En la paz del sepulcro
Por el sendero amable del viejo cementerio
sombreado por cipreses de la época ancestral
camina cabizbaja y tal vez presurosa
una dama enlutada de desnuda faz.
A orillas del arroyo que bordea el sendero
un viejo octogenario se ha puesto a descansar
renovando las fuerzas para entrar al recinto
donde el hijo querido duerme el sueño eternal.
Cruzó por su delante la dama presurosa
y al anciano al instante le llamó el corazón
y le dijo eres padre, ésa fue la perjura
que al matar un cariño a tu hijo muerte dió.
Al impulso de esas frases de idiomas sobre humanos
se levantó el anciano y al cementerio entró
y al llegar a la tumba de su hijo idolatrado
pudo ver a la infame rezando una oración.
Mujer falsa é innoble, soy padre de ese hombre
que pagó con la muerte tu desamor
tus labios siempre impuros de mujer libertina
cometen sacrilegios al fingir devoción
que en la paz del sepulcro profana tu oración
vete nunca más vengas que ese hijo fue mi vida
y mis labios tremolantes piden por él a Dios.