Elementos de economía política: 28


Capítulo VII : Del capital, tercer instrumento de producción. editar

    • I. De la naturaleza del capital.
    • II. De las diferentes especies de capitales.
    • III. Cómo se forman los capitales.
    • IV. De la posibilidad de evaluar el capital nacional.

§. I. De la naturaleza del capital. editar

195. Ya hemos visto (cap. III, §. III) que el capital se diferencia de los otros dos instrumentos de la producción en que es artificial, obtenido por el hombre, y en que su poder puede aumentarse casi indefinidamente: «El capital, dice M. Rossi, es casi la vida material de los Estados, la medida de su civilización y de su progreso... El capital, bajo cien formas diversas, pone en movimiento, anima y duplica las fuerzas sociales; merced al capital se acercan los hombres unos a otros... se multiplican los gustos, y va el hombre, elevándose poco a poco en la escala de sus necesidades y de sus goces.»
196. El capital, ya lo hemos dicho, lo componen los instrumentos apropiados de que necesita la industria: los edificios, los instrumentos y herramientas, los ganados, las mercancías, las monedas [1], etc., y también las clientelas, la parroquia de un almacén o de una tienda, la suscrición de un periódico, etc., que puede venderse o alquilarse, y las capacidades, los talentos adquiridos, de que también puede sacarse un provecho alquilándolos.
197. Por consiguiente, bajo cierto punto de vista, el hombre es un capital; pero aquí M. Rossi hace una distinción importante. En su concepto se comete una inexactitud cuando se dice que el niño capitaliza todo lo que consume, como el perro y el buey, instrumentos de que podemos deshacernos a nuestro antojo. El hombre está obligado a vivir, y tenemos obligación de mantenerle, como él la tiene de trabajar; pero cuando es llegado el momento del trabajo natural, si se lo hace hacer un aprendizaje cualquiera, ahorra, capitaliza todo el trabajo natural de que es capaz, y de que se le priva durante el aprendizaje.
El pastorcillo, el niño empleado en las fábricas, gastan todo su trabajo, no capitalizan nada o casi nada; el aprendiz capitaliza mucho más, pues que su padre se priva de una parte de su trabajo, y lo deja adquirir y acumular conocimientos, de que podrá disponer más adelanto.
198. Para penetrarse bien de cuál es la naturaleza de los capitales y del oficio que desempeñan en las operaciones productivas, es preciso comprender dos expresiones: adelanto y consumo, de que vamos a servirnos. En adelanto es un valor empleado, de tal suerte que se hallará restablecido más adelante; no es un valor perdido, como si sirviera para satisfacer nuestras necesidades o las de nuestra familia o las de las personas a quienes le damos; es un valor consumido, y que, sin embargo, volverá a nuestras manos. Así como producir no significa en economía política crear materia, sino crear valor, consumir no significa destruir materia, sino destruir valor; porque el hombre es tan impotente para destruir un átomo de materia como para crearle. Así, por consumo debemos entender la destrucción parcial o total de la utilidad, de esa cantidad moral, o más bien económica, que da a la materia el valor que hace de ella una riqueza. Aunque se conserve el valor capital, los productos de que se compone el capital quedan verdaderamente consumidos en todo el rigor de la expresión, porque la utilidad que residía en ellos está destruida. Cuando el color del añil se ha trasmitido al paño azul, el añil, como droga de tintorería que tiene un valor, está verdaderamente consumido, pues que ya no conserva ningún valor cambiable.
199. Si observamos, pues, de qué se compone la operación de un empresario; notamos: 1.º, que consiste en consumir los objetos sobre los cuales se ejerce su industria, instrumentos y jornales de operarios; 2.º, que todos estos consumos no son más que adelantos, pues que de ellos saldrá un producto cuyo valor le reembolsará. Estos adelantos y estos consumos son menos fáciles de observar en la industria mercantil que en las otras dos; pero ¿no podemos considerar las mercancías compradas como la primera materia sobre la cual se ejerce nuestra industria? Nuestras remesas en grande ¿no son consumos análogos a las semillas que confiamos a la tierra? Y las mercancías que nos llevan en cambio ¿no son cosechas, productos nuevos, resultantes de ese consumo, y que nos reembolsan nuestros adelantos? El oficio de un capital es suministrar el valor de esos adelantos, dejarse consumir para renacer bajo otras formas, dejarse consumir de nuevo para volver a renacer, y así sucesiva y constantemente de un modo productivo. En menos palabras, un capital es una suma de valores consagrados a hacer adelantos a la producción, y el empresario es el que le consume y le reproduce, ya le pertenezca en propiedad, ya se le presten.
200. Tan luego como están reembolsados los adelantos hechos en favor de una producción por medio de la realización del producto que de ellos ha resultado, pueden emplearse de nuevo, de suerte que el mismo capital sirve muchas veces, para la misma producción en el mismo año. Un panadero podría, en rigor, comprar día por día la harina con que hace su pan y la leña con que enciende su horno, y también puede vender su pan día por día; en este caso, adelanta esa porción de su capital trescientas sesenta y cinco veces al año, y la recobra otras tantas. En la refinación del azúcar, los adelantos se hacen lo menos por dos meses; lo menos por doce en el curtido de los cueros, y por más aún en el comercio de exportación.
201. El conocimiento de la naturaleza íntima del capital es, según M. Rossi, una de las partes más espinosas de la economía política. En este punto se contradicen algunos autores, y emiten proposiciones vagas, complexas y mal definidas, que introducen suma oscuridad en las deduciones, y dificultan la apreciación de los resultados prácticos.
