El sombrero de tres picos (1874)/Prefacio
PREFACIO.
Pocos españoles, áun contando á los ménos sabidos y leidos, desconocerán la historieta vulgar que sirve de fundamento á la presente obrilla.
Un zafio pastor de cabras, que nunca habia salido de la escondida cortijada en que naciera, fué el primero á quien nosotros se la oimos referir. Era el tal uno de aquellos rústicos, sin ningunas letras, pero naturalmente ladinos y bufones, que tanto papel hacen en nuestra literatura nacional con el dictado de picaros. Siempre que en la cortijada habia fiesta con motivo de una boda, de un bautizo ó de una visita de los amos, tocábale à él poner los juegos de chasco y pantomima, hacer las payasadas y recitar los romances y relaciones..., y precisamente en una ocasion de estas (hace ya casi toda una vida... es decir, hace ya más de treinta y cinco años) fué cuando deslumbró y embelesó una noche nuestra inocencia (relativa) con el cuento en verso de El Corregidor y la Molinera, ó sea de El Molinero y la Corregidora, que hoy ofrecemos nosotros al público bajo el nombre más trascendental y filosófico (pues así lo requiere la gravedad de estos tiempos) de El Sombrero de tres picos.
Recordamos, por cierto, que la noche en que el pastor nos dió tan buen rato, las muchachas casaderas allí reunidas se pusieron muy coloradas, de donde sus madres dedujeron que la historia era algo verde, por lo cual pusieron ellas al pastor de oro y azul; pero el pobre Repela (así se llamaba el pastor) no se mordió la lengua, y contestó en el acto que no habia por qué escandalizarse de aquel modo, pues nada se decia en su relacion que no supiesen hasta las monjas y hasta las niñas de cuatro años....
—Y si no, vamos á ver,—preguntó el cabrero;— ¿qué se saca en claro de la historia de El Corregidor y la Molinera? Que los casados duermen juntos, y que á ningun marido le acomoda que otro hombre duerma con su mujer. ¡Me parece que la noticia!...
—¡Pues es verdad!—respondieron las madres, oyendo las carcajadas de sus hijas.
—La prueba de que el tio Repela tiene razon—observó en esto el padre del novio,—es que todos los chicos y grandes aquí presentes se han enterado ya de que esta noche, así que se acabe el baile, Juanete y Manolilla estrenarán esa hermosa cama de matrimonio que la tia Gabriela acaba de enseñarles á nuestras hijas para que admiren los bordados de los almohadones...
—Hay más,— dijo el abuelo de la novia.— Hasta en el libro de la doctrina cristiana y en los sermones se habla á los niños de todas estas cosas tan naturales, al ponerlos al corriente de la larga esterilidad de nuestra señora Santa Ana, de la virtud del casto José, de la estratagema de Judit y de otros muchos milagros que no recuerdo ahora... Por consiguiente, señores...
—¡Nada, nada, tio Repela!—exclamaron valerosamente las muchachas.—¡Diga usted otra vez su relacion, que es muy divertida!
—¡Y hasta muy decente!—continuó el abuelo;—pues en ella no se le aconseja á nadie que sea malo, ni se le enseña á scrlo, ni queda sin castigo el que lo es...
—¡Vaya! repitala V.!—dijeron al fin las madres de familia.
El tio Repela volvió entónces á recitar el romance, y considerándolo ya todos á la luz de aquella crítica tan ingénua, hallaron que no habia pero que ponerle; lo cual equivale á decir que le concedieron las licencias necesarias.
Andando los años, hemos oido muchas y muy diversas versiones de aquella misma aventura de El Molinero y la Corregidora, siempre de labios de graciosos de aldea y de cortijo, por el órden del ya difunto Re pela; habiéndola leido además en letras de molde en diferentes romances de ciego, y hasta en el famoso Romancero del inolvidable D. Agustin Durán. El fondo del asunto es siempre idéntico: tragi-ómico, zumbon y terriblemente epigramático, como todas las lecciones dramáticas de moral de que se enamora nuestro pueblo; pero, en la forma, en el mecanismo accidental, en los procedimientos casuales, difiere mucho, muchísimo, del que relataba nuestro pastor; tanto, que éste no hubiera podido recitar en la cortijada ninguna de dichas versiones, ni áun aquellas que corren impresas, sin que antes se tapasen los oidos las muchachas en estado honesto, ó sin exponerse á que sus madres le sacaran los ojos. ¡A tal punto han extremado y pervertido los groseros patanes de otras provincias el caso tradicional que tan sabroso, discreto y pulcro resultaba en la version del clásico Repela!
