Enciclopedia Chilena/Folclore/Tipos Nacionales
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Tipos Nacionales
Artículo de la Enciclopedia Chilena
Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2985/19
Título: Tipos Nacionales
Categoría: Folclore
Tipos nacionales. Como en todas las naciones la ciudadana "gente del pregón" ha caracterizado tipos "sui-generís". Aún subsiste el "recaudero" o verdulero vendiendo sus hortalizas y frutas - antes a caballo y ahora en un carretón -; y, con sus adminículos característicos el "frutero", el "motero", el "pequenero" o "empanadoro", el "tortillero", el "florero", el "heladero", el "sangüichero", etc. Desaparecieron el "velero", el "dulcero", el "brevero", el "aguatero", el "Esterero", el "pastero", el "guatero", el "sandillero", el "yerbatero", el "lechero", etc.; y, entre los más caracterizados el "sereno", el "paco" (policía), el "cuadrino" (matancero o jifero), el "postillón" (de los tranvías urbanos), el "farolero", el "taquero" (para los rebalses o estancamientos de las acequias), etc. Mas bien ocultos perviven el "tinterillo" (rábula), el "jurero", el "palo blanco" (postor simulado en las subastas), las "meicas" y adivinas (madamas) y pasa desapercibida la "cachetona" (osada dama de la sociedad). El "resero", el "puestero", el "tropero" de América Meridional y aún el "yegüerizo" (yeguarizo) y el "matrero", sólo encuentran analogía en Chile con el "compañisto" (campañista), con atribuciones de pastor y domador, el "cabrero" (del norte), el "ovejero", el "puestero" (del extremo sur), casi confundiéndose todos con el peón, el gañán, el jornalero y otros mozos de labranza. En el mismo medio campesino dominan los administradores, mayordomos y capataces (mayorales) soguzgando a los "inquilinos" (condicionales alquiladores de tierras de labores), a los "medieros" y a los camineros, leñadores y carreteros. Las funciones del baquiano, el rastreador, el chasque, el lenguaraz del extremo sur de América se conjugan en el suelo chileno en el "baqueano", que en mucho se asimila al "arriero". Este último tipo nacional se singulariza en muchos conceptos, y, sus atribuciones son, a veces bien similares, a la de los tipos mañeros del "apir" (cargador subterráneo del metal), el "cateador" (buscador de minas) y el "cangallero" (pirquinero ds minerales). Frecuentan preferentemente la campiña los "faltes" (buhoneros), los "payadores" (bardos campesinos); y, con malos propósitos los "carrilanos" (maleantes que recorren la vía férrea) y los cuatreros. En los puertos deben señalarse los "cargadores", los "fleteros", los "jornaleros" (mozos de cordel de muelles y aduanas) y los changadores. Al referirse, en la ciudad misma al arrabal, hay que aludir previamente al imperio del hampa y la canalla. El maleante ocasional e inexperto es un palomilla", un "pelusa", un "punga". Al ratero de los antiguos tiempos se le distinguía como "carterero o "maletero"; pero, en la etapa profesional se les ve iniciarse en el grado de "copuchero" robando pañuelos y lapiceras. Ascienden en el escalafón, ya sea como lanza" (el que arrebata sorpresiva y disimuladamente) aunque a veces entrega el cuerpo del delito al "móvil"; o bien como "escapero" combinando el hurto con la fuga. No menos esforzados resultan el "cuentero" (engañando al provinciano con la carta, el entierro, la herencia o el premio), el "monrero" y el "estruchante" dedicado a descerrajar puertas y "palanquear" candados; todos ellos protegidos por los "reducidores" que adquieren los hurtos. Corresponde al "cogotero" el rango de atracador de la ciudad, compitiendo con bandidos y bandoleros. En el turbio ambiente del burdel y el lugar dominan el "cabrón" o la "cabrona" (como alcahuetes y empresarios) el "campanillero" (encargado del servicio) y los "tocadores". Goza de una iniciativa personal de explotación femenina el "cafiche" con dotes bien diferentes al "matón" (guapetón o matachin). De la calle misma