Elegía II
¡Oh dolor! ¿Cómo, cómo tan distante
De mi querida Silvia aquí me veo?
¿Cómo he perdido todo en un instante?
Perdí en Silvia mi dicha y mi recreo;
Consentí en ello ¡ciego desvarío...!
Consentí contra todo mi deseo.
Y ved, aquí conozco el yerro mío,
Ya cuando repararlo no es posible,
Y es fuerza sufra mi dolor impío.
Así el nuevo piloto al mar terrible
Se arroja sin saber lo que le espera,
Y ármase luego la tormenta horrible.
Es negra noche envuelta ya la esfera,
Pierde el valor, el rumbo y el acierto;
Y a todos lados ve la parca fiera.
Pero al fin él verá su ansiado puerto,
O acabaránse pronto sus tormentos;
Bien presto ha de mirarse libre o muerto.
Y aun en medio del mar ¿qué sentimientos
Puede tener cuando en luchar se emplea
Contra las fuertes ondas y los vientos?
Sólo yo... Yo he perdido hasta la idea
De un débil esperar: no hallo consuelo...
¿Ay Silvia... No es posible que te vea!
Ni morir pronto espero; ni mi anhelo
Puede agitarme tanto, que ocupada
No sufra mi alma el peso de su duelo.
En una calma triste y desastrada,
Fijos tengo los ojos en mi pena,
Sin lograr más que verla duplicada.
En derredor de mí tan sólo suena
El eco de los míseros gemidos
Con que mi triste pecho al aire llena.
Sólo el dolor por todos mis sentidos
Entra hasta el corazón: todo es quebranto
Que el alma abate en golpes repetidos.
¡Ay Silvia! Si a lo menos tú, mi llanto
Pudieras atender y mis sollozos...
¡Ah! mi acerbo dolor no fuera tanto.
Silvia, Silvia, os dijiera: "Ojos hermosos,
mirad mi situación, ved mi tormento",
Y al instante, mirándome piadosos.
Desvanecieran todo el mal que siento.
Acabadas por ti mis aflicciones,
A tu piedad deudor de mi contento.
Corriera ardiendo a ti: mis expresiones
Fueran dulce llorar... ¡Con qué ternura
Te estrechara...! ¡Ay! ¡Funestas ilusiones!
No, Silvia, no: la pena, la amargura
Es todo lo que encuentra mi deseo:
Cuando alcanzo a mirar es noche oscura.