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Transportes y comunicaciones
Artículo de la Enciclopedia Chilena

Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2985/20
Título: Transportes y comunicaciones
Categoría: Folclore


Transportes y comunicaciones.

La accidentada y variable topografía de la República Longitudinal es sólo comparable, en Sudamérica, con la del Perú, Bolivia y Colombia; y, por ello las ciudades tributarias del suelo chileno, al comunicarse con la Metrópoli, hubieron de recurrir, mas bien, al tráfico individual a lomo de mulares y caballerías. Nunca sus servicios de postas fueron tan perfeccionados y extendidos como aquellos que vinieron usándose en el oeste norteamericano, en la pampa argentina y a través de la Cordillera de los Andes. En los tiempos de las diligencies apenas si Santiago y Valparaíso contaban con un modesto servicio de birlochos y en todo el resto del territorio se hizo indispensable la carreta de bueyes, la mula del arriero y las expeditas comunicaciones marítimas, hasta el advenimiento de la ferrovía y del autobús. Hubo servicios ocasionales hacia los balnearios, usando el coche de trompa con tres caballos o el tipo americano cuadrangular de vara central y dos corceles. Era la época del apogeo de este tipo de vehículos en toda América.

Aquellos que hacían el servicio público - coches de cajón, americanos y victorias - en las principales ciudades, al ser desalojados por la tracción motorizada, a comienzos de nuestro siglo, emigraron a las provincias y en el modelo típico de la época finisecular se les encuentra aún, en servicio en Concepción. Ya exagerando las sopandas o bien abultando la trompa, están estructurados en tela negra o burdo cuero, pero conservando fielmente la silueta rectangular. Se les llamaba "coches de cajón", o mas bien "postinos"; usaban dos caballos y su evocación recuerda los duros pavimentos de piedra de huevillo o de río.

Se asocian a esa añoranza los "tranvías de sangre", o "carritos urbanos", llamados preferentemente en Chile "carros". Eran manejados por un "carrero" (auriga) y una "conductora" (cobradora) y debían recurrir a loa "postillones" en los accidentes del tráfico. Según la costumbre inglesa tenían "imperial", para viajar "en carro arriba", o se desplegaban en banquetas paralelas, llamándose impropiamente "góndolas". Empleaban una sola ferrovía, de ida y de vuelta, con desvíos o "cambio" y tornamesas en los terminales.

Mas bien original de Chile es la "carretela", de uno o dos caballos, de escueta forma rectangular y un toldo recto y acusando un diseño bien particular. Levemente reducidas se les usa para transportes livianos y sus formas derivan en los "carretones" de los verduleros y fruteros. Algo repudiada la "carretela", ostentando, su letrero "Para bultos y pasajeros", promete, sin embargo, rehabilitarse como un vehículo típico chileno en las festividades patrias y profusamente engalanado de banderolas y gallardetes.

Otra singularidad que se hizo legendaria en nuestro suelo es el arreo del caballo cor arguenas, o capachos adheridos a ambos lados de la enjalma. Fué uno de los tipos más característicos el "arguenero", expendiendo frutas y legumbres en campos y poblados; y, a su difusión debióse el fracaso de los mercados en Chile, apenas rememorados por la fenecida feria de Chillán. Mucho se asemejaban el arguenero, el lechero y el aguatero con similar disposición de los grandes tarros o barriles laterales.

En las mudanzas o translaciones de casas se hacía uso de las "golondrinas" como característicos cerros planos y descubiertos; vehículos circunstanciales tan caracterizados cono la "perrera" (carro cerrado) recolectando canes vagos, o la "bicicleta del Alcalde" con su inconfundible silueta de aplanadora cilindrica, a vapor, bien usada en la confección de pavimentos.

Denomínase uniformemente "carreta" al carro tirado por bueyes con una, dos o tres yuntas. El carretero puede efectuar su cometido andando adelante o al lado de los animales, montado en el pértigo o en el interior del vehículo. Una la "picana" (aguijada) para estimular las yuntas y emplea características voces o gritos de arreo. Tanto el pértigo como los yugos son instrumentos del tipo universal, pero el carro mismo presenta, en Chile, modelos característicos para las diversas latitudes, aunque sin innovaciones elementales.

Al contrario de lo observado en el oeste de los Estados Unidos de América y en la Argentina, nunca preva­leció el toldo abovedado y el techo plano o la ausencia de toldo y la inclinación hacia afuera de los varales dominan el modelado general.

