En Nápoles
Entre cien luces y ciento,
tan clara del firmamento
resplandece en la mitad
la blanca hermana de Febo,
que es la noche día nuevo,
de más suave claridad.
Tiempo ha que la hermosa fiesta
no vi de noches como ésta:
Las noches de mi país,
rivales del día ufanas,
Oh noches napolitanas,
a mi recuerdo mentís.
De las brisas al halago,
¿No semeja el mar un lago,
de tormentas incapaz,
en cuyas aguas serenas
moran hermosas sirenas,
amigas de calma y paz?
Se está dormida quedando
Parténope bella, al blando
vago arrullo de la mar:
¡Qué quietud! vosotras solas
murmuráis, continuas olas,
apenas, al expirar.
No; que la brisa sonora
la canción me trae ahora
de fino amador que al píe
del usado balcón vela,
y al son de blanda vihuela
canta su amorosa fe,
El fresco nocturno ambiente
todo empapado ¡se siente
en el aroma sutil,
que hurta a vecinos jardines,
de azahar, mirto, jazmines,
y olorosas flores mil.
Cuanto siento, escucho y veo
es deleites; el deseo
anhelar no puede más;
¿Por qué pues, dime, alma mía,
llena de melancolía
aquí y en tal noche estás?
¡Ah! porque ningún amigo
o amada goza conmigo
de tal noche la beldad,
y aun en sitios tan amenos
mi corazón echa menos
su otra no hallada mitad.
(1857)