El rey que rabió
de Vital Aza, Miguel Ramos Carrión
Zarzuela cómica en tres actos, divididos en siete cuadros, en prosa y verso. Música del maestro Ruperto Chapí
Índice(no listados originalmente)


Primer Acto

Segundo Acto

Tercer Acto


Primer Acto

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Música. Preludio

Cuadro Primero

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Salón de Palacio. Puertas laterales. Al foro, gran rompimiento que da vista al jardín. Este rompimiento se cerrará luego con grandes tapices.


Escena I


CORTESANOS y DAMAS


Música. N.º 1 A. Coro y Pasodoble


(Óyense tres cañonazos cercanos. Repique de campanas.)


Cortesanos

Al Monarca esperamos,

que muy pronto llegará;

el cañón y las campanas

su regreso anuncian ya.

Dispongámonos humildes

en solemne recepción

a ofrecerle el homenaje

de respeto y adhesión

(Otros tres cañonazos.)


Damas

(Por el foro.)

Esperemos al Monarca

que muy pronto va a llegar;

con la nuestra hoy hace coro

la alegría popular.

Dispongámonos humildes

en solemne recepción

a ofrecerle el homenaje

de respeto y adhesión


Escena II


Dichos y EL INTENDENTE por la derecha


El Intendente

Señoras… Señores


Todos

Señor Intendente


El Intendente

El rey se aproxima,

le aclama la gente.

Todo es regocijo

en la capital:

que reflejen nuestros rostros

la alegría general.


Coro

Que no halle el Monarca

ni asomo de ceño,

que nuestro semblante

se muestre risueño;

este regocijo no será oficial,

pues sentimos en el pecho

la alegría general.


(Cañonazos y música militar, que se va acercando. Vivas y aclamaciones. El CORO se dirige hacia el foro formando dos filas.)


Damas

¡Vamos allá!


Cortesanos

¡Ya viene ahí!


Damas

¡Cuánta emoción!


Cortesanos

¡Qué frenesí!


Todos

¡Un triunfo igual nunca se vio!

¡Vítor el Rey, que al fin llegó!


(Entran ocho granaderos, que se sitúan en el foro a los lados del rompimiento. La banda militar ocupa el centro.)

¡Viva el Rey, viva el Rey

que es amparo de la ley!

Con ardiente fervor

quiere el pueblo a su señor,

y él adora a su grey

¡Viva el Rey! ¡Viva el Rey!


Escena III


Dichos, EL REY, EL GENERAL, EL GOBERNADOR y EL ALMIRANTE


Música N.º 1 B. «Couplets» del Rey


Coro

Bien venido sea

nuestro soberano,

que con él la corte

vuelve a su esplendor;

sea bien venido,

todo cortesano

hoy le da rendido

pruebas de su amor.


El Rey

¡Cuánto el alma se recrea

al hallar felicidad

en la villa y la aldea,

en el campo y la ciudad!

En palacios y cuarteles

sólo aplausos recibí

y cargado de laureles

satisfecho vuelvo aquí.

Subordinada vi

a la milicia

e incorruptible

es la justicia.

Gástanse en obras

los capitales,

gana el obrero

buenos jornales.

Las ciencias brillan

por su adelanto

y las escuelas

son un encanto.

Parece un sueño

ventura tal:

No hay en todo el mundo

otro pueblo igual.


Coro

Parece un sueño, etc…


El Rey

De mi extensa monarquía,

los estados recorrí:

todo es gozo y alegría,

y entusiasmo por ahí.

Como página de gloria

que otro rey no alcanzará,

en el libro de la historia

mi reinado quedará.

Vi prosperando

por toda partes

las bellas letras,

las bellas artes;

está la industria

desarrollada;

la gente vive

feliz y holgada.

Hallé el comercio

a gran altura

y floreciente

la agricultura.

Parece un sueño

ventura tal,

no hay en todo el mundo

otro pueblo igual.


Coro

No hay en todo el mundo, etc…


Música N.º 1 C. Minueto


(EL REY y los Consejeros se sitúan en el primer término izquierda. Minueto durante el cual desfilan ceremoniosamente los CORTESANOS ante EL REY, saludándole respetuosamente. Repetición del Himno y vanse CORO y soldados. Córrense los tapices del fondo.)


Música. N.º 1 D. Final de la introducción


Coro

¡Viva el Rey! ¡Viva el Rey!, etc.


Escena IV


Hablado


EL REY, EL GENERAL, EL GOBERNADOR, EL INTENDENTE y EL ALMIRANTE


El General

Señor, creemos que estaréis satisfecho de las pruebas de cariño, respeto y entusiasmo con que en toda la nación os ha recibido vuestros súbditos.


El Rey

Sí que lo estoy.


El General

(¡Está satisfecho!) (Al ALMIRANTE.)


El Rey

Pero, vamos ver, mis queridos Consejeros: ahora que estamos solos, vais a hablarme con toda franqueza


El Gobernador

Decid, señor.


El Rey

Como hace tan poco tiempo que ocupo el trono y nunca había salido de la corte, os aseguro que todo me ha pillado de sorpresa


El Gobernador

Es natural.


El Rey

Me ha llenado de asombro el ver que en mi reino todas las gentes son completamente felices.


El Almirante

¡Sí que lo son!


El Intendente

¡Sin duda alguna!


El Gobernador

¡Felicísimas!


El General

¿No han de serlo, reinando vos y gobernando nosotros?


El Rey

Supongo que no me habréis engañado.


El General

¡Señor!


El Rey

Y que lo que he visto será verdad.


El Gobernador

¡Una verdad patente!


El Almirante

¡Indiscutible!


El intendente

¡Palmaria!


El General

¡Inconcusa!


El Gobernador

¡Como que ése es el lema de nuestro gobierno: la verdad ante todo!


El Almirante

¡La verdad por delante!


El General

¡La verdad desnuda! Es decir, desnuda no, porque sería poco decente.


El Rey

¡Está bien! De modo que lo único extraordinario en mi obsequio habrá sido las colgaduras, las luminarias y los arcos de triunfo.


El General

Lo único, señor.


El Gobernador

Podemos asegurarlo.


El Rey

Y todas esas manifestaciones de entusiasmo con que me han recibido, serían espontáneas.


El Gobernador

Muy espontáneas.


El Rey

Lo comprendo bien, porque el pueblo no tiene razones para quejarse ni de su Rey ni de mis Consejeros.


Todos

¡Gracias, señor!


El Rey

Tú, mi querido Intendente, llenas las arcas del Tesoro con impuestos justos y equitativos.


El Intendente

¡Equitativos y justos!


El Rey

Tú, mi inteligente Gobernador, sostienes una política de moderación y de templanza.


El Gobernador

Eso procuro.


El Rey

Tú, mi bizarro General, te desvelas por la disciplina y esplendor de nuestro ejercito.


El General

Me hacéis justicia.


El Rey

Y tú, mi dignísimo Almirante, me aseguras que la reorganización de nuestra marina de guerra marcha perfectamente.


El Almirante

Marcha viento en popa.


El Rey

Por consecuencia, mis queridos Consejeros, bien puede asegurarse para mis estados una era de paz, de ventura y de calma.


El Almirante

¡Calma chicha, señor!


El General

¡Completamente chicha!


El Rey

Pues bien; en esta excursión hecha por vuestro consejo, he visto lo siguiente: que el país está satisfecho de vosotros; que vosotros estáis satisfechos del país; que en mi reino todo es prosperidad, riqueza y alegría; que mis súbditos se pasan la vida en constante jolgorio y que aquí no se aburre nadie.


Todos

¡Nadie!


El Rey

¡Nadie… más que yo!


El General

¿Cómo?


El Almirante

¿Vos?


El Intendente

¡Señor!


El Gobernador

¡Qué decís!


El Rey

La verdad, que estoy aburridísimo. Hace dos meses que me lleváis de un lado para el otro y estoy ya harto de tantos arcos triunfales, de tantos discursos, de tantos banquetes y de tanta marcha real.


El General

Bien, pero ahora volvéis a la vida tranquila de palacio.


El Rey

¡Si es que esto me aburre más todavía!


El General

¿Os aburrís aquí?


El Rey

Soberanamente. Como puede aburrirse un soberano. Por lo cual, he tomado una resolución.


El Gobernador

¿Qué resolución?


El Rey

Aprovechar la tranquilidad que se disfruta para hacer inmediatamente un viaje a mi gusto.


El General

¿Cómo?


El Rey

De incógnito. Pero de verdadero incógnito, no como los hacen siempre los reyes; no voy a viajar ocultándome bajo un título de conde o de duque, sino como un cualquiera, vestido pobremente y andando a caballo o a pie, o como me dé la gana.


El Gobernador

Pero, señor, comprended que un monarca…


El Rey

Un monarca de mi edad, de mis condiciones y de mi temperamento, necesita algunos días de expansión, de desahogo. ¿No recordáis alguna de esas leyendas encantadoras, en que un rey se disfraza con humilde traje y corre aventuras, y se mezcla entre la gente del pueblo? Pues bien, yo quiero ser uno de esos reyes.


El Gobernador

(¡Nos ha salido romántico!) (Al INTENDENTE.)


El General

¡Eso es imposible!


El Almirante

¡Completamente imposible!


El Rey

¿Sí? Pues mi resolución es irrevocable. Voy a cambiar de traje y, enseguida, sin que nadie se entere, tomo cuesta arriba por el camino de los robledales, y en el primer pueblo que encuentre dormiré esta noche como un cualquiera.


El Gobernador

¡Señor! Un viaje en esas condiciones lo considero antipolítico.


El General

Y ocasionaría perturbaciones peligrosas.


El Intendente

¡A riesgos inminentes!


El Almirante

¡A catástrofes inesperadas!


El Rey

Repito que mi resolución es irrevocable. Si no estáis conforme con ella, enviadme vuestras dimisiones. (Vase primera izquierda.)


Escena V


Dichos, menos EL REY.


Música (N.º 2) Cuarteto-Polka de la dimisión


El Gobernador

¡La dimisión!


El Intendente

¡La dimisión!


El Almirante

¡La dimisión!


El General

¡La dimisión!


Todos

Nos priva por completo

de la gobernación.

Nos pone en un aprieto

su determinación.


El Gobernador

¿Qué hacemos?


El General

No lo sé.


El Almirante

El caso es de pensar.


Todos

Meditemos,

calculemos

si debemos

renunciar.


El Almirante

¡La dignidad se impone!


El Intendente

¡Obremos con valor!


El Gobernador

¡Exígelo el decoro!


El General

¡Lo pide nuestro honor!


Todos

¡Sí, señor! ¡Sí, señor!


El Intendente

¿Qué hacemos?


El Gobernador

No lo sé


El Almirante

Forzoso es decidir.


Todos

Meditemos,

calculemos

si debemos

dimitir.


El Almirante

¡Audacia y energía!


El Intendente

¡No más debilidad!


El Gobernador

¡Tengamos entereza!


El General

¡Tengamos dignidad!


Todos

¡Es verdad! ¡Es verdad!


El Almirante

¿Qué hacemos?


El Intendente

¡No lo sé!


El General

Su marcha hay que impedir


Todos

Meditemos,

calculemos

si debemos transigir.

(Meditación.)


El General

¡Eso sí!

(Para sí.)


El Gobernador

¡Eso no!

(Id.)


El Intendente

¡No lo sé!

(Id.)


El Almirante

¡Qué sé yo!

(Id.)


El General

Yo, jamás.

(Id.)


El Gobernador

¿Para qué?

(Id.)


El Intendente

¡Qué se yo!

(Id.)


El Almirante

¡No lo sé!

(Id.)


El General

¡Compañeros, compañeros,

se salvó la situación!

Voy de fijo a complaceros

con mi determinación.


El Almirante

Sepamos, pues, la decisión.


El Gobernador

Decid cuál es vuestra opinión.


El General

No encuentro más que un modo,

ni hay otra solución.


Los Tres

¡Qué emoción!


El General

Hagamos, todo, todo…

(Con energía.)

¡Menos dimisión!


Los Tres

¡Tenéis razón!

¡Somos en todo, en todo,

de vuestra opinión!

(Se dan la mano cariñosamente.)


Hablado


El Almirante

Bravo, General, bravo: habéis encontrado el áncora de salvación; sólo nos queda el recurso de ponernos al pairo hasta que pase la borrasca. Nuestras manos son las únicas que pueden empuñar con pericia el timón de la nave del estado.


El Gobernador

Las únicas. Estamos conformes, Almirante.


El General

¡Hacer dimisión! ¡No faltaba más!


El Intendente

¡Eso es exigir demasiado!


El General

Nosotros entramos en el poder para sacrificarnos en aras del país y no debemos retirarnos a la vida privada… (Todos afirman)


El Intendente

Privada de sueldo.


El Gobernador

Eso es.


El Almirante

Mantengamos izada nuestra bandera y sigamos el derrotero que nos hemos trazado.


El General

Bien, pero, señores, no olvidemos que el Rey va a emprender su viaje inmediatamente, que va a oír las quejas de los pueblos y que va a convencerse de que le hemos engañado.


El Gobernador

¡Claro! Descubrirá que los contribuyentes están hartos de pagar tributos. (Al INTENDENTE.)


El Intendente

Y que vuestra política deja mucho que desear. (Al GOBERNADOR.)


El Almirante

Y que el ejército está descontento. (Al GENERAL.)


El General

Y que la marina, a pesar de esa calma chicha de que le habéis hablado, no es chicha ni limoná. (Al ALMIRANTE.)


El Intendente

¡Va a descubrirlo todo!


El General

¡Estamos perdidos!


El Gobernador

No os apuréis. Hay un medio para salvarnos.


El General

¿Cuál?


El Intendente

Decid.


El Almirante

Hablad.


El Gobernador

El Rey ha dicho que esta misma noche dormirá de incógnito en el primer pueblo que se encuentre por el camino de los robledales.