Hace, pues, mucho tiempo que concebimos el propósito de restablecer la verdad de las cosas, devolviendo á la peregrina historia de que se trata su primitivo carácter, que nunca dudamos fuera aquel en que salia mejor librado el decoro. Ni ¿cómo dudarlo? Esta clase de relaciones, al rodar por las manos del vulgo, nunca se desnaturalizan para hacerse más bellas, delicadas y decentes, sino para estropearse y percudirse al contacto de la ordinariez y la chabacaY nería.
Lo primero que hicimos con aquel intento fué cederle el asunto (como se dice entre escritores) á nuestro querido y malogrado amigo D. José Joaquin Villanueva, que se enamoró perdidamente de él, y que tan á pedir de boca lo hubiera desempeñado con aquella sana y castiza pluma que escribió las Avispas y la Franqueza. Pero, ¡ay! Villanueva murió, cuando diz que apenas llevaba bosquejado el principio de una zarzuela titulada El que se fué á Sevilla... (cuyo argumento era el mismo de la presente obra), y todo se quedó en tal estado hasta el año de 1866.
Regresó entónces á España, despues de su larga permanencia en Méjico, el ilustre poeta D. José Zorrilla, y como llegásemos á referirle en uno de nuestros largos coloquios literarios la historia de El Molinero y la Corregidora, segun que nos la habia legado Repela, prendóse tambien del asunto el popular autor de D. Juan Tenorio, é hízonos entrever la posibilidad de que lo convirtiera inmediatamente en una comedia de espadin y polvos, que ya creíamos estar saboreando desde butaca de primera fila.
Pero han pasado ocho años, y Zorrilla no se ha vuelto á acordar del corregimiento ni del molino. Nosotros nos vamos haciendo viejos entre tanto, y podremos seguir á Repela á la tumba el dia que más descuidados estemos... —Es una cosa que se ve todos los dias. Ahora se vive poco. Villanueva, Agustin Bonnat, Javier Ramirez, Becquer, Eguilaz...eran casi de nuestra edad, y ya no están en el mundo...—Hemos decidido, por consiguiente, escribir nosotros mismos en nuestra humilde prosa la genuina historia de El Corregidor y la Molinera, más que con la presuncion de dar por realizado nuestro deseo y por concluida la tan suspirada obra, con el modesto fin de apuntar y divulgar su argumento, para que otras plumas puedan sacar de él mejor partido.—¡A no habernos quedado sin ninguna copia del romance de Repela, ó á ser nosotros hombres de más memoria, nos hubiéramos limitado á darlo á la estampa!
Otra advertencia, y concluimos este in digesto prefacio.
Cada uno de los muchos romances que circulan por toda España, ya de boca en boca, ó ya impresos, con relacion á la molinera y á la corregidora, fija el lugar de la escena en un pueblo distinto.
El incluido en el Romancero de D. Agustin Durán (tomo ii, pág. 409, seccion de Cuentos vulgares) la pone en la ciudad de Arcos de la Frontera, y así es que se titula El Molinero de Arcos.
Hay otro, monopolizado por los ciegos, que principia de este modo:
En Jerez de la Frontera
Hubo un molinero honrado, etc.
Nuestro insigne maestro (¿de quién no lo es?) D. Juan Eugenio Hartzenbusch, con quien hemos tenido á honra consultar acerca del particular, nos ha dicho unas coplejas populares asaz verdes y hasta coloradas que sabe de memoria (¿qué no sabrá de memoria el erudito académico?), en las cuales se hace tambien mencion de esta última ciudad como patria del molinero.
En Jerez de la Frontera
Un molinero afamado...
Los campesinos extremeños suelen colocar la accion en Plasencia, en Cáceres y en otras ciudades de su país.
Y finalmente, en el romance de Repela no se cita pueblo alguno como teatro de los sucesos.
En tal situacion, y considerando que Repela nació, vivió y murió en la provincia de Granada; que su version parece la auténtica y fidedigna, y que aquella es la tierra que mejor conocemos nosotros, nos hemos tomado la licencia de figurar que sucedió el caso en una ciudad, que no nombramos, del antiguo reino granadino.
Perdónesenos esta falta, y todas las demas en que abunda la presente historia.