El Libro del Trópico
de Arturo Ambrogi
En la Sacadera
Nota: Versión de 1915, se respeta la ortografía original de la época.

En el propio corazón de la montaña, en lo más profundo del barranco, entre los intrincados zarzales, que cunden las manchas de quiebracajetes y vistosos chonchos está instalada la sacadera.[1] Guzmán, el audaz, burla por sexta vez a la montada[2] que le sigue los pasos; y al abrigo de los fuertes conacastes que esmaltan las laderas, a la sombra de los barillos, semejantes a los cedros bíblicos, y de los guarumos,[3] cuyas hojas, por el tinte y por el olor que despiden, recuerdan el celuloide de los impermeables, destila tranquilamente su chaparro.[4] En la peligrosa faena le ayudan el compadre Chomo,[5] el tuerto Hilario y el Macho.[6]

─Lo que es ahora ─piensa Guzmán─ no habrá vaqueano[7] que dé con nosotros. ¿Quién va a ser el arrecho[8] que se anime? ¡Allá se lo haiga!

Ellos están dispuestos esta vez a no dejarse agarrar. ¡Valiente negocio había hecho el mentado Guzmán y el compadre Chomo la última vez que la escolta les pescó en plena fabricación, y arreó con todos ellos, haciéndoles cargar con las ollas y todos los demás trebejos! Seis leguas y media a pie... Y lo de la caminata no valía un hijo de piña; los doscientos pesos de multa era lo que todavía les ardía. ¡Y pocas que habían sido las carreras y las vueltas que costó conseguirlos! Y de todo había sido el culpable Ugenio,[9] el de la ña Maclovia,[10] que fue, por miedo, a soplárselo al Inspector de Hacienda. Buena se la reservaba Guzmán al chismoso, si un día llegaba a toparse con él. Lo macheteaba. Por su madrecita lo había jurado. Bueno es que un hombre se vengue de quien le ha jorobado; pero él y ño Chomo[11] ¿qué le habían hecho al Ugenio? Nada. Por lo menos que él lo supiese.

Ahora eran cinco los sacadores, contando al nieto del tuerto Hilario, que era un peje. Vivo como una ardilla, incansable como un hombre forjado para el trabajo, había logrado hacerse querer de aquellos veteranos del contrabando. Se interesaba por la maracha expedita de los negocios, y en no lejano día llegaría a ser uno con quien el inspector tendría que habérselas tieso. Era una hermosa promesa: un polluelo de águila, que aquellos viejos cuidaban y mimaban, reservándolo al porvenir.

Atraquémosle juego.[12] Yes hora─[13] dijo el compadre Chomo.

Acercá la leña, Guatón...

El Guatón, que así llamaban al nieto del tuerto Hilario por tener desarrollado un tanto más de lo corriente el tejido adiposo, comenzó a a carrear brazadas de leña, que los contrabandistas iban acomodando en el interior del horno, cavado en el borde de un paredón. La leña que usaban era de guachipilín,[14] completamente seca, y en rajas.

Aprobaste la chicha si está güena?[15]

─Está güena. Pero el dulce de ño Liandro está mero ishcáque. Ese viejo es un malavaina.

Atráquele juego, compadre.

El compadre rayó una cerilla, y pegó fuego a una tusa que el tuerto Hilario había desfloronado para facilitar la incineración. En seguida la colocó entre las rajas de leña entreveradas de chiribiscos[16], que al momento comenzaron a chirriar. El humo envolvió la ollaza y circuyentes en una densa nubarrada sofocante. Los chiribiscos chirriaban cada vez más. De pronto, aquella queja cesó, y el humo fue disolviéndose. Las rajas de leña, humeantes, comenzaban a prender. Entonces el tuerto cogió un sombrero viejo, de palma, y comenzó a soplar. Las llamas cobraron vida nuevamente; las rajas parecían, encendidas, pedazos de hierro en forja. en un instante aquel fegón llegó a parecer la hoguera sabatina lista para cocer, en la infernal marmita, el brevaje de las brujas y los duendes. Pero el humo no desaparecía por completo. Una columnilla plomiza ascendía, y deshilachándose entre las ramas de los guarumos y los barillos lograba atravesar la bóveda de verdur, y flotar por el espacio en impalpables vedijas. Esto inquietaba a Guzmán. Si ese humillo de cigarro era percibiddo de lejos por algún mal intencionado, estaban perdidos.

─Guatón: apartá esa leña, que está verdiosa, y buscá la más seca. ¡No vayaser el Diablo!

Por fin el humillo desapareció. Las llamas brillaban solas, acariciando en lianescos enmadejamientos la panza ahumada de la ollaza.

─Anoche agarraron al Chipe─ dijo el Macho, que en esos momentos colocaba la cabezona sobre la ollaza, en cuyo hondo seno comenzaba a iniciarse un sordo rumor de ebullición.

La noticia cayó como una bomba, entre todos aquellos hombres.

Guzmán, que en ese mismo instante iba a echar una raja de leña para avivar el fuego, quedó en suspenso; el tuerto Hilario, a pesar de la costra de mugre y las marcas de viruela de su rostro, palideció con palidez desusada; el Guatón se acercó, lleno de curiosidad medrosa; solo el compadre Chomo recibió la noticia con absoluta tranquilidad. ¡Estaba tan acostumbrado a recibirlas! Además la captura del Chipe no era más que un hecho natural. Ellos robaban al Gobierno, y era justo que éste los persiguiera con tenacidad. Lo único que le parecía estúpido era dejarse agarrar así, tan tontamente, como un niño. Había que saber escurrirle el bulto a la montada, que ante los breñales de una montaña y el misterio que ésta encierra, deponía gran parte de su celo. Por ese motivo, se redujo a encogerse de hombros ante la noticia que comunicaba tan solemnemente el Macho.

Los demás, impacientes, interrogaron a un tiempo:

─¿Onde lo agarraron?

─Pues anoche, en el pueblo.


***EDICION EN PROGRESO***



Glosario (no incluido en la obra original).

  1. Según se infiere en el texto, lugar destinado a la fabricación de licor ilegal.
  2. Policía a caballo.
  3. Cecropia peltata, árbol de 5 a 30 m de altura, con el tronco derecho y hueco, conocido también como "palo de hueso".
  4. Especie de aguardiente hecho artesanalmente.
  5. Hipocorístico del nombre propio masculino Jerónimo.
  6. A veces "macho" se utiliza como sinónimo de caballo.
  7. Baquiano, alguien experimentado en los caminos, trochas y atajos, y que actúa como guía para transitar por ellos.
  8. Valiente o animoso.
  9. Eugenio.
  10. Forma reducida de señora, tratamiento que se antepone al nombre de una mujer.
  11. Aféresis de señor, tratamiento que se antepone al nombre de un hombre.
  12. "Prendámosle fuego."
  13. Contracción de "ya es".
  14. Diphysa americana, es una especie botánica, arbusto perenne de la subfamilia de las Faboideae.
  15. "Probaste la chicha si está buena?"
  16. Palitos o ramitas secos.