El general

Eso ha dicho.


El Gobernador

Pues os advierto que es uno de los pueblos más agobiados por los impuestos. Pero no importa: yo me adelanto, de incógnito también, reparto allí dinero, preparo fiestas y diversiones, y el Rey se encontrará con un pueblo que ríe, baila y canta como si fuera completamente feliz.


El General

¡Muy bien pensado!


El Almirante

¿Y si se empeña en continuar el viaje?


El Gobernador

Me adelantaré a él y prepararé el terreno. Con dinero se arregla todo.


El General

Así lo hemos arreglado siempre.


El Intendente

Pues no hay tiempo que perder. Pasad por la tesorería y que os entreguen cuanto os haga falta.


El General

Sí, id al momento.


El Gobernador

Compañeros, adiós.


El Almirante

Buena suerte


El Gobernador

Quedad tranquilos. (Vase por la segunda derecha.)


Escena VI


Dichos menos el GOBERNADOR, luego UN CORTESANO.


El Almirante

Este hombre entiende la aguja de marear.


El General

¡Vaya si la entiende!


Un Cortesano

¡Mi general! (Por la primera izquierda.)


El General

¿Qué ocurre?


Un Cortesano

El Rey os espera en su cámara.


El General

(¡El Rey! Acaso haya desistido de su viaje.)


El Intendente

(¡Quién sabe!)


El General

Voy allá. (Aguardadme.) (Si habrá pensado alguna nueva diablura…) (Vase seguido del CORTESANO.)


Escena VII


EL ALMIRANTE y EL INTENDENTE.


El Almirante

¡Ay, mi querido Intendente!


El Intendente

¡Ay, mi querido Almirante!


El Almirante

Lo que pasa es irritante.


El Intendente

Y el peligro es inminente.

Yo, la verdad, no respondo

de que no demos un tumbo.


El Almirante

Pues yo no cambio de rumbo

Aunque siga mar de fondo.

El Rey es un imprudente.


El Intendente

Es un chiquillo ignorante.

¿No digo bien, Almirante?


El Almirante

Decís muy bien, Intendente.


El Intendente

¡Si desistiera quizás

de recorrer el país!..


El Almirante

¡No nos pondría en un tris,

si, al fin, se volviese atrás!


El Intendente

Sería muy conveniente.


El Almirante

Pero, yo dudo, no obstante…


El Intendente

¿De qué dudáis, Almirante?


El Almirante

¡Dudo de todo, Intendente!


El Intendente

Ya habéis visto con qué afán

indicó su plan, al fin.


El Almirante

Este Rey es un simplín

que lo hace todo sin plan.


El Intendente

¡Eh! ¿Quién se acerca? Adelante. ¿Un pastor?


El Almirante

¡El Rey!


El Rey

¡Presente!


El Almirante

(¡No hay esperanza, Intendente!)


El Intendente

(¡Nos lucimos, Almirante!)


Escena VIII


Dichos y EL REY de pastor.


Música (N.º 3). Idilio pastoril


El Rey

Soy un pastor sencillo.

Huelo a romero, huelo a tomillo,

y toco la zampoña y el caramillo


El Almirante y El Intendente

(No es malo el que nos arma

este chiquillo)


El Rey

Huelo a romero,

huelo a tomillo.

Quiero al son de la gaita

cantar mis quejas,

y comer nata y queso

de mis ovejas.

Si una linda zagala

llega a la fuente,

calme su cantarillo

mi sed ardiente

y al dormir en sus brazos

siesta de amor,

ella será la reina

de este pastor.


El Almirante y El Intendente

(Busca una égloga

para su amor.

¡Ay, qué bucólico

está el señor!)


El Rey

Quiero vida campestre,

dulce y tranquila

y escuchar del rebaño

la alegre esquila.

Más que lujo y riqueza,

gloria y honores,

ambiciono la vida

de los pastores

y a la orilla del río

murmurador,

entonar con mi gaita

cantos de amor


El Almirante y El Intendente

(Busca una égloga

para su amor.

¡Ay, qué bucólico

está el señor!)


El Rey

¡Qué grata música

para el pastor!

¡Qué melancólico

canto de amor!


Hablado


El Rey

¡Soy feliz, completamente feliz! ¡Al cabo voy a disfrutar de esa independencia con que tantas veces he soñado!


El Almirante

Pero, señor…


El Rey

¿Qué os parece mi disfraz? ¿Habrá nadie que pueda sospechar quién soy?


El Intendente

Nadie.


El Almirante

¿Quién ha de sospecharlo?


El Rey

Pues eso es lo que yo deseo: pasar desconocido por entre mis súbditos y enamorar, como un cualquiera, a mis súbditas. ¡Lo que yo voy a divertirme! ¡Lo que voy a correr por esos pueblos!


El Intendente

Pero, señor; ¡reflexionad! Reflexionad que estáis obligado a cierta circunspección, a cierta prudencia…


El Almirante

Y que el viajar solo y con ese traje, puede exponeros a algún contratiempo.


El Rey

¿Por qué? ¿Por lo humilde de mi vestido? ¿Por la clase modesta a que parezco pertenecer? Vosotros me habéis afirmado repetidas veces que en mis estados la seguridad individual es completa.


El Intendente

¡Completísima!


El Rey

Entonces, nada tengo que temer. Soy un ciudadano cualquiera, que viaja protegido por las leyes y al amparo de un gobierno cuidadoso y justo.


El Intendente

Justo. (A eso no podemos decir que no.) (Al ALMIRANTE.)


El Rey

Además, os advierto que no voy solo.


El Almirante

¿No?


El Intendente

¿Quién os acompaña?


El Rey

¿Quién? Ahí le tenéis.


Escena IX


Dichos y El GENERAL vestido de pastor.


Música (N.º 4) Cuarteto de la risa


El Almirante

¿Quién es?


El Intendente

No sé.


El Rey

(A los dos.)

¿Qué tal?


El General

Aquí estoy ya, señor.


El Almirante y El Intendente

¡Dios mío! ¡El General

vestido de pastor!


El General

Ya estoy aquí.


El Almirante

¡Qué raro está!


El Intendente

¿Verdad que sí?


Los Dos

¡Ja, ja, ja, ja!


El General

Por vos, de mí se ríen ya.


Todos

¡Ja, ja, ja, ja!


El Rey

¡Me lo temí!


El Intendente y El almirante

¡Y por ahí se marchará, vestido así!


Todos

¡Ja, ja, ja, ja!


El Rey

El verle así,

qué risa da.


El General

¡Pobre de mí!


El Rey

Así, sin bigote,

parece un muchacho.


El General

Lo que yo parezco

es un mamarracho,

mas por daros gusto

me desfiguré

y hasta mi bigote

os sacrifiqué.


El Rey

Creedme a mí, ya crecerá.


El General

¡El que perdí ya no saldrá!


Todos

¡Ja, ja, ja, ja!


El Rey

¡El verle así, que risa da!


El General

¡Pobre de mí!


Todos

¡Ja, ja, ja, ja!


El Almirante y El Intendente

Y por ahí se marchará vestido así


Todos

¡Ja, ja, ja, ja!


Hablado


El Rey

¡Vamos, señores, basta de chanzas! Yo agradezco, en lo que vale, el sacrificio que por mí ha hecho el General


El General

¡Bien podéis agradecérmelo, señor! ¡Mi bigote era el encanto de las damas! Y además, un General de artillería que se descañona, es el colmo de la obediencia al soberano.


El Almirante

No hablemos más de eso. ¡Pelillos a la mar!


El General

(¡Llama pelillos a aquel bigotazo!)


El Rey

¡Ea, General, andando! Salgamos por la puerta secreta. Vosotros quedáis encargados que nadie se entere de mi marcha.


El General

Sí. ¡Qué no se sepa nada de esto! ¡El ejército, sobre todo, que lo ignore!


El Intendente

Id tranquilo, señor.


El Rey

¡Vamos, vamos! Ya estoy deseando verme libre por esos campos. ¡Basta de etiquetas palaciegas! ¡Abajo las fórmulas cortesanas! ¡Viva la libertad! (Vanse EL REY y EL GENERAL por la puerta derecha.)


El Intendente

¡Dios mío! Un rey que grita ¡Viva la libertad!


El Almirante

¡Nos vamos a pique!


El Intendente

Un grito tan imprudente

no hay ministro que lo aguante.


El Almirante

Si es peor ponerse enfrente.


El Intendente

¿Sí?, pues paciencia, Almirante.


El Almirante

Resignación, Intendente.


(Vanse cada uno por su lado.)


Cuadro Segundo

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Plaza de un pueblo. A la derecha, en primer término, la Casa Consistorial. A la izquierda, un mesón, a cuya puerta de entrada hay una mesa y dos taburetes. Es la caída de la tarde.


Escena I


Coro de ALDEANOS y ALDEANAS que se agrupan tumultuosamente a la puerta del mesón. Después EL ALCALDE y JEREMÍAS.)


Música (N.º 5) Coro


Coro

Señor Alcalde,

señor Alcalde,

salga al momento

señor Alcalde,

por caridad,

necesitamos,

señor Alcalde,

que nos proteja

su autoridad.

Señor Alcalde,

si no remedia,

señor Alcalde,

nuestra ansiedad,

señor Alcalde,

señor Alcalde,

hacemos una

barbaridad.


El Alcalde

Por Dios, vecinos,

tened paciencia;

por Dios, vecinos,

dejadme en paz

Si las cosechas

están perdidas,

no es responsable

la autoridad.

Por Dios, vecinos, no ser pesados;

por Dios, vecinos,

por Dios, callad.

Por Dios, vecinos,

por Dios, vecinos,

no hagáis ninguna

barbaridad.


Hablado


Aldeano 1.º

Basta, basta; que hable uno sólo y que diga al señor Alcalde lo que queremos.


El Alcalde

Sí, que hable uno sólo, porque si gritáis tóos a la vez no vamos a entendernos.


Aldeano 1.º

Pues bien, señor Alcalde, el pueblo no pué seguir así. Los impuestos están cada vez más crecíos, los campos están baldíos, los dineros están escondíos y los pobres estamos aburríos.


El Alcalde

De eso estamos convencíos.


Aldeano 2.º

Los tributos son muy elevaos; los campos están arrasaos; los trabajadores paraos y tóos estamos fastidiaos.


El Alcalde

Bueno, pues quedamos enteraos.


Aldeano 1.º

Y hay que tomar una risolución.


Aldeano 2.º

Porque la culpa de tóo la tié el gobierno.


Todos

¡Abajo el gobierno!


El Alcalde

¡Silencio! Con gritos no se consigue náa. Claro que el gobierno tié la culpa, pero ¿qué le vamos a hacer? Yo estoy tan quejoso como vosotros, y eso que soy Alcalde, pero además de Alcalde, soy posadero y el negocio está echao a perder: aquí no se vende náa, se pasan los meses enteros sin despachar ni una azumbre de vino y el que consume no paga, y yo soy el que se consume.


Aldeano 1.º

Pues a ver lo que hacemos.


El Alcalde

Yo creo que lo mejor es irnos ahora mismo a la Casa Ayuntamiento y echar una solicitud al gobierno pidiéndole que nos perdone los tributos que van vencíos, y expresarle lo malamente que lo pasamos.


Todos

¡Eso es! ¡Eso es!


Aldeano 1.º

No está mal, pues a escribirla.


El Alcalde

Justo, y que la firmen tóos.


Aldeano 1.º

¿Y el que no sepa, como yo?


Aldeano 2.º

Pon una cruz y santas pascuas.


Aldeano 1.º

Bueno, la cruz si la pondré, pero lo de santas pascuas tendrá que escribírmelo otro.


El Alcalde

Id pa el Ayuntamiento, que allá voy yo y veréis cómo escribo una solicitud a gusto de tóos.


Todos

¡Viva el señor Alcalde! ¡Viva!


Aldeano 1.º

¡Nosotros al Ayuntamiento y vosotros a vuestros quehaceres!


Escena II


EL ALCALDE y JEREMÍAS.


El Alcalde

¡Jeremías! Dame un trago de vino, a ver si así cobro ánimos y tengo fuerzas para decirle al gobierno tóo lo que merece.


Jeremías

(Dándole el jarro.) Ahí tenéis. ¡Por vida de los demonios!


El Alcalde

¡Hombre, que siempre has de estar gimiendo y llorando! ¡No en balde te pusieron el apodo de Jeremías!


Jeremías

¡Pero, tío!


El Alcalde

¡No hay tío que valga! El hombre ha de ser hombre y el que tengas que marcharte a servir al Rey, no es pa que te aflijas de esa manera.


Jeremías

¡No es sólo por eso!


El Alcalde

Sí, será por lo otro, es decir, por la otra. ¡Valiente par de sobrinos me ha dao Dios! Rosa te tiene atontao.


Jeremías

Porque estoy mal correspondío. ¡Maldita sea mi!..


El Alcalde

¿Y eso qué importa? Ella ya conoce mi voluntad: que quiera, que no quiera, cuando vuelvas del servicio, te casarás con tu prima.


Jeremías

¡Sí, casarme! ¡Casarme!


El Alcalde

¡Vaya un vino! ¡De primera! ¡Paice mentira que se venda tan poco!


Aldeano 1.º

(Desde la puerta del Ayuntamiento.) ¡Señor Alcalde, que le estamos esperando!


El Alcalde

Allá voy hombre, allá voy. (A JEREMÍAS.) ¡Anímate, mostrenco! (Vase al Ayuntamiento.)


Escena III


JEREMÍAS solo, después EL GOBERNADOR.


Jeremías

¡Sí, anímate, anímate! Eso se dice muy bien, pero cuando uno está como yo, con el corazón metío en un puño… ¡Maldita sea! Dice mi tío que me casaré con Rosa vuelva del servicio. ¡Después de ocho años de servir al Rey, pa valiente cosa serviré ya!


