Escena IV

editar

Los mismos; DON URBANO, que viene de la casa, con sombrero.


DON URBANO.- Marqués, Dios la guarde.


MARQUÉS.- ¿Puedo hablar con usted, querido Urbano?


DON URBANO.- ¿Será lo mismo después de misa? (A ELECTRA.) Pero, chiquilla, ¿estás con esa calma? Ya tocan.


ELECTRA.- No tengo más que ponerme el sombrero. Medio minuto, tío. (Entra corriendo en la casa.)


MARQUÉS.- Fijaremos la fecha de la boda, y se extenderá en regla el acta de consentimiento.


DON URBANO.- Mejor será que trate usted ese asunto con Evarista.


MARQUÉS.- Pero, amigo mío, ha llegado la ocasión de que usted haga frente a ciertas ingerencias que anulan la autoridad del jefe de la familia.


DON URBANO.- Querido Marqués, pídame usted que altere, que trastorne todo el sistema planetario, que quite los astros de aquí para ponerlos allá; pero no me pida cosa contraria a los pareceres de mi mujer.


MARQUÉS.- Hombre, no tanta, no tanta sumisión... Yo insisto en que debo tratar este asunto particularmente con usted, no con Evarista.


DON URBANO.- Véngase usted con nosotros a misa y hablaremos.


MARQUÉS.- Sí que iré.