En la duda
«Para ti, cuanto quieras...» -Te confieso que, al leer estas letras de tu mano, quedé como el avaro que cercano viera el tesoro que guardaba Creso. Recordé de tu boca el dulce beso, de tus ojos el fuego soberano, tu pródiga hermosura, y el arcano en que el amor se enciende y vive preso. Si es verdad que a que elija te acomodas entre más joyas que mujer alguna llevó jamás para alegrar sus bodas, yo dudoso entre tantas, ¡oh fortuna!, todas las quiero, todas, todas, todas... ¡Pero, por Dios, que no me falte una!