Elementos de economía política: 25


Capítulo VI : Del trabajo (continuación). -De la libertad del trabajo. editar

    • I. Estado de la cuestión.
    • II. Ejemplos de los gremios; inconvenientes de este sistema.
    • III. De la división oficial de las profesiones y del aprendizaje; bases de toda organización artificial del trabajo. -De las excepciones que comporta el sistema de libertad.

§. I. Estado de la cuestión. editar

181. El principio de libertad, tan controvertido, ha sido desconocido por la escuela mercantil, proclamado por la escuela de Quesnay [1], y victoriosamente demostrado por Adan Smith, J. B. Say y todos los economistas verdaderamente dignos de este nombre.
Esta cuestión es susceptible de dividirse, y para la facilidad de la exposición, la consideramos primeramente bajo el punto de vista del trabajo propiamente tal, de la producción de la riqueza; más adelante hablaremos de la libertad de circulación, de la libertad del comercio.
182. En este momento, dice M. Rossi, la cuestión es todavía puramente científica, por decirlo así, porque no ha penetrado en la dirección general de los negocios más que en algunos estados secundarios. La mayor parte de los gobiernos creen que es preciso reglamentar la industria, permitir ciertas cosas y prohibir otras. De aquí ha resultado que ciertos ramos de trabajo han tomado una dirección artificial, de que se resienten la industria y la sociedad, pero en la que hay intereses comprometidos, intereses que se agrupan, se defienden y se organizan en sistemas mal llamados económicos gubernamentivos.
Por consiguiente, la misión del economista es mostrar la verdad en esos intereses que se complican, indicar los medios de reemplazar con esa verdad el error seguido hasta el día, y aplicar esos medios cuando llega al poder.
183. Pero para analizar con acierto cada industria facticia es conveniente legitimar el principio de libertad que invocamos en la jurisdicción económica.
Los defensores de los reglamentos han pretendido que era preciso disciplinar al trabajador por medio de un aprendizaje forzado, para desarrollar todas sus facultades; vigilarle por medio de una buena organización, para tener productos más bellos y mejores, para limitar la competencia y conservar la tarifa de los jornales; en fin, que la autoridad de la historia milita a su favor.
184. Ante todas cosas desembarecémonos de este último argumento, que en verdad es nulo. El trabajo, ya lo hemos dicho, fue despreciado hasta el año 1789; todavía lo es en las tres cuartas partes del mundo, y realmente no está emancipado más que en los libros. Mientras que ha sido servil, naturalmente se le ha tenido miedo; se ha creído que era preciso comprimirle, dirigirle y someterle a reglamentos, de suerte que las restricciones no tenían un sentido económico, no se llevaban por objeto una producción más fecunda, una circulación más activa, una distribución más equitativa. Ahora bien, desde este punto de vista es desde el que debe discutirse hoy la cuestión.
185. Para rebatir mejor los asertos de los organizadores prohibitivos, restrictivos, etc., examinaremos el sistema de los gremios, tal cual le encontró la revolución francesa en 1789; demostraremos su inutilidad y sus inconvenientes, y si puede luego verse que los nuevos sistemas reglamentarios propuestos flaquean por los mismos puntos, habremos probado que la libertad es, en resumidas cuentas, el procedimiento mejor para hacer útil el trabajo y poner a la población en estado de equilibrarse con los medios y los productos del trabajo.

  1. Máximas, tomo III de la Colección de los principales economistas. -París, 1845.