Desconocida la carreta en las desérticas provincias de Tarapacá y Antofagasta, -antes del ferroca­rril se usaron para transportar salitre, carros especiales tirados por mulares, llamados carretas en la región- aparece en los transversales valles fértiles de Atacama y Coquimbo con líneas muy variables y usos bien diversos. Ya desde Aconcagua hasta Cautín impera, en exclusividad, el grande y pesado modelo alargado de rectas aristas (armazón de acacio, quillay y litre, cama de álamo, cubos de litro, pértigos de ciprés o maitén y rayos de luna y arrayán). Lleva dos grandes ruedas y varias yuntas. Hacia la "frontera" y hasta Valdivia irrumpe el burdo modelo araucano, más corto, cuadrangular de planta y livianas ruedas. Siguiendo al Sur, y entre Valdivia y Puerto Montt, domina un tipo similar a la carreta chilota, de forma angosta, corta, baja y de largo varales. Al ejemplo de la carreta primitiva de España lleva pequeñas ruedas macizas y sin rayos. La provincia de Llanquihue ostenta, en cambio, su modelo propio de cuatro ruedas bastante angosto, alto y largo en abierto contrastre con el de la "carreta chancha" de los chilotes de todo el archipiélago; cuya inconfundible silueta pone en contradicción la amplitud y masa del bastidor, con el largor de los varales y la insignificante de las dos ruedas sin rayos, equilibrando un desvencijado armatoste labrado, a hacha, en maderas de canelo, ulmo, coigüe, ciprés y luma.

Solamente en el valle central se ven tropas de grandes carretas y con una adaptación al medio que aún aventaja al camión automóvil. En su uso para los trasportes agrícolas emplean redecillas y colgadores en los costados y debajo de la cama, tejidos de "quinche" o de cuero.

La cesta arrieril de Chile establece un tipo nacional de mucho mayor alcurnia que la de aquellos que trajinan con bestias de carga en los caminos del mundo. En las inmensidades andinas y los cálidos desiertos de nuestros territorio se exige a estos sempiternos viajeros ciertos dotes de guías y cualidades de expertos en comunicaciones y abastecimientos. Al encaminar, conducir, enseñar y dirigir, el arriero impone además a los novicios, viajeros, forasteros y turistas sus preceptos e indicaciones como domador, o caballista, comerciante y contrabandista; imponiéndose al simple baqueano. Arreando piaras de borricos o "piños" de animales se le puede confundir con el labriego y el guaso, en general; pero, actuando en campaña, solitario y desamparado, se identifica más con el "cateador" o expedicionario. Usa "alon" y mullido sombrero blando, un campanudo poncho y, muchas veces, calzón corto y polainas, afianzadas con "guatanas" (ligas o cintas laboreadas). Calza otras veces "ojotas" (sandalias de cuero) o cortas botas y minúsculas espuelas. Profiere la paciente y esforzada mula como cabalgadura, enjaezándola con cierta severidad no desprovista de adornos y relumbres como cordones y trenzados de colores vivos. Las guarniciones y el elemental arreo de los mulares consulta una montura redonda para que los pellones sirvan de cama en las vigilias a campo raso. De las "cabecillas" (arzones o fustes) de la enjalma cuelgan el "guámparo" (vaso de asta), el lazo y los chifles (frascos de cuerno). Su altivez e independencia son proverbiales oponiéndose a la sumisión y ausencia de iniciativa y ambiciones del "inqui­lino", del "mediero" o del guaso, supeditados todos al pa­trón antes que a la tierra.

Toda su personalidad psicológica queda expli­cada en su "cocavín" (bastimento o cocaví). En contraste con las raciones de vino tinto y de presas de pollo de que se provee el simple viajante, las prevenciones (de cordones chillanejos) del arriero ocultan el queso, el "charqui" y las "tortillas", así como la bota de potro o de cabro contiene ese aguardiente grueso y concentrado que ellos llaman "guarapillejo". Un tacho de cobre, un machete, una "charrasca" y un cacho laboreado completan el equipo.



Bibliografía

Ruschanberger. "Noticias" (traducción de E. Hilman Haviland). "Revista Chilena de Historia y Geografía". Tomo 36 de 1920. Santiago.


"Memorias de un oficial inglés al servicio de Chile (1821-1829)" (traducción de J. T. Medina). Santiago, 1923.


Facio, Aníbal D. "La canción en las carretas, mercados y caminos del sur". "El Hogar" de 17 de diciembre de 1948. Buenos Aires.