El sombrero de tres picos (1874)/Capítulo XVI

Capítulo XVI: Un ave de mal agüero

Sigamos por nuestra parte al tío Lucas.

Ya habían andado un cuarto de legua sin hablar palabra, el Molinero subido en la borrica y el alguacil arreándola con su bastón de autoridad, cuando divisaron delante de sí, en lo alto de un repecho que hacía el camino, la sombra de un enorme pajarraco que se dirigía hacia ellos.

Aquella sombra se destacó enérgicamente sobre el cielo, esclarecido por la luna, dibujándose en él con tanta precisión, que el Molinero exclamó en el acto:

-Toñuelo, ¡aquél es Garduña con su sombrero de tres picos y sus patas de alambre!

Mas, antes de que contestara el interpelado, la sombra, deseosa sin duda de eludir aquel encuentro, había dejado el camino y echado a correr a campo traviesa con la velocidad de una verdadera garduña.

-No veo a nadie... -respondió entonces Toñuelo con la mayor naturalidad.

-Ni yo tampoco -replicó el tío Lucas, comiéndose la partida.

Y la sospecha que ya se le ocurrió en el molino principió a adquirir cuerpo y consistencia en el espíritu receloso del jorobado.

-Este viaje mío -díjose interiormente- es una estratagema amorosa del Corregidor. La declaración que le oí esta tarde desde lo alto del emparrado me demuestra que el vejete madrileño no puede esperar más. Indudablemente, esta noche va a volver de visita al molino, y por eso ha principiado quitándome de en medio... Pero ¿qué importa? ¡Frasquita es Frasquita, y no abrirá la puerta aunque le peguen fuego a la casa!... Digo más: aunque la abriese; aunque el Corregidor lograse, por medio de cualquier ardid, sorprender a mi excelente navarra, el pícaro viejo saldría con las manos en la cabeza. ¡Frasquita es Frasquita! Sin embargo -añadió al cabo de un momento-, ¡bueno será volverme esta noche a casa lo más temprano que pueda!

Llegaron con esto al lugar el tío Lucas y el alguacil, y dirigiéronse a casa del señor alcalde.