Elementos de economía política: 85


Capítulo XXI : De los empréstitos y del crédito público. editar

    • I. De la naturaleza del sistema de los empréstitos públicos.
    • II. Del crédito público.
    • III. Cotejo entre la contribución y el empréstito.
    • IV. Sobre la necesidad de los empréstitos públicos.
    • V. De algunas opiniones sobre el empréstito.
    • VI. Resumen.

§. VI. Resumen. editar

577. La cuestión de los empréstitos es fundamental. Las ideas que hasta el presente nos hemos formado de ese sistema de consumo son más bien administrativas y políticas que económicas; para que de ellas se forme el público una noción exacta, los economistas tienen todavía numerosas preocupaciones que destruir, y muchos análisis muy delicados que hacer.
Mientras haya hombres importantes en el Estado que no teman aumentar la deuda pública, los Gobiernos se empeñarán demasiado y creerán hacer con ello un bien. ¡Es tan grato cobrar el dinero de los contribuyentes, gastarlo sin tasa, creerse por ello hombre hábil y adquirir derecho a la gratitud pública!
Mediten los publicistas a todas horas los escritos de Vauban, de Quesnay, de Turgot, de J. B. Say, de Ricardo, etc., etc., que han predicado la justicia, la economía, la moderación en las contribuciones y el horror a los empréstitos, verdades ya algo conocidas, pero diariamente atropelladas.
578. «Evite el Estado los empréstitos que forman rentas metálicas, que los abruman con deudas devoradoras y que ocasionan un comercio o tráfico de caudales por medio de los papeles comerciales, en que el descuento aumenta más y más los haberes particulares estériles. Esos haberes separan a los caudales de la agricultura y privan a los campos de las riquezas necesarias para la mejora de los fundos y para el laborío de las tierras [1]
«No esperemos recursos para las necesidades extraordinarias de un Estado, más que de la prosperidad de la nación, y no del crédito de los hacendistas, porque los caudales pecuniarios son riquezas clandestinas que no conocen ni rey ni patria [2]
579. En estos términos resume Florez Estrada en su Curso de Economía política los diferentes males que ocasiona el sistema de los empréstitos públicos [3]:
«1.º Este sistema arrastra los Gobiernos a la prodigalidad.
»2.º Produce guerras injustas.
»3.º Contribuye a consolidar el despotismo.
»4.º Fomenta la inmoralidad.
»5.º Impide que las contribuciones sean repartidas con igualdad.
»6.º Exime de todo impuesto la renta de las clases más ricas.
»7.º Disminuye el número de los contribuyentes.
»8.º Aumenta el número de los capitalistas ociosos y disminuye el de los capitalistas activos.
»9.º Arrebata a la producción los fondos destinados al juego de la Bolsa.
»10.º Encarece los productos nacionales, y por consecuencia impide su exportación, lo que no puede verificarse sin disminuirse la producción.
»11.º Ocasiona al país un sacrificio mayor del que sufriría si el Gobierno exigiese, por medio de una contribución, los fondos que toma prestados.
»12.º Es causa de que los Gobiernos existentes devoren los recursos de las generaciones futuras.
»13.º Imposibilita al contribuyente de conocer el estado de su fortuna.
»14.º Extingue el amor del trabajo y de la frugalidad.
»15.º Priva a la industria de un gran número de brazos.
»16.º Hace embarazosa la administración de la Hacienda.
»17.º Convierte a la nación deudora en tributaria de la nación acreedora, siempre que la cuota del interés sea más alta que la del mercado.
»18.º En fin, produce una subida en el interés del dinero y una baja en las utilidades del capital, perjuicio para los progresos de la industria, en mí concepto, el mayor de todos los enumerados.»





  1. Quesnay, XXX y última máxima del Gobierno. Fisiócratas, pág. 104 de la Colección de Guillaumin.
  2. Máxima XXIX. Luis XV solía decir: «Los hacendistas sostienen a un reino, como la cuerda sostiene al ahorcado».
  3. Tomo II y pág. 507, quinta edición de 1840.