hay que destacar al "suplementero" ("canillita" en la Argentina) y los porteadores de los mercados. En el creciente grado de perversión pueden afiliarse los tipos femeninos de los "ganzos", y los "panizos" que culminan en las "chuscas", "chusquisas", "niñas", "niñocas", "volantusas", "gurumas" y "maracas" de actuación estable; equiparadas todas con la brigada móvil de las "corteras" y las "patinadoras". Se distinguen en las lides amorosas el "lacho" y la "chey" (amantes) y el "pololo" o la "polola" en simple cometido de requiebro o cortejeo. Asimilados al hogar, y recordando la papirusa, la pebeta y el pibe de la Argentina o el chaval o el crío de España -y en la edad del mocoso- se afilian el "peneca" (tipo infantil), la "guagua" (vocablo quechua, para las criaturas), los "gallos" y los "ñatos (adolescentes invencibles). Sin embargo la nomenclatura popular del sexo fuerte no muestra tipos comparables al compadrito o el otario argentinos, o bien el chalan, el majo, el chulo o es chispero españoles; logrando escasamente asimilarse a ellos al "aniñao" y el "pinganilla". Para las mezclas y degeneraciones raciales no se observan onomásticas precisas, comparables a los matices del "cholo" peruano, o el "caboclo" o el "caipira" brasileños; y, esta penuria afecta asimismo a las castas, para los cuales los argentinos guardan términos precisos como "gauchaje" y paisanaje. Puede figurar Chile con una buena provisión de epítetos para las confusiones o transmutaciones de clase social. Definiendo actitudes equívocas en las relaciones mundanas los peruanos poseen los conceptos de "guachafo" (con tendencia a la cursilería) y la "lisura" (aplicable a los frescos y desfachatados). En el país de más al sur se puntualizan éstos aspectos conceptuosos con el "pije" y el "siútico" de mayor tradición social que el "chute", el "tiuque", el "cabritilla", despectivos categóricos pero sin mucho arraigo. Al pije se le condena su fracasado alarde de distinción en los ademanes y en el vestir, por el hecho de pertenecer, de hecho, a una categoría inferior, pero en el siútico se puntualizan otros rasgos y apariencias atribuibles a todas las manifestaciones del vivir y mas bien asimilables a la cursilería o al mal gusto. Ambas denominaciones acusan una cierta analogía con el atorrante argentino, pero son mas ominosas que el pisaverde y el currutaco. En desviación ascendente y en sentido contrario a las derivaciones anteriores hay que referirse a nuestros adjetivos "chatre", "cacharpeado" y "afutrado", especialmente en el ambiente agrario. Los calificativos capitales de nuestra vida de sociedad exhiben curiosas variaciones y un don de observación que tomaron cuerpo y definida forma en los albores de la vida republicana. A los personajes influyentes se les ha motejado de "cogotudos" y de "palos gruesos" (vara alta), y mas precisamente de "futres" (que visten con entera sufición a la moda) y despectivamente como "pitucos"; algo relacionados, los primeros, con los "catrines" de México y los "gamonales" de Perú. En esta línea, y más con carácter político se distinguieron en el siglo pasado los pipiolos" (liberales) y los "pelucones" (conservadores); evolucionando luego hacia los "pechoños" (conservadores) y los "rádicos" (radicales). Ocupa un rango intermediario el "medio pelo" (clase media), en la cual se reúnen los artesanos, mercaderes y granjeros; y, en las capas inferiores se alínean los "rotos" y las "chinas" del bajo pueblo; correspondiendo con el "pelado" y la "china poblana" de México; dan término al escalafón chileno el "pililo" de la última extracción y apariencia. Al aludir, así, a la plebe, a la chusma, a la gentualla y al populacho se menciona la "chimuchina" (chamuchina de toda América y chamusquina de México} y la "palomilla brava" refiriéndose a los elementos maleantes. El tipo nacional del "guaso" (vocablo quechua) fué conocido con esta denominación en América austral, pero quedé definido en tierra