El temido de los moros

Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.


LXXXVIII





l temido de los moros,

aquella gloria de España,
el que nunca fué vencido,
el rayo de las batallas,
ese buen Cid Campeador,
defensor de nuestra patria,
espejo de capitanes,
y de traidores venganza,
en las Cortes de Toledo,
do le fueron entregadas
ante el Sexto rey Alfonso
por los Condes las espadas,
así fablaba con ellas
sin hartarse de mirallas:
—¿Dó estáis, mis queridas prendas?
¿A dó estáis, mis prendas caras?
No caras porque os compré
por dinero, oro ni plata;
mas caras porque os gané
con el sudor de mi cara,
al rey moro de Marruecos,

siendo Valencia cercada;
á vos gané, mi Tizona,
que vos traía en su guarda;
y al conde de Barcelona
á vos os gané, Colada,
cuando les tomé á los moros
los castillos de Brianda.
Yo nunca os fice cobardes,
antes por la fe cristiana
en la sarracena gente
os traje siempre cebadas.
A los Condes mis dos yernos,
por ser joyas tan preciadas,
vos dí, y ellos ¡mal pecado!
os tienen de orín manchadas.
Non érades para ellos,
que vos traían afrentadas,
por de dentro muy fambrientas,
por de fuera pavonadas.
Libres estáis de las manos
que os traían cautivadas,
el Cid os mira en las suyas,
donde seréis más honradas.—
Dijo y á Pedro Bermúdez,
y á don Alvar Fáñez llama,
y manda que se las guarden
mientras las Cortes duraban.