En un calabozo
EN UN CALABOZO.
¡Cuán triste debe ser y cuán amargo
Vivir en este sucio asilo estrecho,
Sintiendo sin cesar dentro del pecho
De la airada conciencia el justo cargo!
¡Cuántas horas de angustia y de letargo
Ofrecerá al culpable el duro lecho,
Y cuántas, ¡ay! en lágrimas deshecho
De su existencia el fin hallará largo!
Pero á mí ¿qué me importa tu tristeza?
Como en almohada de caliente pluma
Reclino en tu tarima mi cabeza;
La culpa, no el castigo, es lo que abruma,
Y rompe mi virtud toda vileza
Como el alto bajel rompe la espuma.
Cárcel del Saladero, Mayo, 1867.