El Gobernador

(Según las señas que me acaban de dar, éste debe ser el mesón del Alcalde.) ¡Eh, muchacho!


Jeremías

¡Qué queréis?


El Gobernador

¿El señor Alcalde está en casa?


Jeremías

Al Ayuntamiento se ha ido hace un instante. Allí lo encontraréis.


El Gobernador

¿Están acaso en concejo?


Jeremías

No, señor; está con los vecinos del pueblo, escribiendo una solicitud pa el Gobierno pidiéndole no sé qué cosa.


El Gobernador

¿Sí? (Pues ésta es la mejor ocasión. Pasaré por emisario de mí mismo y, concediéndoles todo lo que pidan y repartiendo algún dinero, regocijo popular.) ¡Adiós, muchacho!


Jeremías

Id, enhorabuena.


Rosa

(Dentro cantando.)

El chorro de la fuente

vierte agua clara,

y con ella colores

para mi cara.


Jeremías

Ahí viene la ingrata. ¡Maldita sea mi suerte!..


Escena IV


Dicho y ROSA que lleva el cántaro apoyado en la cadera. Sale del mesón.


Rosa

¡Adiós, primo!


Jeremías

¡Adiós, prima!


Rosa

Voy a la fuente.


Jeremías

Escucha dos palabras…

Oye, ¡detente!


Rosa

¿Qué tienes que contarme?

¿Es algo nuevo?


Jeremías

Mira que si te burlas

yo no me atrevo.


Rosa

¿Decirme que me adoras?


Jeremías

Precisamente.


Rosa

¡Ya me lo figuraba!

¡Voime a la fuente!


Jeremías

Pero, mujer…


Rosa

¿Ya gimes?

¡Jesús! ¡Qué risa!


Jeremías

¡Escúchame!


Rosa

No puedo,

que estoy de prisa.


Jeremías

Nuestro tío desea

que nos queramos


Rosa

¿Sí? Pues dar gusto al tío…

¿Para qué estamos?

(Deja el cántaro en el suelo.)


Jeremías

¿De veras? ¿Te decides?

¡Ay, Rosa mía!

(Rompiendo a llorar.)


Rosa

¿Lloras porque te quiero?


Jeremías

¡Si es de alegría!


Rosa

Pues, primo, te aseguro

que me encocoras:

de alegría o tristeza,

¡tú siempre lloras!


Jeremías

Debo llorar y debo

desesperarme;

hoy vendrá la recluta

para llevarme.


Rosa

¿Y qué?


Jeremías

¿Quieres que ría

si de ti ausente

he de pasar ocho años

seguramente?


Rosa

¿Qué importa? No te aflijas,

ya nos veremos.


Jeremías

¿Y al volver, dime, Rosa,

nos casaremos?


Rosa

¿Casarnos? Es asunto

muy delicado.

Yo, francamente, primo,

no lo he pensado.


Jeremías

Pues piénsalo.


Rosa

¡Imposible!

Te lo confieso;

¡pensar yo en matrimonio!

¿Quién piensa en eso?


Jeremías

¿Luego tú me desprecias?

¡Tú no me quieres!

(Llorando amargamente.)


Rosa

¡Dale que dale! Hombre,

¡qué terco eres!

Como primo, contigo,

soy cariñosa…


Jeremías

¿Y como esposo?


Rosa

Eso…

ya es otra cosa.


Jeremías

Estoy con tus amores

entontecido.


Rosa

Pues yo no quiero un tonto

para marido.

Por ser primos no hagamos

una bobada,

que es la boda entre primos,

una primada.

Y el que a su prima se une

¡cosa sabida!

se expone a ser un primo

toda la vida.


Jeremías

Pues, bueno; aunque lo sea,

por todo paso.


Rosa

Hombre, sólo por eso

ya no me caso.

(Coge el cántaro.)


Jeremías

Por ti me estoy muriendo.


Rosa

¡Qué cosa más rara!

¡Muriendo! Y me lo dices

con esa cara.

Tú, tan sano y rollizo,

morir amando…


Jeremías

¡Me engordan los disgustos

que estoy pasando!

¡Me dan unas tristezas

hace unos días!


Rosa

Vaya, no tengo gana

de tonterías.


Jeremías

¡Ay, Rosa! ¡Que me muero!


Rosa

¿Tú?


Jeremías

¡De repente!


Rosa

Pues, abur, que te alivies.

Voy a la fuente.

(Vase riendo por el último término de la derecha.)


Escena V


JEREMÍAS solo.


Jeremías

¡Y se marcha! ¡Se marcha! ¡Maldigo mi suerte perra!

Soy lo más desgraciado

que hay en la tierra;

y entoavía (Llorando.)

quieren Rosa y mi tío

que yo me ría.


El Alcalde

(Desde la puerta del Ayuntamiento.) ¡Eh, Jeremías! ¡Muchacho!


Jeremías

¿Qué mandáis?


El Alcalde

Súbete de la bodega el pellejo de vino que está empezao y dáselo a éste para que nos lo traiga. (Señalando al Mozo que sale del Ayuntamiento y va al mesón.)


Jeremías

¡Voy, voy! ¡Maldita sea mi suerte, amén! (Entra en el mesón con el MOZO.)


Escena VI


EL REY y EL GENERAL, por el último término de la izquierda; luego JEREMÍAS.


El Rey

¡Qué agradable tranquilidad! ¡Qué paz tan envidiable! ¡Lo que yo he disfrutado en estas horas no puedes tú comprenderlo!


El General

Efectivamente, no lo comprendo, porque vengo derrengado.


El Rey

Ya descansaremos, hombre; ya descansaremos. ¡Allí, hay un mesón! Si tan fatigado estás, pasemos en él la noche.


El General

(¡Ay, colchones de mi cama, cuánto os voy a echar de menos!)


El Rey

¿Pero antes cenaremos, eh?


El General

Como dispongáis.


El Rey

Ah de casa! ¿Quién sirve aquí? ¡Mesonero!.. ¡Mesonero!


El General

¡Mesonero! (Al ir violentamente a entrar en el mesón tropieza con el MOZO que sale llevando el pellejo de vino.)


Jeremías

¿Qué es eso? ¿Quién da tantas voces?


El General

Nosotros.


Jeremías

¡Pues no traéis poca prisa!


El General

¿Eh? (Haciendo muy marcadamente el ademán de buscar la empuñadura de la espada.)


El Rey

(¡Cálmate, hombre!)


El General

(Tal falta de respeto…)


El Rey

(¿Pero qué respeto quieres que tengan a un par de pastores?)


El General

(Es verdad. Me olvidaba de lo que somos. Mejor dicho, de lo que no somos.)


El Rey

¡A ver, mozo!


Jeremías

¿Qué es lo que queréis?


El Rey

Cenar, ante todo. ¡Tengo un hambre espantosa! ¿Qué es lo que hay?


Jeremías

Lo que hay pué que sea demasiado caro pa vosotros.


El Rey

(Eso tiene gracia.) Sepamos, sepamos lo que es.


Jeremías

Pues tenéis judías estofadas.


El General

(¡Jesús!)


El Rey

¡Magnífico! ¿Y qué más?


Jeremías

Y atún en escabeche.


El General

¡María Santísima!


El Rey

¡Excelente! Trae dos raciones de cada cosa.


El General

¡Pero, señor!.. (Aparte al REY.)


El Rey

¡Anda, volando! (Vase JEREMÍAS.)


El General

Pero, señor, ¿y vamos a cenar esas porquerías?


El Rey

¿Y, por qué no? Esto es, precisamente lo que me seduce: que me traten como a un cualquiera; sobre todo, cenar con verdadero apetito. Desengáñate, General: a buen hambre, no hay pan duro.


El General

El pan duro sería lo de menos. Lo terrible, a estas horas, son el escabeche y las judías estofadas.


El Rey

Pero, ¡qué tonterías dices! ¿Quieres que en un mesón como éste nos ofrezcan faisanes y salmón? Comamos lo que nos den y déjate de repulgos de empanada.


El General

(¡Empanada! ¡Qué más quisiéramos!)


El Rey

Yo te aseguro que en las tres leguas que hemos andado a pie se me ha despertado un apetito devorador.


El General

Pues yo no tengo más que ganas de descansar. Estoy rendido. (Sentándose y levantándose inmediatamente.) ¡Ay, señor! ¡Perdonad!


El Rey

¿Qué es ello?


El General

Me había sentado sin permiso en vuestra presencia.


El Rey

Pero, hombre, ¿cuándo acabarás de convencerte de que por ahora no somos un rey y un general, sino simplemente dos pobres pastores, tan pobres, que no tenemos ni aún rebaño?


El General

Sin embargo, señor…


El Rey

Trátame con toda confianza, porque si no van a sospechar. Nada de cumplimientos entre nosotros. Tutéame, hombre, tutéame.


El General

Pues… chico, con tu permiso. (Sentándose.) Estoy reventado.


El Rey

Así me gusta verte.


El General

¿Cómo? ¿Reventado? (Levantándose.)


El Rey

No, hombre. Tratándome de igual a igual.


El General

¡Ah! (Volviendo a sentarse.)


Jeremías

Aquí están ya las judías. (Pone sobre la mesa una fuente de judías humeantes con dos cucharas de palo. EL GENERAL ofrece al REY el taburete de la derecha y él se sienta en el de la izquierda.)


El Rey

¡Qué olorcillo tan apetitoso!


El General

(¡Pobre de mí! ¡Esta noche, cólico seguro!)


Jeremías

¿Traigo un jarro de vino?


El Rey

¡Hombre, sí! ¡Un jarro! ¡No, dos! (Vase JEREMÍAS.) ¡Esto es encantador! ¿Qué diferencia de los banquetes de Palacio, eh?


El General

¡Ya lo creo que hay diferencia!


El Rey

¡Aquello ya hastía! Siempre diez o doce platos.


El General

¡Y aquí ninguno! La fuente sola y dos cucharas de palo.


El Rey

Este guiso está delicioso. (Comiendo.) ¡Anda, hombre, come!


El General

¡Señor! ¡Esperaré, al menos, a que hayáis acabado!


El Rey

Repito que no te andes con ceremonias. Figúrate que estamos en consejo. ¡Mete la cucharada!


El General

¡Pues lo mandáis, sea! (Comiendo.)


El Rey

¡Riquísimas!


El General

¡Sí, no están malas!


El Rey

¡Eh! ¿Qué es esto?


El General

Una hoja de laurel.


El Rey

Toma, General, la gloria para ti. (Con énfasis.)


Jeremías

¡Aquí esta el vino! (Poniendo las dos jarras sobre la mesa.)


El Rey

¡Venga! (Bebe.)


El General

(¡Bueno será el vinillo!)


El Rey

¡Excelente!


El General

(Después de beber.) No es del todo desagradable.


El Rey

Un trago de esto alegra a cualquiera. ¿No es verdad, muchacho?


Jeremías

Sí; a cualquiera que pueda alegrarse. Lo que es a mí, pa eso, no me bastaría con tóo lo que hay en la bodega


El Rey

¿Pues qué te pasa, hombre?


Jeremías

¿Qué me ha de pasar? Que tengo que marcharme pa ir a servir al Rey. ¡Maldito sea el Rey! (Vase.)


El General

(Con la boca llena y levantándose amenazador.) ¡Insolente!


El Rey

(Riendo a carcajadas.) Déjale, hombre. Esa sinceridad es encantadora.


El General

Señor; es que hay ciertas cosas que yo, como General, no puedo tolerarlas.


El Rey

Como General, no, pero como pastor no debes incomodarte. Ya ves la frescura con que yo las tomo.


El General

¡Admiro vuestra tranquilidad!


Jeremías

¡Aquí está el escabeche! (Poniendo sobre la mesa otra fuente con dos tenedores y recogiendo las de las judías.)


El Rey

¡Magnífico trozo! ¡Qué buena facha tiene! ¡Y con sus cebolletas y todo! Debe de estar muy sabroso. De esto sí que voy a comer con gusto.


El General

Por Dios, señor, no abuséis, que el atún esun alimento muy fuerte. Os puede hacer daño.


El Rey

¡Déjame en paz, hombre, déjame en paz! (Comiendo.)


El General

(¡Dios mío! ¡La felicidad de un país dependiendo de un pedazo de atún… en escabeche!)


Escena VII


Dichos y Rosa, que viene con el cántaro.


Música (N.º 6) Cuarteto


Rosa

(Dentro.)

El chorro de la fuente

vierte agua clara

y con ella colores

para mi cara.

(Entra en escena.)

Santas y Buenas tardes


El Rey

¡Dios mío, qué mujer! (Se levanta.)


El General

(Al Rey se le han quitado las ganas de comer.)


El Rey

(¡Qué hermosa es la zagala!)


Rosa

(¡Qué lindo es el pastor!)


Jeremías

(La ingrata ni aún me mira.)


El General

(¡Es guapa, sí señor!)


Rosa

Si queréis agua fresca, (Al REY.)

os la puedo ofrecer.

En la fuente ahora mismo

la acabo de coger.


El Rey

No es agua lo que quiero

para calmar mi ardor,

que al verte, hermosa niña,

yo siento sed de amor.


Rosa

No se me acerque tanto.

(¡Qué audaz es el pastor!)

Para apagar el fuego

el agua es lo mejor.


Jeremías

(¿Qué se estarán hablando?

De fijo que es de amor.

Si fuera yo valiente

pegaba a ese pastor.)


El General

(El Rey se va animando,

pues esto es lo mejor,

qué olvidará otras cosas

pensando en el amor.)


Rosa

(Al REY, ofreciéndole con el cántaro.)

Si tanta sed le abrasa,

lo más sencillo

es beber unos sorbos

del cantarillo.


El Rey

(Disponiéndose a beber.)

Dame, que tengo el pecho,

hecho una fragua.


El General

(Acercándose.)

¡Detrás del escabeche,

no bebáis agua!


El Rey

(¡Quítate allá!

