Elementos de economía política: 20


Capítulo V : Del trabajo, instrumento de producción (continuación.) -de la división del trabajo.

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    • I. Lo que es la división del trabajo y su poder.
    • II. Utilidad de la división del trabajo en las diferentes profesiones.
    • III. De la división del trabajo entre las naciones.
    • IV. Origen de la división del trabajo; de los límites que encuentra.
    • V. De los inconvenientes que se achacan a la división del trabajo.

§. I. Lo que es la división del trabajo y su poder.

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150. Un empleo juicioso de los instrumentos de trabajo aumenta mucho su facultad de producir.
Un ejemplo célebre y una sorprendente confirmación de esta verdad se presentan en los efectos que resultan de la división del trabajo; así se designa, desde Adan Smith, aquella separación de las ocupaciones, mediante la cual cada persona en particular hace siempre la misma operación, o a lo menos un corto número de operaciones.
Según la feliz expresión de M. Rossi, esa es la gran palanca de la industria moderna, entrevista ya por algunos en la antigüedad, pero que no ha podido perfeccionarse sino con ayuda del capital.
151. Adan Smith, que es el primero que ha analizado las ventajas de la división del trabajo con gran sagacidad, no titubea en decir que a esta sola causa debe atribuirse la superioridad de los pueblos civilizados sobre los salvajes.
152. Observemos ahora la división del trabajo en una industria especial, la fabricación de los naipes, por ejemplo, y veremos que no son unos mismos operarios los que preparan el papel con que se hacen y los colores con que se pintan. Considerando solamente el empleo de estas materias, resulta que una baraja es el resultado de muchas operaciones, cada una de las cuales ocupa una serie distinta de operarios de ambos sexos, que siempre se dedican a la misma operación.
En suma, cada naipe es objeto cuando menos de setenta operaciones; y si no hay setenta series de operarios en cada fábrica de naipes, es porque no se ha establecido en ellas la división del trabajo en toda su extensión, estando un mismo operario encargado de dos, tres o cuatro operaciones distintas.
La influencia de esta división de las ocupaciones es inmensa. Oigamos sobre esto a J. B. Say:
Treinta operarios producen en un solo día 15,500 naipes, es decir, 500 naipes por operario; ahora bien, un operario, aunque sea muy hábil en su arte, suponiéndole obligado a hacer él solo todas las operaciones, no produciría tal vez dos naipes por día o la 250.ª parte.
153. En la fabricación de los alfileres, diez operarios encargados de diez y ocho operaciones, producían ya, en tiempo de Smith, que eligió este ejemplo para hacer su demostración, 48 millares de alfileres, es decir, sobre 4,800 cada uno; al paso que si un solo hombre tuviese que estirar el alambre, cortarla, sacar la punta, hacer la cabeza, lustrarle, etc., a duras penas podría hacer veinte alfileres.
154. La producción de las agujas es también un ejemplo insigne.
Para estirar los alambres, ponerlos en paquetes, templarlos, cortarlos, calibrarlos, afilarlos, aplanar las agujas (hacer las cabezas), abrirles el ojo, acanalarlas, etc., se cuentan ciento veinte operaciones; y sin embargo, hay fábricas, y son las más, que con un corto número de hombres y pocos instrumentos producen 100,000 agujas por día.
155. Estos ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito: sólo citaremos uno, dirigido a ciertos escritores que, por no haber comprendido la importancia de la admirable ley de Adan Smith, se han reído de los economistas y de los «48,000 alfileres de su maestro». Burlarse no siempre es comprender, y mucho menos probar. Un día; el ilustre Prony, uno de los primeros matemáticos franceses, se paseaba por las calles de Londres, engolfado, según su costumbre, en sus reflexiones. y acaso más bien en sus devaneos, cuando pasando por delante de una librería llamó su atención el título de la obra que había publicado Adan Smith pocos años antes. Comprar el libro y leerle fue cosa de un momento; naturalmente se fijó en el capítulo sobre la división del trabajo, que inaugura aquella excelente producción. Aquel capítulo fue para el sabio francés un rayo de luz. Habíase encargado de formar unas tablas logarítmicas y trigonométricas para la nueva división centesimal. del círculo, y una tabla de los logaritmos de los números desde 1 a 200,000, y la erección de esto inmenso monumento daba mucho en qué entender a su genio creador: era trabajo para un siglo, aun con ayuda de hábiles cooperadores; pero el ejemplo de las agujas vino a sacarle de apuros. Formó una sección de cinco o seis sabios para la investigación de las nuevas fórmulas, una segunda sección de otros siete u ocho sabios para poner las fórmulas en cifras, una tercera sección hacía los cálculos. En cada una de estas secciones se dividió el trabajo: en la tercera, por ejemplo, secciones especiales hacían las sumas, otras las restas, etc., otras las comprobaciones. De esta suerte logró el ilustre geómetra formar en pocos años diez y siete gruesos volúmenes en folio de números.