chilena para una clase de campesino que no es el arriero, ni es el labriego, representando la libertad y la altivez y un afán de exhibirse que lograron clasificarlo dentro de una institución y como el verdadero disfraz y emblema de la raza. Tal significación no integra, empero, la total definición jerárquica o simbólica de la nacionalidad, mas bien confiada al "roto chileno", de mas gestas, valores y equivalencias que el "pelado" de México y el "paisano" de la Argentina. Posee su monumento en Santiago, se contó entre los más heroicos soldados que conquistaron riquezas para la patria; imponiéndose siempre en la vanguardia del esfuerzo y del trabajo nacionales. Las denominaciones relacionadas con la procedencia geográfica señalaron, desde luego, al "afuerino" (forastero), al "pampino" (el "nitrero" y minero del norte), el "arribano" y el "abajino" del Valle Central. La más precisa y característicamente geográfica corresponde al "chilote", tan sedentario como nómade habitante de la Isla de Chiloé, de todo el Archipiélago y las costas colindantes y elemento indispensable en las labores peculiares de la "frontera" y de las inmensidades de la Patagonia. Se han interpuesto obligatoriamente, en la enumeración de los tipos sociales, algunos apodos o disfraces, o bien ciertos personajes originales abocados a nimias especialidades, circunstancia que, en todo caso, concurre a especificar los múltiples matices de la fisonomía social de la estirpe. En el relativo ajetreo urbano que podía observarse en las inmediaciones de las "recobas", apenas se contaban algunas figuras características, distinguiéndose de las exclusivas capas de la sociedad chilena. Integraban ésta una escasísima clase media -a base de mercaderes, artífices, dependientes y artesanos- dominada por las abrumadoras mayorías de los "platudos" (ricachones) y los pobretes. En el conglomerado no era corriente sorprender a las damas principales, quienes salían de sus casas acompañadas del negrito y después de la "chinita", para concurrir al templo o a alguna visita de confianza. Eran asimismo bien raras las exhibiciones de funcionarios en calesa, o después en birlocho; y aún más las de las gentes de tono, en su mayoría "gachupines" (cachupines), luciendo sus carrozas o landós tirados por mulas. Cerca de los cuarteles metropolitanos pululaban los "milicos" y reclutas vigilando a los "presos" (presidiarios), a veces empeñados en las obras públicas; tal como en Chiloé los "milicianos" escoltabais a los reos los presidios, dando nombre a una ibérica casta social de Ancud. En Santiago, Valparaíso, Copiapó y Concepción irrumpieron, a su vez, las milicias y después la policía de seguridad instituida en los comienzos de la República, para perpetuarse en los guardias y agentes de la casta de los "vigilantes". Hubo una era dorada de los arrieros, caracterizados amos y señores de las comunicaciones, atribuyéndose las franquicias y granjerías de los correos y los pregoneros. Cruzaban todo el territorio por campos y poblados asistidos por sus "arrenquines" (niños de servicio). Entre otros tipos característicos habría que citar como representativos de aquellos tiempos a loa "guanayes" (quechua) que en los puertos ejercían de remeros, bogadores, lancheros y jornaleros, así como en el otro sexo empezaban a diseñarse, entre la confusa multitud de esclavas y horteras, los caracterizados tipos de las "niñateras" (nodrizas). Acudían ellas, junto con las "caseras" (parroquianas), a los "baratillos" en demanda del "solimán" y la pitanza. Asimismo eran escasos los cargos de orden privado y solamente cuando se generalizaron los colegios y convictorios se dieron a conocer los dómines y los sota-maestros (ayudantes), así como en los hospitales aparecían los protomédicos y los sangradores.
Bibliografía Samamé Pacheco, Benjamín. "La protección jurídica del Yaconaje". "Folklore" N°13. Lima (Perú), 1945.
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