Enciclopedia Chilena/Folclore/Farmacopea popular
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Farmacopea popular
Artículo de la Enciclopedia Chilena
Este artículo es parte de la Enciclopedia Chilena, un proyecto realizado por la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile entre 1948 y 1971.
Código identificatorio: ECH-2985/13
Título: Farmacopea popular
Categoría: Folclore
Farmacopea popular. Las prácticas curativas, de base incuestionablemente folklórica, están fundadas, en general, en recetarios empíricos obtenidos por el conocimiento secular de la botánica regional, pero en su mayoría y desentendiéndose del sentido clínico de la enfermedad, adquieren el carácter de panaceas o medicinas preservativas para contrarrestar un poder maléfico que ha actuado sobre la víctima o el paciente. Son fórmulas mágicas y exorcismos que muchas veces llegan a desbaratar, anular o mitigar los bienhechores efectos de los medios naturales dictados por una atávica experiencia y privan a esta utilísima rama del saber popular del prestigio que debía conservar. Las "meicas" y los "curanderos" gozan entre los aldeanos y campesinos de una nombradía mayor que la de los verdaderos profesionales; y, nadie niega, los numerosos aciertos de su experiencia y versación en las virtudes terapéuticas de las plantas. El configurado modelo y la ubicación geográfica del suelo chileno, con una longitud de mas de 30 grados que consulta todos los climas y recorre todos los aspectos que separan el gran océano de las magnas cordilleras, permite seleccionar unas trescientas especies típicas de plantas medicinales de gran eficiencia, muchas de las cuales reproducen exactamente las virtudes de yerbas o árboles extranjeros. Algunas, como el algarrobo, el boldo y el quillay ya han adquirido nombradía internacional; otras, de aceptación universal como la patata (papa) y la frutilla son originarias del país y las hay extranjeras tan aclimatadas como el eucaliptus, el toronjil, la albahaca y la menta. En sahumerios, sinapismos o cataplasmas, hojas aplicadas, parches, pomadas, ungüentos, o en cocimientos o infusiones adquieren las mas diversas aplicaciones e integran un herbolario privilegiado. Derivando hacia la magia se pretenden curar ciertos males inexplicables y complejos como los "pasmos", las "picadas", las "úlceras", los "males de orina", los "engendros", las "chupaduras" y en especial los trances enigmáticos de aquellos infortunados que les "ha dao el aire" (desmayo), que están "en arrebato" (con fiebre) o les "ha agarrao el costao" (tuberculosis); y, con mayor demanda los que se quejan de la difundida quejumbre de la "puntada" (punzada o dolor de costado) anunciadora de mayores complicaciones. La nómina de las enfermedades criollas puede encabezarse con los "empachos", la "lepidia", la "colerina", los "calambres", el "chavalongo", los "cólicos", etc.; representando sendos males de toda la humanidad; y ellos se amortiguan con las respectivas pocimas del recetario popular. Asimismo se consultan los tratamientos o regimenes alimenticios y, antes de curar, se da gran importancia a la prevención de las enfermedades. Inclinándose mas decididamente hacia la superstición, a los poderes maléficos, a las maquinaciones secretas y virtudes cabalísticas, las "meicas" embaucan a la clientela con toda suerte de "caulas" (cabulas). Con cierto sadismo o repuntes de barbarie buscan el hedor y las emanaciones nauseabundas, con una decidida predilección por el estiércol, las heces, ingredientes adornados con gusanos y lombrices, o bien la ponzoña la bosta; y de preferencia la sangre y la orina. De entre los fenómenos naturales que pretenden subvertir, y en el propósito de repeler y desbaratar la intervención de un hado adverso recurren a arbitrios supremos como aquel en que se levanta el rastro de la víctima y se echa ese polvo en un curso de agua, el que exige atravesar muñecos con espinas y alfileres o el que impone la absorción de brevajes fétidos. Está demás advertir que las fumigaciones gozan de un papel preponderante en el ritual y en estos sahumerios se aprovecha la repulsión de los sentidos antes que las cualidades desinfectantes o profilácticas. Felizmente la tierra chilena no produce estupefacientes o narcóticos al estilo de los de las otras naciones americanas (marihuana, daturas, coca, pulque, etc.), pero la mórbida imaginación de los inclinados hacia la fantasía y el delirio ha encontrado en el alcohol de uva los buscados "paraísos artificiales", amagando con el vicio de la embriaguez la austeridad del apacible vivir y la prosecución de las costumbres sanas y sencillas de la gente de campo. Numerosos y variados han sido los herbolarios medicinales recolectados a base de especies chilenas, pero muchos de ellos solamente asociaron las virtudes vegetales a la docta medicina, alejando esas enseñanzas de la gente sencilla que busca y prefiere sus costumbres, sus creencias y su vocabulario. Demás está advertir que esos manuales o tratados no militan en el campo folklórico. De las artes cosméticas pocas referencias se pueden hacer en relación con los preparados caseros. Las recetas - tan efectivas como simples - heredadas de los viejos tiempos se perdieron y apenas se buscan para sahumerios, entre las cuales aun imperan: el romero, la salvia y en determinados casos el incienso. Poco a poco entran en desuso los estimulantes de la piel como la zarzaparrilla chilena y se olvida la aromática agua de toronjil o la aplicación de hojas de arrayán. En las labores caseras de la tintorería no se consultan creaciones criollas y todo el recetario se basa en la alquimia de los araucanos o promaucaes. Aún se usan en hilanderías el quilo, el culón y el quillay hervidos en orines humanos, los tintes de algarrobilla, chapico y contra-yerba o dauda y el mordiente de quilmay. Resulta muy interesante comprobar la tradición universal de la hechicería y establecer contacto con los aportes hispánicos o europeos. Pueden consultarse para este efecto las obras de Jorge Sand, Thomas Hardy, Cervantes, Calderón de la Barca, Ruiz de Alarcón, Shakespeare, Goethe, Scribe, Alejandro Dumas, Pirandello, Gil Vicente, Menendez Pelayo, Casanova, Velez de Guevara, Martzenbusch; y aún Apuleyo, Platón, Petronío. Machiavello, etc. En novelas españolas se encuentran los "trababajos con azufre", el "mal de ojo", los "vuelos en palo de escoba", las transformaciones en lechuza, etc.; como asimismo los brujos que chupan la sangre de los niños y el macho cabrio. Entre los chachivaches, merjunges y trastos con cualidades curativas, de la hechicería chilena, se han catalogado: las copuchas; los anillos, pulseras y argollas de cobre; como también las uñas de la gran bestia, la piedra bezoar, la enjundia (grasa de ave), el ungüento de rana, el unto sin sal, las cáscaras de huevo preparadas, los cocimientos vegetales, las birmas (bizmas) para luxaciones, los parches y en especial la piedra imán y la grasa de la Vírgen, que se obtiene en el Santuario de Andacollo (Prov. de Coquimbo).
Bibliografía Laval, Enrique. "Botica de los Jesuítas". Santiago, 1953.
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