El sombrero de tres picos (1874)/Capítulo XXIV
Capítulo XXIV: Un Rey de entonces
Hallábase ya durmiendo la mona el señor alcalde, vuelta la espalda a la espalda de su mujer (y formando así con ésta la figura de águila austríaca de dos cabezas que dice nuestro inmortal Quevedo), cuando Toñuelo llamó a la puerta de la cámara nupcial, y avisó al Sr. Juan López que la señá Frasquita, la del molino, quería hablarle.
No tenemos para qué referir todos los gruñidos y juramentos inherentes al acto de despertar y vestirse el alcalde de monterilla, y nos trasladamos desde luego al instante en que la Molinera lo vio llegar, desperezándose como un gimnasta que ejercita la musculatura, y exclamando en medio de un bostezo interminable:
-¡Téngalas V. muy buenas, señá Frasquita! ¿Qué le trae a V. por aquí? ¿No le dijo a V. Toñuelo que se quedase en el molino? ¿Así desobedece V. a la autoridad?
-¡Necesito ver a mi Lucas! -respondió la navarra-. ¡Necesito verlo al instante! ¡Que le digan que está aquí su mujer!
-¡Necesito! ¡Necesito! Señora, ¡a V. se le olvida que está hablando con el Rey!...
-¡Déjeme V. a mí de reyes, Sr. Juan, que no estoy para bromas! ¡Demasiado sabe V. lo que me sucede! ¡Demasiado sabe para qué ha preso a mi marido!
-Yo no sé nada, señá Frasquita... Y en cuanto a su marido de V., no está preso, sino durmiendo tranquilamente en esta su casa, y tratado como yo trato a las personas. ¡A ver, Toñuelo! ¡Toñuelo! Anda al pajar, y dile al tío Lucas que se despierte y venga corriendo... Conque vamos... ¡cuénteme V. lo que pasa!... ¿Ha tenido V. miedo de dormir sola?
-¡No sea V. desvergonzado, señor Juan! ¡Demasiado sabe V. que a mí no me gustan sus bromas ni sus veras! ¡Lo que me pasa es una cosa muy sencilla: que V. y el señor Corregidor han querido perderme!, ¡pero que se han llevado solemne chasco! ¡Yo estoy aquí sin tener de qué abochornarme, y el señor Corregidor se queda en el molino muriéndose!...
-¡Muriéndose el Corregidor! -exclamó su subordinado-. Señora, ¿sabe V. lo que dice?
-¡Lo que V. oye! Se ha caído en el caz, y casi se ha ahogado, o ha cogido una pulmonía, o yo no sé... ¡Eso es cuenta de la Corregidora! Yo vengo a buscar a mi marido, sin perjuicio de salir mañana mismo para Madrid, donde le contaré al Rey...
-¡Demonio, demonio! -murmuró el Sr. Juan López-. ¡A ver, Manuela!... ¡Muchacha!... Anda y aparéjame la mulilla... Señá Frasquita, al molino voy... ¡Desgraciada de V. si le ha hecho algún daño al señor Corregidor!
-¡Señor alcalde, señor alcalde! -exclamó en esto Toñuelo, entrando más muerto que vivo-. El tío Lucas no está en el pajar. Su burra no se halla tampoco en los pesebres, y la puerta del corral está abierta... ¡De modo que el pájaro se ha escapado!
-¿Qué estás diciendo? -gritó el señor Juan López.
-¡Virgen del Carmen! ¿Qué va a pasar en mi casa? -exclamó la señá Frasquita-. ¡Corramos, señor alcalde; no perdamos tiempo!... Mi marido va a matar al Corregidor al encontrarlo allí a estas horas...
-¿Luego V. cree que el tío Lucas está en el molino?
-¿Pues no lo he de creer? Digo más...: cuando yo venía me he cruzado con él sin conocerlo. ¡Él era sin duda uno que echaba yescas en medio de un sembrado! ¡Dios mío! ¡Cuando piensa una que los animales tienen más entendimiento que las personas! Porque ha de saber V., señor Juan, que indudablemente nuestras dos burras se reconocieron y se saludaron, mientras que mi Lucas y yo ni nos saludamos ni nos reconocimos... ¡Antes bien huimos el uno del otro, tomándonos mutuamente por espías...!
-¡Bueno está su Lucas de V.! -replicó el alcalde-. En fin, vamos andando y ya veremos lo que hay que hacer con todos Vds. ¡Conmigo no se juega! ¡Yo soy el Rey!... Pero no un rey como el que ahora tenemos en Madrid, o sea, en El Pardo, sino como aquél que hubo en Sevilla, a quien llamaban D. Pedro el Cruel. ¡A ver, Manuela! ¡Tráeme el bastón, y dile a tu ama que me marcho!
Obedeció la sirvienta (que era por cierto más buena moza de lo que convenía a la alcaldesa y a la moral) y, como la mulilla del Sr. Juan López estuviese ya aparejada, la señá Frasquita y él salieron para el molino, seguidos del indispensable Toñuelo.