¡Déjame al fin que goce

de libertad!)

Honores y riqueza (A ROSA.)

no me otorgó la suerte;

yo solo, hermosa niña,

amor puedo ofrecerte.

Su mísera cabaña

te ofrece este pastor,

¿me quieres siendo pobre?

responde, por favor.


Rosa

Ni honores ni riqueza

jamás pedí a la suerte,

cariño sólo anhelo,

cariño hasta la muerte

y en la cabaña humilde

de mísero pastor

habitaré dichosa,

si en ella encuentro amor.


El Rey

¿Luego me quieres? ¡Di!


Rosa

¿A qué negarlo? Sí


El Rey

(Al GENERAL.)

¿Lo oíste?


El General

Ya lo oí


Jeremías

(¡Yo estoy fuera de mí!)


El Rey

Tus ojos tienen

para los míos

irresistible,

seguro imán,

por eso en ellos

la luz buscando,

os míos siempre

se mirarán.


Rosa

En mí tus ojos

se miren siempre,

buscando en ellos

amante afán,

mas, ¡ay!, que temo,

pastor querido,

si esos tus ojos

me engañarán.


El General

(El Rey se anima

con la mozuela:

¡qué entusiasmados

los dos están!

Es conveniente

que se distraiga,

pues esto ayuda

a nuestro plan.)


Jeremías

(Yo estoy furioso,

yo estoy que trino,

¡qué entusiasmados

los dos están!

¡No soy valiente,

mas, si esto sigue

de mis casillas

me sacarán!)


Hablado


Jeremías

(Me voy, me voy adentro, porque no puedo ver ciertas cosas.) (Al GENERAL.) Dígale a su compañero que se ande con cuidao conmigo, porque soy capaz de pegarle un estacazo.


El General

¿Un estacazo? (Conteniéndose.) ¿Y por qué?


Jeremías

Porque esa muchacha es mi prima, y por que la quiero, y sobre tóo, porque me da la real gana. (Vase.)


El General

(No, a quien le da la real gana es a él.)


El Rey

No tardes, vida mía. Aquí te espero. (Acompañando a ROSA hasta la puerta del mesón.)


Rosa

En seguida estoy de vuelta. (Vase.)


El Rey

(Volviendo junto al GENERAL.) ¡Ay, General, qué muchacha tan seductora! Éste es el amor que halaga, el verdadero amor. Me quiere por mí, sólo por mí, creyéndome un pastor miserable.


El General

Sin embargo, señor, yo os aconsejo un poco de prudencia. Ese mozo que acaba de irse es primo de la joven y la quiere, y ha dicho… no me atrevo a repetir lo que ha dicho.


El Rey

¿Qué?


El General

Que iba a pegaros un estacazo.


El Rey

¿A mí?, ¿a su Rey? (Con altanería.)


El General

Pero, señor: ¿no hemos quedado en que aquí no sois más que un pastor?


El Rey

Es verdad. Pues que se atreva y, de igual a igual, nos veremos las caras. (Con aire de bravucón.)


El General

(¡No nos faltaba más que esto!)


El Rey

Déjame, déjame gozar de esta independencia encantadora. Un viaje así, una aventura así, un traje así y una cena así.


El General

¡Señor, no me recordéis la cena!


Escena VIII


Dichos, EL ALCALDE y ALDEANOS que salen del ayuntamiento. Tras ellos, misteriosamente, sale EL GOBERNADOR.


Aldeano 1.º

(Dentro del Ayuntamiento.) ¡Viva el Alcalde!


Otros

¡Viva!


El Alcalde

¡Viva el Gobierno!


Todos

¡Viva!


El Rey

(Al GENERAL.) ¿Qué es eso?


El General

Ya lo veis, que el pueblo está satisfecho y alegre, como en todas partes.


El Rey

Mas vale así. ¡Ah! ¡Ella sale! (Reparando en ROSA, que sale del mesón. Va a su lado y habla con ella amorosamente, sentado él en la mesa y ella en el taburete de la izquierda.)


El Alcalde

A ver, muchachos, avisad a las mozas y que venga la música, y que empiece el baile. Quiero que os divirtáis mucho; pero mucho.


Aldeano 1º

¡Viva el Alcalde!


Otros

¡Viva! (Vanse en direcciones distintas, algunos de ellos; otros se quedan en la plaza.)


El General

En todo esto veo la mano del Gobernador. Sí: debe de ser aquel embozado. Hay que evitar que el Rey le conozca. Aprovecharé este momento en que está entretenido con la mozuela.


El Rey

(A ROSA.) ¡Te quiero, te quiero con toda mi alma!


El General

(Se acerca al GOBERNADOR que está en el otro extremo. En voz baja.) (Gobernador.)


El Gobernador

¡Eh! ¿Quién? (Sorprendido.)


El General

Soy yo, ¿no me conocéis?


El Gobernador

¿Vos, General, en ese traje?


El General

(¡Silencio!)


El Gobernador

¿Qué hacéis aquí?


El General

Acompaño al Rey. ¡Mirad! Allí está.


El Gobernador

Me vuelvo a la corte. Ya veis que el pueblo está bien preparado.


El General

Muy bien.


El Gobernador

Lo que necesito es saber dónde vais desde aquí.


El General

¿Desde aquí? Pues…, si seguimos cenando como esta noche, nos iremos al otro mundo.


El Gobernador

No debo detenerme. ¡Adiós! (Vase por el último término derecha.)


El General

¡Adiós!


Escena IX


Dichos, menos EL GOBERNADOR, y JEREMÍAS que sale del mesón.


El Rey

¡Rosa, Rosa mía!


Jeremías

(¡Nada, que no se separa de ella! ¡Maldita sea…, me están dando unas ganas de…!)


El Alcalde

¡Jeremías!, saca vino y que beba por mi cuenta tóo el que tenga gana. Da un trago a este pastor.


El General

Gracias; acabo de cenar ahí con mi compañero.


El Alcalde

(A JEREMÍAS.) Pues no les cobres náa. Hoy paga la fiesta el municipio porque ha salido de trampas.


El General

(¡No digáis eso, hombre!) (¡Si lo oye el Rey!)


El Alcalde

¿Por qué no he de decirlo? Ha venío un emisario del gobierno y nos ha perdonado…


El General

(Llevándoselo aparte.) ¡Chis! No digáis eso tampoco.


El Alcalde

¿Qué no? Pues la verdad se debe decir: tenemos un gobierno que vale cualquier cosa.


El General

Eso sí, eso sí debe decirse.


El Alcalde

Pues gritad conmigo: ¡Viva el gobierno!


El General

¡De eso se trata, de que viva! ¡Viva!


El Alcalde

¡Viva!


Escena X


(Dichos, Coro general de ALDEANOS y ALDEANAS. Luego, cuatro músicos que tocan violines, flauta y tamboril.)


Música (N.º 7) Baile y final del primer acto


Coro

Ahí viene ya está la música,

venid todos acá,

los viejos y los jóvenes,

dispuestos a gozar.

Hoy todo es aquí júbilo,

el pueblo alegre está;

muchachos, dispongámonos

contentos a bailar.

¡A bailar!

¡Aquí está ya la música,

el baile va a empezar!

¡A bailar! ¡A bailar!

(Entran los MÚSICOS, que se colocan en el centro.)


Rosa

(Al REY.)

¿No bailas tú?


El Rey

Sí, ¿por qué no?


Rosa

Pues, anda ya.


El Rey

¡Allá voy yo!

(Cogiendo a ROSA y colocándose entre los que van a bailar.)


Jeremías

(¡Baila con él!

¡Pobre de mí!)


El General

(¡Dios mío! ¡El Rey

bailando aquí!)


Coro

Oyendo el son alegre

de la danza del lugar,

no hay uno que no sienta

los deseos de bailar.

Los mozos y las mozas

que se abrazan sin temor,

avivan más la llama

de la hoguera de su amor.

Venid aquí,

volved allá,

la vuelta así,

mejor se da.

Volved allá,

venid aquí,

¡qué gusto da

bailar así!

Se animan las parejas

saltando sin cesar,

se juntan, se separan

y se vuelven a juntar.

No hay nadie que se rinda

Y, en alegre agitación,

más salta que las piernas

el alegre corazón.

Venid aquí,

volved allá…, etc.


Mujeres

¿Oís?


Hombres (Tenores)

¡Callad!


Hombres (Bajos)

¡Silencio!


Todos

Es marcha militar.


Mujeres

(Que han ido al foro.)

Un grupo de soldados,

dirígese hacia acá.


Jeremías

¡Dios mío, la recluta!


El Rey

(¿Qué es eso, General?)


El General

(Que vienen a llevarse

los mozos del lugar.)


El Rey

(¡Por mí, que se los lleven,

lo mismo se me da.

Dejándome las mozas,

no necesito más!)


Escena XI


Dichos, EL CAPITÁN y doce SOLDADOS, que se forman en el foro.


Coro

¡Salud a los soldados!

El Capitán

¡Alto! ¡Descansen! ¡Ar!

¿En dónde está el Alcalde?


El Alcalde

¡A la orden, Capitán!


Jeremías

(Me llevan, y la ingrata

con él se quedará.)


El Alcalde

(Presentando al CAPITÁN a JEREMÍAS y a dos MOZOS más.)

Los mozos, ved, son estos.


El Capitán

¿Son éstos nada más?


Jeremías

¡Aquél también es mozo!

(Señalando al REY, que habla con ROSA.)

¿Por qué no lo lleváis?


El Capitán

¿Aquél? (Acercándose al REY.)

A ver, muchacho.


El Alcalde

¡Debe tener la edad!


El Capitán

¿Tú al Rey no habrás servido?


El Rey

No le serví jamás.

(Riendo.)


El Capitán

Pues vente con nosotros.


El General

(¡Jesús, qué atrocidad!)


El Rey

(Aparte, al GENERAL.)

Servirme yo a mi mismo,

esto es lo natural,

y no que, por la fuerza,

me sirvan los demás.

¡Andando!


El General

(Al REY.)

(No consiento

esta temeridad.

La broma ya es pesada:

decid quién sois.


El Rey

(¡Jamás! Conoceré de cerca

la vida militar.)


El General

(¿Cómo dejarle solo?)


El Capitán

¡En marcha! ¡Vamos ya!


El Rey

¡Adiós, hermosa niña! (A ROSA.)


Rosa

¿De mí te olvidarás?


El Rey

Tu celestial recuerdo

mi pecho guardará.


El General

(De pronto, al CAPITÁN.)

¡Yo voy de voluntario!


El Capitán

Sois viejo, pero… ¡andad!,

que, al fin, para ranchero

podréis servir quizás.

(Los ALDEANOS se ríen.)


El General

¡Ranchero yo! (Al REY.)


El Rey

(Paciencia,

querido General.

Ya ves que yo la tengo

y valgo mucho más.)


El Capitán

¡Tambor! ¡Soldados! ¡Firmes!

¡Armas al hombro! ¡March!


Coro

Ya se van los mozos

con su capitán,

quiera Dios que vuelvan

todos los que van.


El Rey

(Estas aventuras

gran placer me dan,

lo que es por la corte

tarde me verán.)


Rosa

(Despertó en mi pecho

amoroso afán,

pero, ¿quién se fía

de los que se van?)


El General

(Dicen que ranchero

a nombrarme van,

cuando me conozcan

me las pagarán.)


Jeremías

(Si los dos tenían

amoroso plan,

ahora, al separarse,

cómo rabiarán.)


(Desfile de los SOLDADOS. Detrás de ellos EL REY, JEREMÍAS, EL GENERAL. Al pasar EL REY al lado de ROSA se separa algo de las filas para abrazarla. JEREMÍAS se interpone. Vanse todos por el último término izquierda. Los ALDEANOS y ALDEANAS los despiden cariñosamente.)


Fin del primer acto


Acto Segundo

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Cuadro Tercero

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Patio en un castillo. Al foro muralla por encima de la cual se ve el campo. A la derecha, primer término, gran puerta que da al campo. A la izquierda, puerta que conduce al interior del castillo. En segundo término derecha, puertecilla del cuerpo de guardia.


Escena I


Aparece la escena sola. Un centinela con capuchón se pasea por la muralla. Empieza a amanecer. Preludio y diana. Cruzan la escena varios soldados.


Escena II


EL REY y El GENERAL.


Hablado


El General

Señor, ¿Cómo habéis pasado la noche?


El Rey

Perfectamente. He dormido como un lirón.


El General

¡Os envidio! Yo, en los tres días que llevamos en este cuartel, no he podido pegar los ojos. ¡Estas camas son infernales!


El Rey

Pues culpa tuya es: si hubieras procurado para el ejército más comodidades, ahora disfrutarías de ellas.


El General

Tenéis razón, señor: yo os aseguro que, en cuanto volvamos a la corte, lo primero que propondré en Consejo será el decreto siguiente: la cama del soldado se componga de tres colchones de lana y dos almohadas de pluma. Artículo segundo: el rancho será nutritivo, suculento y variado. Variado sobre todo. ¡Estoy de patatas hasta aquí!


El Rey

Pero, hombre, ¿también te quejas del rancho?


El General

No, de lo que me quejo es del estómago.


El Rey

¡Qué delicado eres!


El General

Decidme, señor, ¿pensáis que permanezcamos aquí muchos días más?


El Rey

Ya veremos. Por ahora me encuentro bien.


El General

(¡Dios mío de mi alma!)


El Rey

Soy feliz haciendo esta vida de simple soldado. Te aseguro que nunca me he divertido más.


El General

(Yo sí que estoy divertido.)


El Rey

Y tú no tienes motivo para estar quejoso. El Capitán, atendiendo a tus años de servicio, ya ves que te ha encargado de la instrucción de reclutas. ¿Qué más quieres? ¿No te hace gracia?


El General

Absolutamente ninguna.


El Rey

Pues a mi sí. Lo único que me molesta son tus continuas observaciones: «Señor, no hagáis esto, señor, no hagáis lo otro». Eso es capaz de aburrir a cualquiera.


