Elvira, soltá el puñal
doña Sol, tiradvos fuera,
non me tengades el brazo,
dejadme, doña Jimena:
non me tolláis el rencor,
que me empacha la vergüenza,
que todas mis fechorías
manchen mis suertes siniestras.
¡Á mis fijas, falsos Condes,
y á mis acatadas dueñas,
canes, facéis tales tuertos,
tenudas en lueñas tierras!
¡Á mí, que vos dí humildoso
mis fijas, cuando os las diera
de mil pulidas garnachas
guarnidas y ricas prendas!
Endonevos mis espadas,
lo mejor de mi facienda,
y en dos mil maravedís
me empeñara yo en Valencia;
cadenas de oro de Arabia
con buenos ingenios fechas,
que en la su mandadería
me enviara el Rey de Persia;
caballos os dí ruanos,
y para en plaza seis yeguas,
sendas capas de contray
con los aforros de felpa;
¡y en pago de mis fiducias,
y en pago de mis recuestas,
me las enviades, Condes,
azotadas sin vergüenza,
sus albos cuerpos desnudos,
ligadas sus manos bellas,
sus crenchas desmelenadas,
sus tristes carnes abiertas!
¡Voto hago al Pescador
que gobierna nuestra Iglesia,
y mal grado haya con él
cuando le fable en Cardeña,
si en Fromesta y Carrión,
Torquemada y Valenzuela,
villas de vuesos condados,
queda piedra sobre piedra!
Antolínez testimonio,
Peláez vino con ellas;
yo vos pondré la caluña
tal que atemorice en vella;
que con ella y mi razón,
ellos y sus parentelas
han de fincar á mis manos,
á mis agravios desfechas.
Camperos tiene el buen rey
que vos apañen y prendan;
fágame justicia en todo
y tendré mi espada queda.—
Esto fabló y dijo el Cid,
y cabalgando en Babieca
partió de Valencia á Burgos
á dar al rey su querella.