Escena VIII

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ELECTRA, SOR DOROTEA.


DOROTEA.- Ven... A la iglesia no.


ELECTRA.- Aquí... Quiero respirar... Quiero vivir.


DOROTEA.- (Aparte, inquieta.) Ya es la hora fijada por el Marqués... Aprovechemos los minutos, los segundos, o todo se perderá. (Mirando a la izquierda.) Voy a franquearles el paso a este patio... (Alto.) Hermana, espérame aquí.


ELECTRA.- (Asustada.) ¿A dónde vas? (La coge del brazo.)


DOROTEA.- (Con decisión, defendiéndose.) A mirar por ti, a devolverte la salud, la vida... Disponte a salir de esta sepultura, y llévame contigo.


ELECTRA.- (Trémula.) Hermana... no te alejes de mí.


DOROTEA.- Este instante decide de tu suerte. Volverás al mundo... verás a Máximo.


ELECTRA.- ¿Cuándo?


DOROTEA.- Ahora... la verás, entrar por allí... (Señala a la izquierda.) ¡Silencio... valor...! No me detengas... No te muevas de aquí. (Vase corriendo por la izquierda.)


ELECTRA.- ¡Jesús mío, Virgen santa!... ¿Será cierto que...? Por aquí... por aquí vendrá... (Cree ver a MÁXIMO en la obscuridad.) ¡Ah!... él es... ¡Máximo! (Hablando como en sueños, se aparta como lo haría de un ser real.) Apártate de mí... déjame... No puedo quererte como hermano, no puedo... En el fuego está el crisol, donde quiero fundir un corazón nuevo... ¿No ves que no puedo mirarte...? ¿A qué me miras tú...? No me llevarás al mundo... Aquí busco la verdad. Mi madre me llama. (Con acento desesperado.) ¡Madre, madre! (Vuélvese de cara al fondo. Al sonar las últimas palabras de ELECTRA, aparece LA SOMBRA DE ELEUTERIA, hermosa figura vestida de monja. ELECTRA, de espaldas al público, y con los brazos en cruz, la contempla.) ¡Oh! (Larga pausa.)