El General

Pero…


El Rey

Salí de Palacio para hacer lo que me diese la gana, no para estar, como allí, obligado a guardar ciertas formas y a tener ciertas consideraciones. Te aseguro que me pesa el no haber venido solo.


El General

Gracias, señor. (Y ese Gobernador sin llegar. ¿Si no habrá recibido mi aviso?)


El Rey

Ahí viene nuestro Capitán. ¡Cuidado con la menor indiscreción!


Escena III


Dichos y EL CAPITÁN.


El Capitán

(Como riñendo con alguien que está dentro, sale del cuerpo de guardia.) ¡Al calabozo inmediatamente! ¡No tolero la más pequeña falta en el cumplimiento del deber! ¿Qué hacéis aquí vosotros?


El Rey

A la orden, mi Capitán. (Cuadrándose militarmente.) (Cuádrate, General.)


El General

¡A la orden! (Cuadrándose.) (¡Si yo te pillara a mis órdenes!)


El Capitán

¿No sois vos el encargado de la instrucción de reclutas?


El Rey

Sí, señor; éste es.


El General

Servidor.


El Capitán

¿Y estáis seguro de cumplir dignamente esa comisión?


El General

Me parece que sí.


El Rey

Ya lo creo que la cumplirá. Eso, yo os lo garantizo.


El Capitán

¡A callar! A ti no te lo pregunto. ¡Pues, hombre!, me gusta la falta de respeto. ¡Cuidadito conmigo!


El General

(¡Anda, toma bromitas!)


El Rey

Perdonad, mi Capitán.


El Capitán

(Al GENERAL.) ¿Conocéis la nueva táctica del General Consejero de la Guerra?


El General

¿Yo? (¡Preguntarme a mí si conozco una obra que me ha costado tanto trabajo!)


El Capitán

¡Vamos, responded! ¿La sabéis, sí o no?


El General

Me la sé de memoria.


El Capitán

Pues ésa es la que hay que aplicar.


El General

Naturalmente, como que es la mejor que se ha escrito.


El Capitán

¿Qué entendéis vos de eso? Esa táctica es un tejido de disparates. (EL GENERAL va a contestar y EL REY le contiene.)


El Rey

(Te prohíbo que hables.)


El Capitán

¡Una sarta de desatinos!, pero no somos nosotros los llamados a juzgarla. El Gobierno ordena que se siga ésa, y ésa se sigue. Quien manda, manda. (Toque de corneta.) ¡Toque de instrucción! ¿No oís? ¡Vamos! ¡Pronto!


El Rey

(Saluda.) (¡Anda, General! ¡A desasnar reclutas!)


El General

(¡Qué cosas sufre un hombre por no presentar la dimisión! (Vanse por último término izquierda.)


Escena IV


EL CAPITÁN y luego JEREMÍAS, que sale por el último término derecha.


El Capitán

¡Decir que es buena la táctica del General! No puedo oírlo con calma. ¡La única táctica posible es la que yo he escrito, la que no han querido aprobar en Consejo! (Pasea en segundo término de puerta a puerta.)


Jeremías

(Por el último término derecha.) ¿Qué toque habrá sido el que ha sonado ahora? Cada vez que oigo la corneta me echo a temblar. No soy capaz de entenderla en toda mi vida.


El Capitán

¡Venirme a mí con tácticas! (Sigue gruñendo y hablando entre dientes.)


Música (N.º 8) Diana


Jeremías

¡Tararí, tararí ¡Ti, ti!.. ¿Qué querrá decir eso? Yo estoy confundido. Ayer, cuando me presenté creyendo que tocaban a rancho, resultó que tocaban a pienso. (Toque.) ¡Otra vez la cornetita! Nada, que no entiendo ese toque.


El Capitán

Animal, ¿qué haces aquí? ¿No oyes que llaman? (Le da un puntapié.)


Jeremías

Éste es el primer toque que he comprendido perfectamente. (Vase por el último término izquierda.)


El Capitán

No hay que darle vueltas: en este país el verdadero mérito siempre está postergado. (Vase primer término izquierda.)


Escena V


La escena sola un momento. Después el pelotón de reclutas, el último de ellos, JEREMÍAS, dirigidos por EL GENERAL, marcando el paso acompasadamente.


Atraviesan de izquierda a derecha por el último término, sin detenerse, y diciendo a compás en voz alta: «¡Un, dos! ¡Un, dos!».


Escena VI


CENTINELA, EL ALCALDE y ROSA.


El Alcalde

(Dentro.) ¡Sóo! ¡«Canela»! ¡Estate quieto, «Morico»! ¡Vamos, mujer, apéate!, y amarra ésa más lejos, que no estén las dos bestias juntas. ¡Ajajá! (Entrando primer término derecha.) Gracias a Dios que hemos llegado. Ya estarás satisfecha.


Rosa

Sí que lo estoy


El Alcalde

El demonio que entienda a las mujeres: cuando estabas al lado de Jeremías, no pagabas su cariño más que con desprecios y desde que se lo trajeron al cuartel, no has pensao más que en venir a verlo. Pues ya estás aquí. ¡Qué contento se va a poner! Y el muy bruto me aseguraba que tú no le querías.


Rosa

No es tan bruto, tío.


El Alcalde

¡Qué ha de ser! Lo que hay es que tú le tiés atontao. ¿Por dónde andará ahora? ¡Eh, militar!


Centinela

¿Qué hay?


El Alcalde

¿Sabéis de un soldado nuevo a quien llaman por mal nombre Jeremías?


Centinela

No lo conozco. Buscad al Capitán y preguntádselo.


El Alcalde

¿Y por dónde anda el Capitán?


Centinela

Por allá dentro.


El Alcalde

Pues espérame aquí. Al momento salgo. (Vase último término izquierda.)


Escena VII


ROSA sola.


Música (N.º 9) Arieta de Rosa y dúo


Rosa

Mi tío se figura

que por mi primo

vine aquí yo,

más no es por Jeremías,

que vengo sólo

por mi pastor.


Yo que siempre de los hombres me burlé,

yo que siempre de los novios me reí,

yo que nunca sus lisonjas escuché,

hoy en busca de mi amante vengo aquí.

Quiero ver si me ha olvidado el muy bribón,

quiero ver si sus palabras cumple fiel

y si guarda en su amoroso corazón

el amor que guarda el mío para él.


¡Ay, de mí! ¡Ay, de mí,

si acabaré llorando,

yo que siempre reí!


En mi pecho del amor jamás sentí

el inquieto y angustioso palpitar

más, si incauta entre sus redes me prendí,

¿qué he de hacer, si no lo puedo remediar?

¡No está bien que con engaño y sin rubor,

Atrevida, busque al novio en el cuartel,

pero es tanto mi cariño a ese pastor

que al infierno si es preciso iré por él!


¡Ay, de mí! ¡Ay, de mí!

Si acabaré llorando,

yo que siempre reí!


(Se queda pensativa junto al cuerpo de guardia.)


Escena VIII


ROSA y EL REY.


El Rey

(Mientras con los reclutas

él ocupado está,

me marcho alegre y solo,

con toda libertad.

Y luego… ¡que me busquen!

¡Ay, pobre General,

cuando mi carta lea,

qué salto va a pegar!)

(Se dirige resueltamente a la derecha.)


Rosa

(Sorprendida.)

¡Es él!


El Rey

¿Qué miro? ¡Rosa!

¡Feliz casualidad!

¿Tú aquí?


Rosa

Por Dios, prudencia,

que pueden observar.

En busca de mi primo

mi tío vino acá.

Y yo, sólo por verte,

le quise acompañar.


El Rey

¿Por mí?


Rosa

Por ti. ¿Lo dudas?


El Rey

¡Oh, qué felicidad!

¡El «sí» que fue mi encanto,

escuche una vez más!


Rosa

Siempre lo escucharás.


El Rey

Si es verdad que este pobre soldado

te inspira ese amor;

si por mí solamente has venido

venciendo el temor,

no te niegues a darme la prueba

que exijo de ti:

¡ven conmigo, seremos felices

muy lejos de aquí!


Rosa

¡Marchar contigo!

Calla, por Dios,

ni tú eres libre,

ni lo soy yo.


El Rey

¡Lazos odiosos

rompamos ya,

goza conmigo

de libertad!

Sin que nadie sospeche la fuga,

juntitos los dos,

de la dicha que amor nos ofrece

volemos en pos.

¡De mi puro cariño el tesoro

será para ti,

no vaciles, no dudes, no temas,

huyamos de aquí!


Rosa

(De su voz el acento amoroso

a mi alma llegó,

¡ay, de mí, que no puedo aunque quiera

decirle que no!)

En el bien que me ofreces confío,

no vivo sin ti,

no vacilo, no dudo, no temo,

marchemos de aquí.

Yo diera, atrevida,

mi vida por ti


El Rey

Al punto volemos,

marchemos de aquí


Los Dos

Felices seremos.

Al punto volemos,

marchemos de aquí.

(Vanse.)


Escena IX


EL GENERAL y RECLUTAS que pasan de derecha a izquierda, lo mismo que antes, en sentido contrario.


Hablado


El General y Reclutas

¡Un, dos! ¡Un, dos!


El General

(¡Y ese Gobernador sin venir!) ¡Un, dos! ¡Un, dos! (Vanse dentro.) ¡Alto! ¡Descansen!


El Alcalde ¡ Sobrino! (Dentro.)


Jeremías

¡Tío! (Ídem.)


Escena X


CENTINELA, EL ALCALDE y JEREMÍAS, entrando en escena.


El Alcalde

Ha venido Rosa, que se ha empeñado en venir conmigo sólo por verte.


Jeremías

¿Por verme a mí, eh? Por ver al otro sí que habrá venido.


El Alcalde

¿A qué otro?


Jeremías

Al pastorcillo con quien bailó la otra noche en el pueblo.


El Alcalde

Pero qué desconfiao eres. Ahora te convencerás: vas a oír de la propia boca de tu prima que está muerta por tus peazos, peazo de bruto. Me paece que fue en este patio donde yo la dejé esperándome. ¡Rosita!, ¡Rosa! ¿Dónde está esta chica? Pues aquí fue, sí, porque ésta es la entrada del cuartel y el mismo centinela. ¡Centinela!


Centinela

¿Qué ocurre?


El Alcalde

¿Sabéis dónde está esa muchacha que vino conmigo?


Centinela

Hace poco salió de aquí con un recluta.


El Alcalde

¿Con un recluta?


Jeremías

¡Con el otro! ¿No os lo decía yo? ¡Maldita sea mi…!


El Alcalde

Pero, ¿a dónde han ido?


Centinela

Yo que sé. Por esa puerta, hacia el campo se fueron.


El Alcalde

¡Demonio! ¡No están las caballerías! (Viendo desde la puerta.)


Jeremías

¿Lo veis?, se han escapado juntos.


El Alcalde

Voy a dar parte al Capitán inmediatamente. Y a ella, en cuanto la coja, le pego una paliza que la deslomo. (Vase puerta primer término izquierda.)


Jeremías

Pues yo no me quedo así. Voy corriendo a ver si los alcanzo. (Vase corriendo.)


Escena XI


EL GENERAL y después un CORNETA.


El General

Nada, nada, no aguanto más. Al Rey le divertirán estas bromitas, pero a mí no me hacen maldita la gracia.


Corneta

(Sí, éste es.) ¡Eh!


El General

¿Qué hay?


Corneta

Una carta que me han dado para vos, con el encargo de no entregárosla hasta que acabarais la instrucción.


El General

¡Una carta! ¿De quién?


Corneta

De un recluta que debe de estar bien de dinero, porque me ha dado una buena propina. Tomad.


El General

¿Qué será esto? (La abre.) ¡Letra del Rey! Está bien, vete.


Corneta

Con dinero en la bolsa no hay más camino que el de la cantina. (Vase último término derecha.)


El General

(Leyendo.)

«Harto ya de tus consejos,

quiero hacer mi voluntad

y me voy lejos, muy lejos,

ansioso de libertad.

No intentes seguir mi pista,

pues a donde voy yo no aciertas.

General, hasta la vista.

Salud y que te diviertas».

Esto sí que no lo esperaba yo. ¡Ay, a mí me va a dar algo! ¡El Rey solo por ahí!. esto es imposible. Mi responsabilidad es tremenda. Ha llegado ya el caso de descubrirlo todo y de averiguar a todo trances su paradero. ¡Capitán, Capitán! ¡A ver! ¡Aquí, inmediatamente! ¡Yo lo mando!


Soldado 1.º

¿Qué es eso?


Soldado 2.º

¿Qué pasa?


Soldado 3.º

¿Qué sucede?


El General

Al instante, que se me presente el Capitán.


Escena XII


Dichos, EL CAPITÁN, y EL ALCALDE.


El Capitán

¡Eh! ¿Qué voces son éstas?


El Alcalde

Éste es el compañero del recluta que se ha escapao con mi sobrina.


El General

¿Qué decís? ¿No se ha escapado solo? ¡Esto es mucho peor! ¡Capitán! Necesito inmediatamente un caballo y fuerza que me escolte.


El Capitán

¿Qué dice este hombre?


El General

¿Sabéis quién es el que se ha fugado?


El Alcalde

¡Un granuja!


El General

¡Es el Rey!


El Capitán

¡El Rey! A este hombre se le ha subido el vino a la cabeza


El General

¿Sabéis quién soy yo?


El Alcalde

¡Un borrachín!


El General

¡Soy vuestro General! ¡El Consejero de la Guerra!


El Capitán

¡Buena la habéis cogido, buena! ¡Bonito ejemplo vais a dar a los reclutas, vive Dios!


El General

Os repito que…


El Capitán

Basta ya. A ver: cuatro hombres y que lo conduzcan al calabozo. (Se acercan los cuatro SOLDADOS.)