Según el mismo economista, debemos definir el capital: un producto ahorrado destinado a la reproducción. Esta definición comporta tres nociones: las del producto, el ahorro y la reproducción.
J. B. Say no incluye en su definición más que las dos primeras, y entiende por capital: la simple acumulación de los productos.
202. M. Rossi, para explicar bien su pensamiento, analiza el trabajo del salvaje, que después de haber matado a una alimaña hace de ella tres porciones; la que se come, la que guarda para el día siguiente, y la que podrá servirle para cazar, como por ejemplo, los cuernos del animal, que serán un instrumento de trabajo, un capital, en fin. Para M. Rossi, lo que se guarda para el día siguiente no es un capital; de lo contrario tendríamos que decir que la hormiga capitaliza.
De este modo de entrever la naturaleza de las cosas resultan consecuencias importantes.
203. 1.º El ahorro no es, como se ha dicho, un agente de la producción, a menos de que se entienda en sentido figurado, y se quiera decir que el ahorro conduce al capital. El ahorro no es más que un hecho negativo: no consumir no es producir.
204. 2.º Conocer la suma de los productos ahorrados de un país no es conocer su capital, es decir, la porción de los productos aplicados a la reproducción.
205. 3.º Las monedas no son un capital sino cuando están destinadas a la reproducción, porque entonces su valor no se disipa, y no hace más que cambiar de forma. En cuanto a las sumas de dinero que nos proporcionan nuestras ganancias, nuestras rentas, y que están destinadas a cubrir nuestras necesidades de familia, no forman parte de ningún capital (véase lo que sobre esto decimos más adelante); así, si hay mil millones de numerario en España, y si un tercio de esta suma está habitualmente empleado en la manutención de las familias sólo poco más de seiscientos sesenta y seis millones del numerario de España forma parte de sus capitales.
206. Acaso es también útil recordar aquí, que para que una suma de valores lleve el nombre de capital, no es de modo alguno necesario que esté en metálico, y que si se evalúa un capital en moneda, es únicamente para formarse una idea clara de su importancia y darle una denominación común a otros. Así los capitales de un país son diferentes de su numerario. En efecto, siempre que se emplea un valor capital, se le pone bajo la forma que más conviene al objeto que uno se propone. Si queremos hacer compras, reducimos nuestro capital a dinero; si queremos hacer especulaciones o remesas, le reducimos a mercancías, a objetos de exportación; si queremos hacer fábricas, le reducimos a máquinas, edificios, etc. Sin embargo, siempre que se da principio a una empresa, es costumbre reducir los valores capitales y cambiarlos por una suma de numerario, porque con este numerario se efectúan más fácilmente nuevas trasformaciones, y esto a causa de las propiedades de la moneda. Tal es la razón por la que el público no ve el capital más que en los valores metálicos [2].
207. Según la definición que adoptamos, no se puede llamar capital a los comestibles, a los vestidos, a los muebles [3] ni a los demás fondos de consumo que sirven para el sostén de los trabajadores y de los capitalistas. J. B. Say ha clasificado muy bien a esos fondos en la categoría de los capitales productivos de utilidad y recreo; pero M. Rossi, siguiendo una idea en que Smith no se fijó bastante, cree que no deben hacerse figurar esos fondos más que con las rentas, para no tomarlos en cuenta dos veces. Según él, la naturaleza del capital no abraza los jornales, los adelantos hechos a los trabajadores.
208. Las consecuencias de este modo de ver son inmensas: el hombre no es una máquina; es un instrumento sui generis, que forzosamente ha de ser mantenido, hospedado y vestido. La máquina de vapor no está destinada más que a producir; no es más que un medio, el hombre es juntamente el medio y el fin. Esto es lo que le distingue del esclavo antiguo [4]; de otra suerte no habría más que dos instrumentos de producción, la tierra y el capital.
209. Patente está la analogía de las casas vivideras con los comestibles, los vestidos, etc. Cuando nos servimos de ellas o las alquilamos, no hacemos más que sacarles una porción de la renta de los que las habitan.
Así, no todo lo que da una renta es un capital. Dos mil duros prestados a rédito; a semejanza de una casa alquilada, no son un capita sino cuando el deudor los hace producir. Si no, los dos mil reales que reditúan salen de otro capital, de que queda privada la sociedad.
210. Estudiando la naturaleza de los capitales, se presenta una cuestión, dice J. B. Say: si la producción, si la creación de nuevos valores no sirve más que para reembolsar el adelanto hecho por medio del empleo de los capitales, parece que no ha de hacer producción nueva; y entonces la acción industrial, reemplazando un valor existente por otro valor en un todo semejante, resulta inútil. Sin duda; pero admitiendo la hipótesis de que una empresa industrial en el trascurso de un año ha restablecido su capital, tal cual existía al principio del mismo año, todos los productores que han contribuido a esa producción han vivido durante el mismo espacio de tiempo, y han producido, a más del valor capital, el valor de todo lo que ellos han consumido para su manutención.
Y ésta es la ocasión de recordar que M. Rossi nos enseña que el capital y el trabajo pueden también dar un producto neto, al que propone se dé el nombre de producto neto industrial, para no confundirle con el producto neto territorial.

  1. Dos capítulos especiales consagramos a la maquinaria y a las monedas: VIII y IX.
  2. Así, transformar los capitales en numerario por medio de una venta se llama en un lenguaje usual pero poco lógico, realizar los valores, como si un valor fuera más real en dinero que en otra cosa cualquiera.
  3. Como no se hable de los de una posada, de un almacén de muebles, etc.
  4. Véase Rossi, 7.ª lección, Curso de Economía política