El sino de Joaquín Dicenta
Capítulo IX


Muerto el padre, el nido humilde sustentado por él, se fué deshaciendo poco á poco. Resbalando de rama en rama, llegó á esos espacios donde la miseria negra devora las cosas y los seres.

¿Qué fué de ellos? ¡Quién sabe! Es muy hondo el abismo donde rematan esas caídas; flota sobre él un cortinaje sombrío, hecho con lágrimas, con gritos de hambre, con acentos de amargura y desesperación.

Es muy difícil penetrar en las regiones donde pronuncia el abandono su última desgarradora frase. En estas regiones se fueron hundiendo poco á poco Carmen y sus hijos.

No pensemos en ellos más.

¿Quién pudiera seguir su viaje por el mundo?

No es fácil seguir el viaje de las hojas marchitas que el huracán va empujando, empujando siempre, sobre la tierra enfangada por los chaparrones de Otoño.

Allá van hasta que un pie las pulveriza ó un boquete las traga.

Pobres hojas; bien hacen quejándose agriamente cuando ruedan y ruedan dibujando trágicos remolinos, al ras de la tierra fangosa.