El General

¿A un calabozo a mí, a vuestro General?


El Capitán

Encerradle; que allí se le refrescará la cabeza a este loco. (Se apoderan de él cuatro SOLDADOS y se lo llevan violentamente.)


El General

¡Repito que soy el General! ¡Respetadme todos, que soy el Consejero de la Guerra! ¡Que soy el General! (Gritando. Vanse por último término izquierda.)


Escena XIII


El CAPITÁN y EL ALCALDE.


El Capitán

¡Vaya una manía que le ha entrado al hombre, y qué mal vino tiene!


El Alcalde

(Angustiado.) Pero, decidme, Capitán, ¿qué hacemos? Yo necesito saber dónde está mi sobrina.


El Capitán

¿Y qué me importa a mí vuestra sobrina? Al recluta, cuando vuelva, ya le daré yo su merecido.


El Alcalde

¿Y si no vuelve?, ¿y si no se le encuentra?


El Capitán

Si no se le encuentra… se le castigará.


Escena XIV


Dichos y EL GOBERNADOR.


El Capitán

¡Eh! ¿Quién viene?


El Gobernador

¡Salud! ¿El jefe de este cuartel?


El Capitán

¿Qué deseáis? Yo soy.


El Alcalde

(¡Qué veo! Éste es el enviao del Gobiernos que me dio el dinero para repartirlo.)


El Gobernador

¿No me conocéis? (En voz baja y acercándose al CAPITÁN.)


El Capitán

No os conozco.


El Gobernador

¡Mirad! (Se desemboza y muestra la banda.)


El Capitán

¡La banda de Consejero! Estoy a vuestras órdenes. (¿A qué vendrá aquí?)


El Gobernador

Oíd. Os supongo enterado de todo lo que ocurre, por el General.


El Capitán

(¡Santa Bárbara bendita!)


El Gobernador

Me ha escrito para que venga a buscar al Rey.


El Capitán

¡El Rey! ¡El General! ¿Luego eran ellos?


El Gobernador

¿Pero no lo sabíais?


El Capitán

Yo lo ignoraba todo y el Rey se ha escapado.


El Gobernador

¿Qué decís?


El Capitán

Y yo he mandado encerrar al General en un calabozo, creyendo que no estaba en su sano juicio al decirme quién era.


El Gobernador

¿Qué habéis hecho?


El Capitán

¡Una barbaridad! ¡Ahora lo conozco! ¡Tambor!, ¡corneta! ¡Qué toquen generala!


El Gobernador

Pero, el General, ¿dónde está? (Se presentan algunos SOLDADOS.)


El Capitán

Acompañad a este señor y que pongan en libertad al momento al jefe de reclutas…, digo, al General…, digo…, no sé lo que me digo… Id, id vos a sacarle. Yo no me pongo en su presencia. (Tocan generala y salen a escena el TAMBOR y ocho SOLDADOS con armas. Vase EL GOBERNADOR.)


El Alcalde

Pero, ¿qué pasa?


El Capitán

Que el recluta que se fugó era el Rey en persona.


El Alcalde

¡Mi sobrina acompañada por el Rey! ¡Qué honra para la familia! Se lo voy a decir a Jeremías. ¿Por dónde se habrá metido ese muchacho? (Vase por último término izquierda.)


El Capitán

¡A ver! ¡Soldados! ¡De dos en fondo!¡Armas al hombro! ¡Media vuelta a la derecha! (Lo ejecutan.) (Yo encuentro al Rey, vaya si lo encuentro.) ¡Paso redoblado! ¡March! (Saca la espada y se pone al frente. Vase con los Soldados a tambor batiente.)


Mutación


Intermedio


Música (Nª 10 A) Coro de segadores


Telón de campo; las eras en estío.


Coro Interior

Alegres segadores,

sin miedo a las fatigas,

dispuestos al trabajo

al campo vamos ya.

El trigo nos ofrece,

doradas, las espigas

que luego nuestra mano

segura cortará

¡Vamos allá! ¡Vamos allá!

¡Tralará! ¡Tralará! (Se alejan.)


Cuadro Cuarto

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Patio de una casa de labranza. A la izquierda, habitación baja cuyo interior da frente al público, con puerta a la izquierda, y la de la derecha, que da al patio. En segundo término izquierda, otra puerta. En la habitación, escalera practicable que conduce al piso superior, el cual tendrá ventana frente al público. Al foro tapia o cerca. A la derecha último término, el portón que, desde el camino, da entrada al patio. Puerta pequeña en segundo término derecha. Es de noche.


Escena I


(Óyese lejano al coro de los SEGADORES, que se irán acercando durante el diálogo.)


¡Tralaralá! ¡Tralaralá!


JUAN sale de la cocina, segunda izquierda, y MARÍA, que sale de la alcoba a la habitación baja; luego LORENZO.


Hablado


Juan

¡María, María, que ya vienen los segadores!


María

(Saliendo al patio.) Aquí estoy, hombre, aquí estoy.


Juan

Veremos si esta cuadrilla se porta tan bien como la del año pasado.


María

¿Por qué no?, ¡pobrecillos! (Yendo a la puerta lateral izquierda.) ¡Lorenzo!, ¡Lorenzo!


Lorenzo

¿Qué mandáis, mi ama?


María

Ya puedes freír las migas, que los segadores están llegando. (Retírase LORENZO.)


Coro

(Dentro y ya muy cerca.)

Andando segadores,

la noche se avecina;

el sol tras la montaña

sus rayos hunde ya,

del fondo de los valles

se eleva la neblina,

que con su luz la luna

muy pronto rasgará.

¡Andando ya! ¡Andando ya!

¡Tralará! ¡Tralará!


Juan y María

¡Aquí están ya!


Escena II


Dichos, EL REY y ROSA; Coro de SEGADORAS y SEGADORES.


Coro, El Rey y Rosa

¡Salud a nuestros amos!


Juan y María

Seáis muy bien venidos.


Coro

Dispuestos aquí estamos,

ansiando trabajar.

Por la faena ruda

no nos veréis rendidos.

¡Mañana, decididos,

iremos a segar!


María

Pronto estará la cena,

en tanto, descansad.


El Rey

(A ROSA.)

(No estés tan pensativa,

que van a sospechar.)


Rosa

(Tienes razón.)

(Al REY.)

Oíd, compañeros,

mi alegre canción.


Música (N.º 10 B) Mazurca de las segadoras


Rosa

Por entre las mieses,

a su ocupación,

va la segadora

con el segador,

sin temer los rayos

del ardiente sol,

que ambos en sus venas

llevan más calor.

Y por los trigos

viéndolos ir,

los maliciosos suelen decir:

¿a dónde diablos

irán los dos

juntos por esos

trigos de Dios?

Y ellos, ¡pobrecitos!,

no piensan más

que en ir cortando espigas:

¡ris-ras! ¡ris-ras!

Y mirando al suelo

van a compás,

haciendo con las hoces:

¡ris-ras!, ¡ris-ras!


Coro

Y ellos, ¡pobrecitos!,

no piensan más, etc.

(Imitan el movimiento y el sonido de la hoz, inclinándose hacia el suelo, como si segaran.)


Rosa

Juntos en la siega

van de dos en dos

y la segadora

dice al segador:

«No te acerques tanto,

no seas atroz,

no vayas a cortarte

algo con la hoz».

La falda corta

permite ver

hasta el tobillo

de la mujer

y hay quien supone

que el segador

se inclina tanto

por ver mejor

Y ellos, ¡pobrecitos!,

no piensan más

que en ir cortando espigas:

¡ris-ras!, ¡ris-ras!, etc


Coro

Y ellos, ¡pobrecitos!,

no piensan más, etc.


Hablado


Juan

¡Ea!, ¡ea!, ¡a cenar y, enseguida, a dormir, que buena falta os hará a todos! ¡Andando! ¡A la cocina! (Van delante JUAN y MARÍA. Les siguen los Segadores. Música en la orquesta.)


Música (N.º 10 bis) Mutis


Escena III


EL REY y ROSA.


El Rey

Rosa, ¿qué tienes? ¿Estás triste?, ¿no eres feliz conmigo?


Rosa

Estoy inquieta por ti: si acaso llegaran a descubrir que eres un desertor…


El Rey

No temas: este disfraz nos libra de todo peligro.


Rosa

Sí, pero yo no debo olvidar que puedes pagar tu falta con la vida.


El Rey

Tranquilízate, dueña mía. No hables de temores cuando el porvenir nos sonríe con sus ensueños de amor y de ventura. Para mi completa felicidad, no necesito más que una cosa: saber que tú me quieres.


Rosa

¿Acaso lo dudas, cuando sólo por ti he abandonado mi hogar, exponiéndome a ser desgraciada?


El Rey

¡Eso no! Yo conseguiré hacerte dichosa. ¡Te lo juro! (La abraza, besándole la mano.) ¡Mi amor será tuyo siempre, siempre!


Escena IV


Dichos y JUAN.


Juan

(Volviendo hacia dentro desde la puerta.) Gracias, que aproveche.


El Rey

(Besándole en la otra mano.) ¡Siempre!


Juan

¡Que aproveche también!


El Rey y Rosa

¡Ay! (Separándose.)


Juan

Por lo visto sois novios, ¿eh?


Rosa

Sí, señor.


Juan

¡Pues, andando a la cocina, que el amor es un alimento muy flojo pa trabajaores, y mañana, en la era, ya tendré yo bien cuidao de que no os pongan juntos! Adentro: a cenar, que os están esperando unas migas con torreznos, que están diciendo: «comedme».


El Rey

¡Migas con torreznos! ¡Deben de ser muy sabrosas! (A ROSA.)


Rosa

Pues, ¿qué?, ¿siendo pastor no las has comido nunca?


El Rey

¡Sí!.., ¡Sí!.. Muchas veces. Pero es que ahora voy a comerlas con torreznos… y contigo. (Vanse a la cocina.)


Escena V


JUAN, MARÍA y LORENZO, que han salido un momento antes.


Juan

Éstos sí que me paece que van a hacer buenas migas.


María

(A LORENZO.) Ya lo sabes, Lorenzo, en cuanto acaben de cenar, arriba, al pajar todos los hombres, y las mujeres que se acuesten en la cocina.


Lorenzo

Está bien, mi ama. ¿Soltamos hoy al perro como toas las noches?


María

¡Naturalmente!


Juan

¿Para qué? Habiendo tanta gente en la casa, no sé a qué tienes miedo.


María

No importa, sujétale como siempre; pero no te olvides de atrancar la puerta, no se vaya a meter en al cocina y asuste a las mujeres.


Lorenzo

Está bien, mi ama.


María

Buenas noches, Lorenzo.


Lorenzo

Buenas noches nos dé Dios.


Juan

Hasta mañana si Dios quiere.


Música (N.º 11) Nocturno


(MARÍA y JUAN entran en la habitación.


Música en la orquesta. Preludio nocturno. LORENZO cierra la puerta de la cocina. Se dirige luego hacia la puertecilla de la derecha y sale con el perro, a quien acaricia, retirándose con él por el último término de la izquierda. La escena queda sola. Al acabar el preludio suenan tres aldabonazos en el portón. Ladra dentro el perro… o quien lo imite. Pausa. Otros tres aldabonazos. Ladra el perro más furioso.)


María

(Sale de la alcoba apresuradamente.) ¿Quién llamará a estas horas?


Juan

Aguarda. Veré yo. (Ya en el patio. Ladra el perro) ¡Quieto, chucho! (Junto al portón.) ¿Quién es? ¿Quién llama?


Jeremías

(Dentro.) ¡Gente de paz! ¡Abrid, por favor!


Juan

¡Aguardad un momento! ¡Chucho, no gruñas! ¡Ven acá! (Coge al perro y lo lleva tras la puertecilla de la derecha.)


Jeremías

¡Abrid, por Dios! ¡Yo os lo ruego! ¡Yo os lo suplico! (Dentro.)


Juan

Puedes abrir, mujer, que ya está atao al perro


María

¡Voy, voy! ¿Quién será? (Abre el portón.) ¡Un soldado!


Escena VI


Dichos y JEREMÍAS.


Música (N.º 12) Raconto de Jeremías


Jeremías

¡Por Dios!, ¡por la Virgen!,

auxilio prestad

a un pobre recluta

que es moro de paz.

Yo, loco, olvidando

la ley militar,

siguiendo a una ingrata

mujer desleal,

huí de las filas

catorce horas ha

y prófugo ahora

me van a juzgar.

El día he pasado

con mucha ansiedad,

por montes y valles

corriendo al azar

y ahí cerca, en los trigos,

sin cama ni pan,

oculto la noche

pensaba pasar;

De pronto oí pasos

y vi al Capitán

con ocho soldados

y dos hombres más,

la luna me vende

con su claridad,

si sigo el camino

me van a alcanzar;

por eso, resuelto,

me vengo hacia acá,

y al ver esa puerta

me atrevo a llamar.

Tan solo confío

en vuestra bondad,

estoy jadeante,

sin fuerza estoy ya.

Me siguen, me buscan,

me van a pillar

y entonces me matan

con seguridad.

No soy, os lo juro,

ningún criminal,

decidme en qué sitio

me puedo ocultar.

Llorando os lo ruego,

tened caridad,

bajadme a la cueva,

subidme al desván.

¿En dónde me meto?

Por Dios, ¡contestad!

¡Y luego, si llegan…!

¡No me descubráis!


Hablado


Juan

¿De modo que eres un desertor?


María

¡Pobrecito!


Jeremías

¡Por las once mil vírgenes! ¡Ocultadme!


Jeremías

¡Esta noche no más! En cuanto amanezca me marcho.


María

Siendo sólo por esta noche…


Juan

¡Repito que no puede ser!


María

Ven acá, hombre, ven acá (A JUAN llevándole aparte.) Ten lástima de este muchacho. (JEREMÍAS va al portón y mira hacia fuera.) Nosotros no sabemos lo que es tener hijos, pero figúrate que hubiéramos tenío uno y que se encontrara en el caso de este infeliz.


