirse hasta ingresar, por derecho propio, a esa tribu que se domina la canalla, bien calificada por su inferior nivel moral. Es una casta despreciable y ruin de gente baja y de malos procederes, cuya grosería, indecencia, indignidad, deshonra y perversidad se miden preferentemente por manifestaciones folklóricas bien destacadas en costumbres, maneras, lenguaje, dichos y hasta una tradición de expresiones verbales y escritas. Reseñadas en otro capítulo las manifestaciones musicales y poéticas debemos, aquí considerar las plásticas; y, en especial, esas que se podrían llamar "explosiones silenciosas", representadas en las inscripciones y dibujos callejeros. Si las ruinas de Pompeya demostraron que esas demasías se venían haciendo antes de nuestra Era, debemos asignarles tanto o más valor de humanidad que a los petroglifos y pictografías roqueñas, laborados con mayor trabajo, aunque con menos sinceridad y espontaneidad. El dibujo callejero nunca podrá interesar a nadie en unidades separadas y el sistema o procedimiento para valorizarlo folklóricamente depende de su agrupación en reproducciones gráficas. Si se cuentan entre los habituales impulsos de la extraversión tanto los refranes como los dichos, los cantares y algún buen decir, no hay que desestimar los arranques de la mala condición humana; y, aunque éstos nunca adquieren corporeidad y no perduran, da, en cambio, el matiz absoluto de la especie. Mucha parte de este cuerpo espiritual aflora en las sarcásticas pullas de las trincheras, en las bravatas de los campamentos, en las injurias de la gente de mar, en las palabrotas de cuartel, los apodos de los malhechores y especialmente en las canturrias de presidio, del burdel, del tugurio y del suburbio. Es un repertorio de literatura prohibida o más bien un censo del libertinaje que luce en las inscripciones murales, con sus garabatos, sus simbolismos crueles y sus liviandades, estampadas en el leño de los árboles y las encaladas murallas de las estaciones, cementerios, parques y sitios íntimos. El estudio y el funcionamiento de esta válvula de la perversión ha sido bastante descuidado en muchas naciones, pero en Chile, se insinuó en tímidos ensayos de clasificación que dieron pauta. Recolectarlos es tarea dura y complicada por la incógnita que debe proteger al investigador, observador y modelista, en la obligación de reproducir las muestras con una exactitud científica que muchas veces no se le puede exigir a un artífice. En esas galerías de verdaderas enormidades el folklorista se extasía ante cúmulos de confidencias que denotan tanta humanidad como brutalidad, pero que reflejan la entraña y la índole colectiva. Es un confesionario del vulgo en que domina el error y la maldad; pero lo más curioso de esa linea de confidencias no reside en las señas de perversión sino en las de ingenuo tono y candor. Una dosis de angelismo y virginidad se hace respetar en algunos detalles de esa galería de inscripciones e idealiza el conjunto. La crudeza de aquellos desahogos, chanzas y solicitaciones desaparece y se atenúa en, a agrupación y especialmente en los capítulos que se refieran a la campiña, al escrutar la huelle del desamparado o de aquel incomprendido que esculpe arrobadores emblemas, interpreta el paisaje y aún esboza un bello perfil facial. Este fondo de desquite social y de burla procaz que representa la grafología morbosa ha sido descalificado, dentro del complejo de inferioridad, como un puro afán de distinguirse y perpetuarse. Si la torpeza moral y la falta de gracia y de ingenio se ponen de relieve en las expresiones gráficas, las manifestaciones verbales de la coprolalia, o lenguaje de la obcenidad, cooperan con vocabularios morbosos dentro del idioma; distinguiendo diversos ambientes dentro de la raza. Lo más elevado y noble encuentra, a veces, bajos estados de miseria mental para interpretarlo y en especial las más puras cuestiones sexuales, casi siempre amagadas y envilecidas por la obcenidad y las expresiones insanas. Toda esta corriente maligna exhibe y exalta su acción corrosiva en los vocabularios de los malhechores y de ciertos gremios y de preferencia en el caló de los delincuentes, descalificados, todos, de antemano, por su pobreza de léxico, sus invenciones inútiles de palabras, sus barbarismos sin asociación ideológica y la rudeza y rigidez de términos a los cuales solamente se les da intención por el tono en que se modulan. Pocas veces pintorescos estos despliegues no pasan de ser sistemas de solidaridad y armas de defensa en esa "vida en fracaso", en la cual participan los del oficio, del medio y del hampa. Como una de las más estimables, útiles y raras rebuscas en el folklore puede figurar la ordenada y comentada reproducción de dibujos callejeros, sorprendidos en varias ciudades de Chile por el estudiante Osvaldo Rodríguez O. para optar al grado de maestro en Artes Aplicadas. En la confección de una memoria de esta naturaleza la estricta autenticidad de los modelos recogidos debía ser servida por una pericia indiscutible en el dibujante; tal como la revelación de su insospechable temperamento de folklorista reclamaba una sensibilidad tan innata como desarrollada. Por otra parte, el objetivo mayúsculo de exponer, como en un film, todo el repertorio ilustrativo en una verdadera visión de conjunto ha sido, asimismo, digno y honradamente logrado. Dada la rareza y penuria de esta clase de documentación folklórica nos vemos obligados a transgredir el sistema bibliográfico adoptado para referirnos al fondo general, una vez más, buscando, con los títulos nuevos, la nómina completa del excepcional tema de estudio.
Bibliografía Silva Espejo, Eugenio. "Un cuarto a espadas". Santiago, 1940.
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