En media hora un soneto
¡En media hora un soneto! ¿A qué cristiano a tan bárbaro afán se le condena? ¿Y es Filis quien lo quiere? ¿A qué otra pena me sentenciara un Fálaris tirano? Pues qué, ¿no hay más? O ¿están tan a la mano los consonantes como en esta amena margen del Turia la menuda arena en que tu blanco pie se imprime ufano? No, cara Filis; mándame otra cosa, ora de riesgo sea, ora de afrenta; que a cuanto de mis órdenes concedo. Pero ¿un soneto, y qué, por ser tú hermosa, en ello, al fin, mi necedad consienta? No, Filis, no; perdóname: ¡no puedo!