Juan

Mujer… (Siguen hablando en voz baja.)


Jeremías

(¡Por allí bajan! ¡No hay duda! ¡Estoy perdido! ¡Sí! ¡Aquí me meto!) (Se mete dónde está el perro.)


María

(A JUAN.) Sí, hombre, sí. Ten buen corazón.


Juan

(A regañadientes.) Está bien mujer. (Se oyen fuertes ladridos y ayes de JEREMÍAS.)


Jeremías

(Dentro.) ¡Ay! ¡Ay! ¡Socorro!


Juan

¡Eh! ¿Qué es eso?


Jeremías

(Saliendo despavorido y con el calzón roto por… por la mala parte.) ¡Favor!


Juan

¿A quién se le ocurre meterse ahí?


Jeremías

A mí, que siempre me ocurre lo peor


María

Pero, ¿te ha mordido el perro?


Jeremías

Me ha destrozao. ¡Mirad!


Juan

¡Si no ha sido más que el calzón!


Jeremías

¡Ha sido más! ¡Ya lo creo que ha sido más!


María

Ven, ven y te curaremos.


Juan

¡No, mujer! ¡Le curaré yo sólo!


María

Tienes razón, no me hacía cargo.


Jeremías

¡Ay! ¡Ay! Por Dios, no digáis a nadie que estoy aquí.


Juan

Entra, hombre, y no tengas miedo. Pasa ahí, a la alcoba. (Entran en la habitación.)


María

¡Pobre muchacho!


Juan

Pasa, pasa a la alcoba. (Vase después de cerrar la puerta de la habitación que da al patio.)


Jeremías

¡Ay! ¡Maldito perro! ¡Bien digo yo que tengo una suerte muy perra! (Vase.)


Escena VII


MARÍA, EL GENERAL, EL GOBERNADOR y EL CAPITÁN. Luego EL REY.


Música (N.º 13) Quinteto


(Toda la pieza con gran misterio. Suenan unos aldabonazos. MARÍA, con gran temor, dirígese al portón y lo abre.)


El General, El Gobernador y El Capitán

¡Buenas noches!


María

¡Buenas noches!


El Gobernador

(Al CAPITÁN.)

¡Poned guardias!

(El CAPITÁN habla con los Soldados que quedan fuera.)


María

(¡Ellos son!)


El General, El Gobernador y El Capitán

Indaguemos, preguntemos,

con prudencia y discreción.


María

¿En qué puedo yo serviros?


El General

¡Al momento contestad!

¿Se ha ocultado aquí un recluta?


María

¡No lo he visto!


El General

¡No es verdad!


El Rey

(Asomándose a la ventana del pajar que da frente al público.)

(¿Qué es lo que escucho?

¡Ellos aquí!

¡No cabe duda,

vienen por mí!)


El General

(Al GOBERNADOR.)

(Si dio dinero

le ocultarán)


El Gobernador

(Al GENERAL.)

(No desistamos

de nuestro plan)


El General y El Gobernador

Un recluta se ha escapado

y sabemos que está aquí.

¡No neguéis, porque es inútil!


María

¡Tal recluta yo no vi!


El Rey

(Claro está que no me ha visto,

pues yo soy un segador.

Este traje me ha salvado.)


El General y El Gobernador

¿Estáis cierta?


María

¡Sí señor!


El General y El Gobernador

(No hay que fiarse,

preciso es ver

si nos engaña

esta mujer)


El Rey

(¿Cómo demonios

han de pensar

que les escucho

desde el pajar?)


El Capitán

(Al GENERAL y al GOBERNADOR, en voz baja.)

(Ya están puestos centinelas

que vigilan sin cesar

y la fuga es imposible,

os lo puedo asegurar.)


El General y El Gobernador

(No conviene que esta gente

pueda nunca sospechar,

que el monarca es el recluta

que venimos a buscar.)


María

(Del peligro en que se encuentra,

yo a ese pobre he de salvar.

Sólo temo que la casa

quieran luego registrar.)


El Rey

(Si han pensado en que en sus manos

hoy aquí me he de entregar,

¡infelices consejeros,

ay, qué chasco os voy a dar!)


Hablado


El General

Buena mujer, os advierto que os exponéis mucho ocultando en vuestra casa a un desertor.


María

Yo os repito que…


El Gobernador

Estamos ciertos de que ha entrado aquí. Un labrador nos lo ha asegurado hace un momento.


María

Yo…


El General

Si con dinero ha comprado vuestro silencio, nosotros estamos dispuestos a daros doble cantidad en cuanto nos digáis dónde se oculta.


María

Pero, sí…


El Gobernador

¿Cuánto os ha dado?


María

¡Nada!


El General

¡Mentira!


María

Os juro que el pobrecillo no me ha dado nada.


El General

¡Ah! ¡Luego está aquí!


El Gobernador

¡No nos habíamos engañado!


El Rey

(¿Qué dice esta mujer?)


María

Pues bien, sí, pero os suplico que le perdonéis. Está arrepentido de lo que ha hecho y me rogó que no le descubriera


El Rey

(¿De quién hablará?)


El General

Nada temáis. Ningún peligro le amenaza. Pero, decidnos, ¿ha venido sólo?


María

¡Completamente solo!


El General

¿Qué habrá hecho de la muchacha? (Al GOBERNADOR.) ¿Y dónde está ahora?


María

Pues está allí dentro, en nuestra alcoba, curándose.


El General, El Gobernador y El Capitán

¡Curándose!


El General

¿Acaso se ha puesto malo?


El Gobernador

¿Qué tiene?


María

Que por una imprudencia suya, el perro que tenemos para guardar la casa le mordió cuando fue a esconderse.


El General

¡Jesús!


El Gobernador

¡Qué desgracia!


El General

¡El Rey mordido por un perro!


María

¿El Rey? ¿Habéis dicho el Rey?


El General

¡Silencio! ¡Nadie debe enterarse!


El Rey

(Pero, ¿qué enredo es éste?)


El Gobernador

Hay que apoderarse del perro. Es preciso reconocerlo.


El General

Pudiera estar atacado de hidrofobia.


El Gobernador

¡Qué conflicto para la nación!


El General

¡Qué responsabilidad para nosotros!


María

(¡Y mi marido sin sospechar una palabra!)


El General

¿Dónde está ese animal?


María

Allá dentro, con el Rey.


El General

¿Se ha encerrado con el perro?


María

¡Ah! ¡No, señor! Como preguntasteis por ese animal, creí que hablabais de mi marido.


El General

¿Y qué nos importa a nosotros vuestro marido?


María

Podéis tranquilizaros. No hay peligro ninguno. El perro está bien atado.


El Capitán

¡Atreverse a morder al Rey! ¿Decís que está bien atado? ¡Ahora mismo voy y lo atravieso de parte a parte!


El Gobernador

¡No! ¡De ningún modo! Hay que ponerle en observación. Nos lo llevaremos a Palacio. Que el Rey no se entere de nuestros temores


El General

Decís bien. La sola aprensión bastaría acaso para hacerle rabiar


El Rey

(¿Qué he de rabiar yo? ¡Los que vais a rabiar sois vosotros!)


Escena VIII


Dichos y JUAN que sale de la alcoba.


Juan

Estate tranquilo, muchacho. Al principio escuece un poco, pero ya verás qué pronto se te pasa. (Dirígese a la puerta que da al patio.) Le ha clavado los dientes de firme. (Abre la puerta y dice, viendo al GENERAL y acompañamiento.) ¡Dios mío! ¡Las tropas!


María

Ven, ven acá. Ya lo saben todo.


El General

¿Quién es ese hombre?


María

¡Mi marido!


Juan

¡Servidor vuestro!


El General

¿Habéis visto la herida?


Juan

Ya lo creo que la he visto.


El General

¿Y es grave?


Juan

Grave no, pero tié para rascar unos cuantos días ese pobre muchacho.


María

(A JUAN.) ¡Que es el Rey!


Juan

¡Ah! ¡Señor!, ¡perdonad! (Arrodillándose ante el GENERAL.) No sabía quién erais.


María

(A JUAN.) ¡No!, ¡si el Rey es el otro!


Juan

(¿Cuál?)


María

(¡El que está dentro! ¡El recluta!)


Juan

(¡Ave María Purísima! ¡Y yo que le he dado friegas con sal y vinagres!)


El General

¿En dónde le ha mordido?


Juan

Pues ahí, al meterse ahí. (Indica la puerta.)


El General

Pregunto que dónde tiene la herida.


Juan

¡Ah! Pues… en…, en… Vamos, ¡que no puede sentarse!


El General

¡Esto es lo peor! ¿Cómo nos le llevamos ahora a Palacio? ¡A caballo es imposible!


El Rey

(¡Yo necesito saber quién es ese recluta!) (Se retira.)


El General

¡A ver! ¿Tenéis algún carro que pueda acondicionarse para llevar cómodamente a una persona?


Juan

Sí, señor, tengo una carreta con toldo. Echando dentro bastante paja, se va tan ricamente.


El General

Preparadla al punto y cuidado con que nadie se entere de cuanto aquí ha sucedido.


Juan

Descuidad, descuidad. Ven conmigo, María.


María

(Yo estoy que no sé lo qué me pasa.)


Juan

(Pues yo estoy atontao.) (Vanse MARÍA y JUAN último término izquierda.)


Escena IX


EL GENERAL, EL GOBERNADOR, EL CAPITÁN y EL REY.


El General

No hay más remedio. ¡Basta ya de aventuras! El regreso del Rey a la corte es indispensable.


El Gobernador

Bueno, pues entrad y decídselo.


El General

¿Yo? ¡Un demonio! ¡A mí me ha perdido ya el respeto! Ya visteis la cartita con que se despidió al escaparse del cuartel.


El Gobernador

Entonces, ¿qué hacemos?


El General

Pues… no lo sé.


El Rey

(Que ha bajado a la habitación y entreabre las cortinas que cubren la puerta de la alcoba.) (¡Qué veo! ¡Si es Jeremías, el primo de Rosa!)


El General

Me parece que esto es lo mejor.


El Rey

(Mirando a la alcoba.) (¡Está cosiéndose los calzones! ¡La ocupación es poco digna de un monarca! (Se acerca a la puerta que da al patio y escucha.)


El General

Sí. Decididamente, es el único medio. Escuchad: (Al GOBERNADOR, llevándolo cerca de la puerta de la izquierda.) el Rey ignora que hemos venido en su busca.


El Rey

(¡Claro! ¡No sé ni una palabra!)


El General

Y conviene que no sepa que hemos estado aquí.


El Gobernador

Estoy conforme.


El General

Ya le conocéis: es un chiquillo caprichoso.


El Rey

(Gracias.)


El Gobernador

Tiene un carácter insufrible.


El Rey

(Muchas gracias.)


El General

Solamente por llevarnos la contraria, será capaz de negarse a volver a Palacio.


El Rey

(¡Y tan capaz!)


El General

Por eso creo que lo más conveniente que sea el Capitán quien se encargue de verle.


El Gobernador

¡Es lo mejor!


El Rey

(¡Muchísimo mejor: ése no me conoce!)


El General

¡Capitán!


El Capitán

¡Mi General! (Acercándose.)


El General

Hay un solo medio de que yo olvide las ofensas que me habéis inferido.


El Capitán

Decid, señor. No deseo más que complaceros.


El General

Por razones… de Estado que no necesitáis conocer, es preciso que el Rey ignore que el Gobernador y yo hemos estado aquí.


El Capitán

¡Lo ignorará!


El Rey

(¡Lo ignoraré!) (Imitando la voz del CAPITÁN.)


El General

Nosotros nos volvemos inmediatamente a Palacio.


El Rey

(Me alegro de saberlo.) (Sube la escalera.)


Escena X


Dichos, MARÍA y JUAN.


Juan

¡Señor!


El General

¿Qué hay?


Juan

Ya está dispuesto todo.


El General

Bueno, bueno, esperad. Oíd, Capitán. (Habla aparte con él.)


El Gobernador

(A JUAN.) Decidme, buen hombre, ¿qué distancia hay de aquí a la corte?


Juan

Pues por el atajo habrá unas cuatro horas.


El Gobernador

Perfectamente. Disponeos a venir con nosotros


Juan

¿Yo?, ¿a dónde?


El Gobernador

A Palacio.


María y Juan

¿A Palacio?


El Gobernador

Vais a llevar el perro. Sacadlo inmediatamente y bien sujeto.


Juan

Pero, señor…


El Gobernador

¡No admito réplicas! (Vase al lado del GENERAL y del CAPITÁN.)


María

Haz lo que te ordenan y calla.


Juan

¡Vaya si callo! (A MARÍA.) ¿A que todavía hacemos nuestra fortuna por el mordisco?


María

¡Quién sabe! Yo, en cuanto salga el Rey, voy a pedirle que me haga algo.


Juan

¿Qué te va a hacer a ti?


María

¡Toma! Pues… posaera de cámara


Juan

¡Sí, sí! Bueno está él ahora para que le hables de posaeras. (Entra en busca del perro.)


El General

(Al CAPITÁN.) Ya lo habéis oído. Me respondéis con vuestra cabeza del cumplimiento de mis órdenes.


El Capitán

Podéis marchar seguro de que yo lo conseguiré. Creo que todo ello es nada más que cuestión de táctica.


El General

¡No me habléis de táctica!


El Capitán

Perdonad, mi General (Como están colocados junto a la puerta del cuarto donde está el perro, al oír los ladridos de éste, todos los personajes se separan asustados.)


El General

(Dando un salto.) ¡Zambomba!


Juan

¡No os asustéis! (Sacando sujeto al perro.)


El General

¡Ah! Ya está aquí. Andando, Gobernador, no perdamos tiempo.


El Gobernador

Sí, vamos.


Juan

¡Pasad, señores!


