En el álbum de S. A. la Infanta Doña Isabel

Poesías sueltas
de José Zorrilla
En el álbum de S. A. la Infanta Doña Isabel

En el álbum de S. A. la Infanta Doña Isabel

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En vuestro álbum escribir
me ordena por Vos un ser
de quien me ordenó vivir
Dios cautivo hasta morir
por amor y por deber.
Mas dignaos advertir
que para haceros servir
no era tanto menester,
pues me honráis Vos con querer
lo que a mí me honra cumplir.

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Su sola presentación,
por sólo ser de quién es,
da a este álbum pasa y razón;
y pues prez da y galardón
él donde va, venga pues;
yo sé que mi obligación
es poner mi corazón
y mi pluma a vuestros pies;
y lo están… sin interés,
sin plazo y sin condición.

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Mas de este álbum ¡ay de mí!
hay que miniar el papel
con una gota turquí
de la sangre de una hurí
recogida en un clavel,
y tomando por pincel
el pico de un colibrí,
que no iba más que miel;
en vuestro álbum, Isabel,
no se escribe más que así.

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Quisiera así escribir yo:
pero así, ¿cómo y con qué?
La que por Vos me le dió
en mis manos le dejó,
me dijo «escribe» y se fué.
Le he de escribir, ¿cómo no?
Mas, señora, os juro a fe,
que desde que a mí llegó
no sé lo que me pasó
que lo que es de mí no sé.

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Le miro y vuelvo a mirar,
le hojeo y vuelvo a hojear;
una hoja dela otra en pos
me detengo a contemplar;
una busco en que firmar
y se me pasa entre dos.
¡Ay! Vuestro álbum es el mar
en donde me arroja Dios
mi pensamiento a buscar…
y yo no hallo más que a Vos.

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Busco una idea a través
del ondulaje en que van
y vienen, como una mies
sobre quien los vientos dan,
las mías; pero mi afán
perdido e inútil es:
mis pensamientos están
todos con Vos. ¿Qué trae, pues,
vuestro álbum? ¿Es talismán
que os echa almas a los pies?

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Eso trae, y eso al traer,
trae de mi alma al interior
de la esperanza el albor,
la luz del amanecer,
la prez de vuestro favor,
el vapor de vuestro ser,
no como el de una mujer
sino como el de una flor:
la flor que planta el deber
y que cultiva el honor.

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Trae además para mí
vuestro álbum más alta prez
que ambiciona la altivez
de mi ingenio baladí:
jamás fué par el neblí
con el águila; y buen juez
de mí mismo, si esta vez
hasta estas hojas subí,
mirad que me alzó hasta aquí
vuestra regia esplendidez.

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Aquí os voy, pues, a poner
un cantar, no por llenar
un deber, no; por saber
que, el álbum al registrar,
pro mis versos vais, al leer,
vuestros ojos a pasar;
y si logro yo el placer
de que os logren agradar,
¡qué honrados se van a ver
los versos de mi cantar!

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Mas ¿por qué anheláis, señora,
tener aquí un vil montón
de versos míos, ahora
que mi vieja musa llora,
y a la puerta del panteón,
la vejez me desvigora,
del mundo me desamora,
me amilana el corazón
y tiene a mi guzla mora
descordada en un rincón?

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¿Cómo ya hasta Vuestra Alteza
elevar podrá un cantar
un viejo, de quien ya empieza
a desvariar la cabeza
y la lengua a balbucear,
y que vacila y tropieza
al escribir y al andar?
Imposible: mi torpeza
de este papel la limpieza
no se atreve a emborronar.

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Vuestra Alteza me perdone:
para mí es sólo el sonrojo
de no poder vuestro antojo
cumplir, mas la edad me abone.
Llegar a viejo supone
cambiar de ser; no es mancilla;
mas dejar de ser, humilla;
y pues lo que fué ya no es,
sólo pone a vuestros pies
lo que fué
           JOSÉ ZORRILLA.