En sortijas y flores de oro ardiente
En sortijas y flores de oro ardiente, de perlas y rubíes coronada, con hermosas figuras enlazada, cercó mi Luz la bella blanca frente. Los olores que siembran en oriente, y la ámbar que en sus hebras fue sagrada, se movieron con la aura sosegada, cual en el manso mar el sol luciente. Espíritus de amor en aquel fuego armaron las saetas y cadena y ardió el cruel, herido preso cuello. Yo, traspasado el pecho quedé ciego; mas fue mucho mayor mi acerba pena que en llama eterna me enredó el cabello.