Electra: 18
Escena III
editarEVARISTA, DON URBANO, MÁXIMO, el MARQUÉS.
MARQUÉS.- (Saludando con rendimiento.) Ilustre amiga... Urbano. (A MÁXIMO.) ¿Qué tal? No creía yo encontrar aquí al mágico.
MÁXIMO.- El mágico saluda a usted y desaparece.
MARQUÉS.- Un momento, amigo. (Reteniéndole.)
EVARISTA.- Pues sí, Marqués: iremos.
MARQUÉS.- ¿Ya sabía usted...?
DON URBANO.- ¿A qué hora?
MARQUÉS.- A las cinco en punto. (A MÁXIMO.) A usted no le invito: ya sé que no le sobra tiempo para la vida social.
MÁXIMO.- Así es, por desgracia. Hoy no le espero a usted.
MARQUÉS.- ¿Cómo, si estamos de fiesta religiosa y mundana? Pero esta noche no se libra usted de mí.
EVARISTA.- (Ligeramente burlona.) Ya hemos notado... celebrándolo, qué duda tiene... la frecuencia de las visitas del señor Marqués a los talleres del gran nigromántico.
MÁXIMO.- El Marqués me honra con su amistad y con el interés que pone en mis estudios.
MARQUÉS.- Me ha entrado súbitamente el delirio por la maquinaria y por los fenómenos eléctricos... Chifladuras de la ancianidad.
DON URBANO.- (A MÁXIMO.) Vaya, que sacarás un buen discípulo.
EVARISTA.- Sabe Dios... (Maliciosa.) sabe Dios quién será el maestro y quién el alumno.
MARQUÉS.- A propósito del maestro: siento que por estar presente, me vea yo privado de decir de él todas las perrerías que se me ocurren.
EVARISTA.- Vete, Máximo; vete para que podamos hablar mal de ti.
MÁXIMO.- Me voy. Despáchense a su gusto las malas lenguas. (Al MARQUÉS.) Abur. Siempre suyo. (A EVARISTA.) Adiós, tía.
EVARISTA.- Anda con Dios, hijo.
MARQUÉS.- (A MÁXIMO, que sale.) Hasta la noche... si me dejan. (A EVARISTA.) ¡Hombre extraordinario! De fama le admiré; tratándole ahora y apreciando por mí mismo sus altas prendas, sostengo que no ha nacido quien pueda igualársele.
EVARISTA.- En el terreno científico.
MARQUÉS.- Y en todos los terrenos, señora. ¿Pues quién hay más noble, más sincero...?
EVARISTA.- Cierto que como inteligencia...
MARQUÉS.- (Con entusiasmo.) Y como corazón. ¿Pues quién hay más noble, más sincero...?
EVARISTA.- (No queriendo empeñarse en una discusión delicada.) Bueno, Marqués, bueno... (Variando de conversación.) ¿Con que... decía usted... que hemos de estar allí a las cinco?
MARQUÉS.- En punto. Cuento con ustedes y con Electra.
EVARISTA.- No sé si debemos llevarla...
MARQUÉS.- ¡Oh! Traigo el encargo especialísimo de gestionar la presencia de la niña en esta solemnidad. Y ya me di tono de buen diplomático asegurando que lo conseguiría. Virginia desea conocerla.
DON URBANO.- En ese caso...
MARQUÉS.- ¿Me prometen ustedes no dejarme mal?
EVARISTA.- ¡Oh! Cuente usted con Electra.
MARQUÉS.- Tendremos mucha y buena gente. (Se levanta para retirarse.)
DON URBANO.- El acto resultará brillantísimo.
MARQUÉS.- Hasta luego, pues. Yo tengo que venir a casa de Otumba. Pasaré por aquí. (Óyese la voz de ELECTRA por la izquierda con alegre charla y risa. Detiénese el MARQUÉS al oírla.)