El ruiseñor y los gansos

Fábulas argentinas
El ruiseñor y los gansos

de Godofredo Daireaux


Un ganso se había enriquecido vendiendo plumas, y todos sus hijos seguían con el mismo oficio, enriqueciéndose más y más. Una tarde que, después de comer hasta más no poder, tomaban el fresco, cambiando de vez en cuando graznidos insulsos sobre los negocios del día, oyeron los simpáticos trinos del ruiseñor.

El padre ganso lo llamó y le declaró que, deseoso de proteger el arte, lo que le permitía hacer su gran fortuna, había resuelto ofrecerle el puesto de maestro de música de sus hijos, remunerándolo generosamente con la casa y la comida.

El ruiseñor no necesita mucha casa, ni mucha comida; pero, artista incipiente, era tan pobre que aceptó.

Empezaron las lecciones: pero por mucho que hiciera, nunca pudo conseguir de sus discípulos otra cosa que el estridente grito: «¡Juan, Juan!» y desanimado, se retiró diciéndole al padre: «Mire» señor; mejor es renunciar; sus hijos han nacido sólo para ganar plata, no trate de hacer de ellos artistas».