El sombrero de tres picos (1874)/Capítulo XIX
Capítulo XIX: Voces clamantes in deserto
-¡Alcaldes a mí, que soy de Archena! -iba diciéndose el murciano-. ¡Mañana por la mañana pasaré a ver al señor Obispo, como medida preventiva, y le contaré todo lo que me ha ocurrido esta noche! ¡Llamarme con tanta prisa y reserva, y a hora tan desusada; decirme que venga solo; hablarme del servicio del Rey, y de moneda falsa, y de brujas, y de duendes, para echarme luego dos vasos de vino y mandarme a dormir!... ¡La cosa no puede ser más clara! Garduña trajo al lugar esas instrucciones de parte del Corregidor, y ésta es la hora en que el Corregidor estará ya en campaña contra mi mujer... ¡Quién sabe si me lo encontraré llamando a la puerta del molino! ¡Quién sabe si me lo encontraré ya dentro!... ¡Quién sabe...! Pero ¿qué voy a decir? ¡Dudar de mi navarra!... ¡Oh, esto es ofender a Dios! ¡Imposible que ella...! ¡Imposible que mi Frasquita...! ¡Imposible!... Mas ¿qué estoy diciendo? ¿Acaso hay algo imposible en el mundo? ¿No se casó conmigo, siendo ella tan hermosa y yo tan feo?
Y, al hacer esta última reflexión, el pobre jorobado se echó a llorar...
Entonces paró la burra para serenarse; se enjugó las lágrimas; suspiró hondamente; sacó los avíos de fumar; picó y lió un cigarro de tabaco negro; empuñó luego pedernal, yesca y eslabón, y al cabo de algunos golpes, consiguió encender candela.
En aquel mismo momento sintió rumor de pasos hacia el camino, que distaría de allí unas trescientas varas.
-¡Qué imprudente soy! -dijo-. ¡Si me andará buscando ya la justicia, y yo me habré vendido al echar estas yescas!
Escondió, pues, la lumbre, y se apeó, ocultándose detrás de la borrica.
Pero la borrica entendió las cosas de diferente modo, y lanzó un rebuzno de satisfacción.
-¡Maldita seas! -exclamó el tío Lucas, tratando de cerrarle la boca con las manos. Al propio tiempo resonó otro rebuzno en el camino, por vía de galante respuesta.
-¡Estamos aviados! -prosiguió pensando el Molinero-. ¡Bien dice el refrán: el mayor mal de los males es tratar con animales!
Y, así discurriendo, volvió a montar, arreó la bestia, y salió disparado en dirección contraria al sitio en que había sonado el segundo rebuzno.
Y lo más particular fue que la persona que iba en el jumento interlocutor, debió de asustarse del tío Lucas tanto como el tío Lucas se había asustado de ella. Lo digo, porque apartose también del camino recelando sin duda que fuese un alguacil o un malhechor pagado por D. Eugenio, y salió a escape por los sembrados de la otra banda.
El murciano, entretanto, continuó cavilando de este modo:
-¡Qué noche! ¡Qué mundo! ¡Qué vida la mía desde hace una hora! ¡Alguaciles metidos a alcahuetes; alcaldes que conspiran contra mi honra; burros que rebuznan cuando no es menester; y aquí, en mi pecho, un miserable corazón que se ha atrevido a dudar de la mujer más noble que Dios ha criado! ¡Oh, Dios mío, Dios mío! ¡Haz que llegue pronto a mi casa y que encuentre allí a mi Frasquita! Siguió caminando el tío Lucas, atravesando siembras y matorrales, hasta que al fin, a eso de las once de la noche, llegó sin novedad a la puerta grande del molino...
¡Condenación! ¡La puerta del molino estaba abierta!