Elementos de economía política: 40


Capítulo IX : Del capital (continuación). Del capital. En monedas. editar

    • I. Oficio y cualidades de la moneda.
    • II. Cualidad de los metales preciosos.
    • III. Consideraciones sobre el valor de las monedas; la moneda no es ni un signo de los valores, ni la medida exacta de los mismos.
    • IV. Comparación del valor de los diferentes metales amonedados. -Monedas de cobre.
    • V. -Consideraciones sobre la forma, la composición y el nombre de las monedas.
    • VI. Del numerario.

§. V. Consideraciones sobre la forma, la composición y los nombres de las monedas. editar

291. El metal en barras podría en rigor servir de moneda, y aún es de creer que primitivamente los cambios se efectuarían con metales en barras no trabajados, sin marca ni cuño. Plinio dice, con referencia a un autor antiguo, que hasta Servio Tulio los romanos se sirvieron de barritas de cobre sin marca; pero sin remontarnos a tiempos tan antiguos, M. Horacio Say nos dice [1] «que no hace muchos años que en lo interior del Brasil todavía se empleaba como moneda el metal sin labrar: cada uno llevaba entonces consigo un saquito de cuero lleno de polvo de oro, y además un pesito para medir la cantidad de aquella especie de moneda que daba o recibía». Acaso sea excusado decir que el uso de los metales, en ese estado de imperfección, está sujeto a dos gravísimos inconvenientes, la dificultad de pesarlos y la de asegurarse de su buena o mala calidad. No es fácil pesar metales preciosos, en los que una pequeña diferencia en el peso envuelve una diferencia muy grande en el valor; la operación del ensayo, operación necesariamente química, es todavía más impracticable para el vulgo de las gentes. ¡Qué de afán y de tiempo no han debido perderse antes de llegar a la marca de las monedas! ¡Qué de errores y de apuros en las transacciones mercantiles! La marea ha bastado para garantizar al comprador de la moneda la finura y la cantidad del metal precioso comprado.
292. Esto no obstante, las piezas no indican expresamente su peso y su título. Cuando leemos las palabras 1 franco en las piezas de este nombre no quiere decir que contengan 4 gramos, 50 centigramos de plata pura y 50 centigramos de cobre; no lo sabemos sino de un modo indirecto, lo cual es un inconveniente que en todos tiempos ha embrollado las ideas sobre la moneda, y contribuido a propagar la preocupación vulgar de que el valor de la moneda consiste en el nombre y no en el valor intrínseco de la mercancía que ese nombre representa. Fácil es sin duda hacer que desaparezca esta imperfección, y aunque hace mucho tiempo que los economistas reclaman esa reforma de nombres [2], muchos años han de pasar todavía antes de que se consienta en dar a 1 franco por ejemplo, el nombre de 5 gramos de plata a 9/10, de plata fina. Mas aún: si no se fija la atención seriamente en este punto, acaso parecerá a primera vista que semejante mudanza no pasa de tener una importancia muy secundaria.
293. Se ha dicho que, aunque no se dé un nombre propio a las piezas de monedas, el uso se lo da, como ya ha sucedido con los florines, a causa de una flor que se veía representada en ellos; con los luises, a causa del nombre de los reyes que hacían representar en ellos su efigie; con las coronas, etc.; pero es fácil discurrir que un nombre impuesto por el uso se ve constantemente reducido a su verdadera significación por medio de los contratos y de las escrituras públicas, y que en ningún caso es posible olvidar el peso escrito de la pieza de moneda.
294. Ya hemos visto que una de las ventajas de la moneda consiste en poder subdividirse para comprar pequeños objetos o fracciones de objetos; ahora debemos añadir que no se han señalado límites a estas subdivisiones. Compréndese fácilmente que si hay demasiadas, los particulares pierden tiempo en contarlas, y el fabricante tiene que pagar más de hechuras, por la razón de que 10 piezas de 2 rs., por ejemplo, necesitan diez golpes de volante, al paso que una pieza de 20 rs. no necesita más que uno. Por otra parte, es necesario que circulen en cantidad bastante crecida y en razón directa del número y del valor de las cosas que la sociedad compra y vende más comúnmente; pero nos sería imposible indicar la cifra exacta de la proporción que debe existir en este punto.
295. Se ha reconocido que es necesario un poco de liga para dar a las monedas de oro y plata más duración, y también para dispensarse de una refinadura completa, que aumentaría mucho los gastos de consumo. Esta adición de cobre no da valor ninguno a las piezas, y sólo se estiman los nueve décimos de oro o plata fina: salva la proporción de la liga, lo mismo sucede en todos los países del mundo.
296. Ahora, cuando una pieza está desgastada, el Gobierno, que por lo común es el único fabricante de la moneda, ¿debe recoger la moneda vieja en el mismo pié que si estuviera nueva? La opinión más general está por la afirmativa, y la razón que se da es que, habiéndose desgastado la pieza en el servicio de la sociedad entera, el Gobierno, representante de esa misma sociedad, debe recogerla, a menos de que sea falsa o esté alterada. En este último caso, a quien naturalmente le correspondía cerciorarse de si era o no buena es al portador.
El Gobierno se reserva el servicio exclusivo de este linaje de artefactos, no tanto por obtener un lucro sobre esta industria, como por ofrecer al público más garantías que las que lo darían unas fábricas particulares.

  1. Diario de los Economistas, Mayo, 1843.
  2. En España tenemos ya de antiguo introducida esta reforma en la onza de oro, aunque en todo lo demás nuestro sistema monetario es uno de los más imperfectos.