La división del trabajo puede, por consiguiente, aplicarse también con buen éxito a los trabajos del entendimiento.
156. Adan Smith atribuye a tres causas esa poderosa fuerza de la división del trabajo. Primeramente, los operarios no pierden tiempo en mudar de ocupación, de sitio, de postura, de herramientas, y la atención, siempre más o menos perezosa, no necesita ocuparse en nuevos objetos.
157. En segundo lugar, el entendimiento y el cuerpo adquieren una habilidad extraordinaria en las operaciones sencillas y muchas veces repetidas. Si un herrero, dice, acostumbrado a manejar el martillo, pero novicio en el arte de hacer clavos, tiene que fabricarlos, muy a duras penas logrará hacer 2 o 300 en un día, y esos de mala calidad; otro herrero que esté acostumbrado a ese mismo trabajo, pero que no haya hecho de él su oficio único y principal, no dará arriba de 800 a 1,000 clavos por día, al paso que los muchachos de menos de veinte años que hacen constantemente ese trabajo, pueden fabricar más de 2,500 en un día, y esto, por supuesto, sin el auxilio de las máquinas que se han inventado para elaborar ciertas especies de clavos. En las fábricas de agujas que acabamos de citar son niños los que abren el ojo a las agujas aplanadas por medio de un punzón, sobre el cual dan golpes: operación que se hace con una rapidez pasmosa y una destreza incomparable, a tal punto, que es muy común ver a aquellos niños taladrar el cabello más sutil y enhebrar en él otro cabello, para ganar las propinas de los que van a visitar las fábricas.
A la larga, la destreza de un operario llega a ser prodigiosa; véanse en comprobación las evoluciones de un pianista, la rapidez de una plegadora de periódicos, de un compositor de imprenta, y de todos, en fin, los que repiten muchas veces una misma operación.
158. En tercer lugar, la separación de los trabajos hace descubrir los métodos más expeditivos, y reduce cada operación a una tarea muy sencilla y siempre la misma; ahora bien, estas tareas son las que fácilmente se consigue hacer ejecutar por medio de herramientas o de máquinas. Una parte de los mecanismos que se emplean en los oficios en que más subdividido está el trabajo han sido en su origen invención de meros operarios, cuyas facultades todas estaban concentradas en discurrir los medios de simplificar la tarea que formaba su sola ocupación. En las primeras máquinas de vapor era costumbre servirse de un muchacho, cuyo único empleo consistía en abrir en el momento oportuno la llave por donde se inyectaba el agua fría en el vapor: uno de ellos, impaciente por irse a jugar con sus compañeros, observó que atando un cordón por una punta al mango de la llave, y por la otra a la misma palanca, la llave se abriría y se cerraría por sí sola, y así se inventó una de las más ingeniosas mejoras de las máquinas de vapor.
159. Por medio de la división es también como llega a la mayor perfección posible toda especie de métodos. En el tinte, por ejemplo, y en un país como León de Francia, hay artífices afamados en los negros, otros en los azules, etc., y que no fabrican exclusivamente más que tintes negros o azules.
160. Y no sólo en una fábrica o en un taller podemos admirar los efectos de la división, sino en el mundo entero, en todas las cosas: las mismas ciencias no alcanzan un alto grado de perfección sino cuando distintos hombres se dedican a los innumerables estudios de que se componen. Los naturalistas, por ejemplo, se dividen en astrónomos, en físicos, en químicos, en geólogos, en mineralogistas, en botánicos, en zoólogos, etc.; y cada ramo de la historia natural puede todavía subdividirse en muchos; así la gravedad, el calórico, la electricidad, la óptica, el magnetismo, la acústica, son otros tantos estudios diversos que absorben la vida entera de físicos muy activos.
Si, pasando a otro orden de ideas, consideramos la industria mercantil, hallaremos en ella, no solamente el comercio al por mayor, el comercio al menudeo, el de exportación, el de una provincia con otra, el del Mediterráneo, el de las Indias, el de los Estados-Unidos, etc., mas también el de cada especie y el de cada variedad de mercancía; y por medio de esta subdivisión llegan los productos más fácilmente y más baratos al alcance de los consumidores. ¿En qué consiste, en efecto, que tenemos vestidos tan bien adecuados a nuestras necesidades y tan baratos? Consiste en que son productores diferentes los que hacen nuestros sombreros, nuestras ropas de paño, nuestra ropa blanca, nuestras medias, nuestros zapatos. ¡Cuántas profesiones diversas coadyuvan a la producción de un frac! El ganadero que cría las ovejas, el lavador de lana, el fabricante de paño (en el cual se confunden diez o doce profesiones); el sastre, las hilanderas que le han hecho el hilo, el botonero, los productores de todos los demás géneros y de todos los instrumentos que emplean todos estos operarios. ¡Cuántos años no se necesitarían para concluir un frac, si un solo hombre estuviese encargado de todas las operaciones, aun admitiendo que fuese bastante hábil y bastante sabio!