En tus juicios, gran Dios, la equidad brilla
En tus juicios, gran Dios, la equidad brilla: tu amor al hombre forma tu embeleso; mas perdonar mi ingratitud, confieso que de tu augusto Ser fuera mancilla. El alma, un tiempo cándida, sencilla, inicua ya y dolosa en luengo exceso, de tu cólera aguarda el justo peso; ni en tu poder cupiera el reprimilla. ¿No es tuyo el rayo? ¿Tu bondad qué espera? Guerra por guerra a la impotente nada que provocó tu indignación severa. El rayo estalle de tu diestra airada... Mas ¿en qué parte descargar pudiera, que no esté en sangre de Jesús bañada?