El General

¡No! ¡El perro delante! (Por si acaso.) Capitán, os lo repito: me respondéis con vuestra cabeza. ¡Andando!


El Gobernador

¡Andando! (Vanse por el portón JUAN, con el perro, EL GENERAL y EL GOBERNADOR. EL CAPITÁN les acompaña.)


Escena XI


MARÍA, JEREMÍAS y luego EL CAPITÁN.


María

¡Vamos…, yo estoy cada vez más aturdida! ¡Pensar que tengo nada menos que al Rey metido en mi cuarto! (Vase por el último término izquierda.)


Jeremías

(Saliendo de la alcoba.) No hay nadie. ¿Se habrán acostao ya? Desde el rancho de esta mañana no ha entrao bocao en mi cuerpo. ¡Pa bocao, el que me dio ese maldito animal! Si yo supiera que no andaba por ahí, saldría a buscar algo que comer. (Mirando por la puerta.) ¡Chucho!, ¡chucho! No está. Puedo salir.


María

(¡El Rey!) (Acercándose a él y arrodillándose de pronto.) ¡Señor…!


Jeremías

(¡Ay; qué susto me ha dado!) (Dando un salto.)


María

¡Señor, permitidme que bese vuestra mano! (Se la coge y se la besa.)


Jeremías

(¡Demonio!)


María

Ved en mí la más humilde de vuestras servidoras.


Jeremías

(¿Qué es esto?) ¡Soltad, soltad y levantaos! (Aparece El Capitán) ¡María Santísima! ¡El Capitán!


El Capitán

(Que aparece por el portón.) (¡El Rey! ¡Valor y serenidad!)


Jeremías

¡Soltad, soltad y levantaos! (A MARÍA.)


El Capitán

¡Señor!.. (Arrodillándose.)


Jeremías

(¡María Santísima! ¡El Capitán!) (Arrodillándose también.)


El Capitán

Miradme a vuestras plantas. Perdonad si me atrevo a llegar hasta vos, pero tengo órdenes superiores de conduciros a Palacio… (EL CAPITÁN y JEREMÍAS van levantándose lentamente a un tiempo.)


Jeremías

(¡A Palacio!)


El Capitán

Vuestra presencia allí es indispensable. Yo quisiera poder ofreceros una carroza digna de vos, pero aquí, señor, no hay disponible más que una miserable carreta.


María

¡Es lo único que tenemos, señor!


Jeremías

(Pero, ¿por quién me toman?) (Asombrado.)


El Capitán

¿Estáis dispuesto a que os acompañe? Yo…


Jeremías

Llevadme a dónde queráis.


El Capitán

¡Ah, señor! ¡Tanta bondad para conmigo!.. A ver. (A MARÍA.) ¡Id al momento! (Dirigiéndose al portón.) ¡Soldados!


Jeremías

(¡Dios mío de mi alma! ¿Qué irán a hacer conmigo?) (Aparecen a un tiempo los SOLDADOS y el TAMBOR por el portón, y la carreta con farolillo encendido en la parte delantera izquierda, guiada por LORENZO, por el último término izquierda. Los SOLDADOS se colocan en dos filas, de espaldas a la casa.)


El Capitán

¡Formen! ¡Presenten armas!


Jeremías

(¡Estoy soñando! ¡Esto debe ser una pesadilla!)


El Capitán

¡Subid, señor!


Jeremías

(¡Y a todo esto sin darme de comer!)


El Capitán

La carreta está llena de paja. Iréis cómodamente.


María

¡Señor, permitidme que bese vuestra mano por última vez!


Jeremías

(¡Pero, qué besucona es esta vieja!)


El Capitán

Cuando gustéis.


Jeremías

(¡Vaya, arriba y sea lo que Dios quiera!) (Sube a la carreta.)


El Capitán

(A MARÍA.) ¡Cuidado con que nadie sepa que es el Rey! El que ha estado aquí no es más que un recluta desertor. ¡Batan marcha!


Música (N.º 14) Final del segundo acto


(Los SOLDADOS escoltan la carreta con EL CAPITÁN al frente. JEREMÍAS, asustadísimo, saca la cabeza pro una abertura de la parte lateral del toldo. MARÍA sigue arrodillada. EL REY los ve de desde la puerta de la casa.)


Escena XII


MARÍA, ROSA y EL REY.


Rosa

¡Gran Dios! ¡Decid, ¿qué es eso? (A MARÍA.) ¿Qué pasa? ¡Por favor!


María

Es que se llevan preso a un desertor.


Rosa

(¡Es él! ¡Yo bien temía!

¡Lo llevan! ¡Ay de mí!)


El Rey

(Presentándose en el portón.) ¡No llores,

Rosa mía,

que estoy aquí!

(Se abrazan. MARÍA los mira atónita.)


Fin del segundo acto

Acto Tercero

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Introducción

Cuadro Quinto

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Jardín de Palacio.


Escena I


(Coro de PAJES, que salen por la derecha.)


Música (N.º 15) Coro de pajes


Coro

¡Compañeros, venid!

¡Compañeros, llegad!

¿Qué ha ocurrido?, ¡decid!

¿Qué sucede?, ¡contad!

Lo qué pasa no sé,

yo no sé qué ocurrió,

pero el más torpe ve

que algo grave pasó

¡Compañeros, venid!

¡Compañeros, llegad!

¿Qué ha ocurrido?, ¡decid!

¿Qué sucede?, ¡contad!


4 Pajes

El Rey no está en Palacio

seis días ha,

no sé por qué su ausencia

se ocultará.

Afirma el Intendente

sin aprensión

que está el Rey descansando

de su excursión

y a todos nos parece

muy singular

que lleve tantos días

de descansar.

Lo cierto es que al Monarca

no se le ve

y que no sabe nadie

a dónde fue.

Se dice que el amor

es causa principal

de que no esté el señor

en el Palacio Real,

mas esto es un error,

pues fuera en caso tal

sin el Gobernador

y sin el General.


Coro

Se dice que el amor

es causa principal, etc…


4 Pajes

Hoy, y momentos antes

de amanecer,

los que madrugan mucho

pudieron ver,

muy misteriosamente,

llegar aquí

tres hombres conduciendo

a un perro así. (Marcan el tamaño.)

Los tales hombres eran

un labrador,

el General y el noble

Gobernador.

En un cuarto metieron

al perro aquel

y el protomedicato

está con él.

¿A qué tanto doctor

para ese irracional?

¿Qué indica ese temor?,

¿por qué misterio tal?

Y es raro, sí, señor,

que venga ese animal

con el Gobernador

y con el General.


Coro

¿A qué tanto doctor

para ese irracional?, etc…


N.º 15 bis


Hablado


Paje 2.º

La verdad es que la ausencia del Rey no tiene explicación.


Paje 3.º

Ni la llegada misteriosa del Gobernador y del General.


Paje 4.º

Ni lo del perro. ¡Haber llamado a tantos doctores para que lo observen!


Paje 2.º

Eso es lo más raro de todo.


Paje 3.º

Ahí sale el Paje de Cámara. Éste debe de estar enterado. Ven acá, compañero. ¿Qué pasa?


Escena II


Dichos y PAJE 1.º


Paje 2.º

¿Qué ocurre?


Paje 4.º

¿Qué hay?


Paje 5.º

¿Qué sucede?


Paje 1.º

(Lleva un lazo de raso blanco en el hombro izquierdo.) Es inútil que me preguntéis. Me han encargado mucha reserva y voy ahora a cumplir una misión de la mayor importancia.


Paje 2.º

¿Sí?


Paje 3.º

¿A dónde?


Paje 4.º

¿Con quién?


Paje 1.º

Me está prohibido hablar una palabra. Y dejadme, que ahí salen los Consejeros.


Paje 5.º

Ahí vienen.


Paje 2.º

Retirémonos. Nos hemos quedado con la misma curiosidad que teníamos. (Vanse todos por distintos lados del jardín.)


Escena III


El INTENDENTE, EL GOBERNADOR, y EL ALMIRANTE.


El Gobernador

No tengáis cuidado: están todas las órdenes para que el Rey entre en Palacio sin que nadie se entere. Ya nos avisarán oportunamente para que le esperemos en su cámara.


El Intendente

¿Pero tardará mucho en llegar?


El Gobernador

Sin duda. ¡Como que no viene a paso de carreta!


El Almirante

¡Pues no puede venir más despacio!


El Gobernador

Lo que hay que procurar es que la corte no sospeche nada de lo sucedido. Sobre todo, lo de la mordedura.


El Intendente

¡Quiera Dios que no tenga consecuencias funestas!


El Almirante

¿Y el General, en dónde se ha metido?


El Gobernador

Apenas llegamos a Palacio se retiró a sus habitaciones, mandando antes llamar al peluquero de Cámara… ¡Ah! ¡Mirad! ¡Ahí viene! ¡Con bigote! (Los tres se ríen.)


Escena IV


Dichos y EL GENERAL.


El General

Compañeros, muy buenos días.


Los Tres

Felices, General. (Riéndose.)


El General

¿Qué es eso?, ¿os reís? ¿No parece natural?, ¿no es lo mismo que el que tenía?


El Intendente

¡Es idéntico!


El Gobernador

Está muy bien hecho.


El Almirante

¡Y muy bien pegado!


El General

¡Eso sí!, ¡me escuece el labio de una manera horrible!, pero es necesario sufrirlo: un militar completamente afeitado, no tiene autoridad ni carácter.


El Almirante

Es cierto.


El general

Creedme: todas mis conquistas las he alcanzado por este bigote, es decir, por éste no, por el otro.


Los tres

¿Vuestras conquistas? (En tono burlón.)


El General

Me refiero a las amorosas.


Los Tres

¡Ah!


El General

Pero hablemos de algo más importante. ¿Qué han dicho los doctores?


El Gobernador

Siguen en consulta.


El General

¿Pero se ha averiguado si el animal presenta algún síntoma alarmante?


El Gobernador

Lo ignoramos.


El Intendente

No se sabe nada.


El Almirante

¡Cerrazón completa!


El Intendente

¡Dichoso viaje!


El General

¡No lo sabéis bien! Pero, en fin, tal vez haya sido conveniente: no creo que el Rey, después de lo ocurrido, quiera seguir en busca de aventuras.


El Almirante

No es malo que haya visto las orejas al lobo.


El Intendente

¿Y creéis que el estado del Monarca le permita recibir a los embajadores extraordinarios?


El General

Creo que sí, aunque me figuro que no traerá humor de que le vayamos con embajadas.


El Intendente

Sin embargo, esa recepción no puede dilatarse. Y además es muy conveniente… a ver si es de su gusto alguna de las princesas que vienen a proponerle para esposa, y se casa y sienta de una vez la cabeza.


El Gobernador

Sí, pero no nos precipitemos: la boda no podrá verificarse mientras se dude si el perro está o no hidrófobo, porque figurémonos que el Rey se casa y rabia después de casado.


El General

¡No será el primer caso!


El Almirante

(Tiene razón. ¡A mí me ha sucedido!) (Al INTENDENTE.)


El Intendente

(¡Y a mí!) (Al ALMIRANTE.)


El General

Señores, no conviene que la gente nos vea juntos tanto tiempo. Hasta luego y esperemos separados a que nos avisen la llegada del Rey.


El Almirante

¡Levemos anclas!


El Gobernador

No me tranquilizo hasta que sepamos algo seguro de ese maldito perro. (Al GENERAL.)


El General

(Yo sí que tengo aquí un perro de presa con este bigote.)


(Vanse EL GOBERNADOR y EL GENERAL, del brazo, por la derecha.)


El Almirante

¡El caso es muy alarmante!


El Intendente

¡No ha tenido precedente!


El Almirante

¡Esperemos y adelante!


El Intendente

¡Dios nos proteja, Almirante!


El Almirante

¡Dios sobre todo, Intendente!


(Vanse del brazo por la izquierda.)


Escena V


Aparecen ROSA y MARÍA.


María

Anda, mujer, anda, no tengas miedo.


Rosa

Pero, si es que…


María

¿Te asusta entrar en Palacio?


Rosa

Naturalmente, como que no he venido nunca a la corte.


María

Yo tampoco, pero no importa. Después de haber tenido nada menos que al Rey en mi casa, no hay nada que me asuste.


Rosa

Pero, ¿y si nos echa?


María

No seas tonta: yo vengo a buscar a mi marido y, además, ya sabes lo que me aconsejó tu novio cuando me quejé de que el Rey se hubiese marchado sin dejarme una mala propina: «Id a Palacio inmediatamente », me dijo, «y procurad ver al Rey, que no se negaría a recibiros sabiendo quién sois; ya os convenceréis de que no tiene nada de tacaño».


Rosa

Pero, ¿tendréis valor de presentaros al Rey?


María

¡Ya lo creo!, en cuanto llegue. ¡Si es muy llano y muy tratable! Yo, anoche le besé la mano una porción de veces y debe estarnos agradecido porque, al fin y al cabo, fue mi marido quién le curó.


Rosa

Eso sí.


María

Pero Juan es tan simple que, de seguro, aunque le vea, no se atreve a pedirle nada, y hay que aprovechar la ocasión, como dice tu novio, que no todos los días se encuentra uno con el Rey de manos a boca… ¡Ay, allí viene!


Rosa

¿Quién?, ¿el Rey?


María

Mi marido.


Rosa

¡Ah!


María

¡Juan!…, ¡Juan!


Escena VI


Dichas y JUAN por la izquierda.


Juan

¡María!, ¿tú aquí? ¿A qué has venido?


María

Pues he venido con esta chica y su novio, que se han ofrecido a acompañarme


Juan

¡Eso es! ¿Y cómo dejas abandoná la faena de la siega?


María

¡Cállate, inorante! El trigo de allá ya lo recogeremos. Lo que hay que coger ahora es el trigo de aquí.


Juan

No te entiendo.


María

¡Si serás zoquete!.. Vamos a ver, ¿dónde está el perro?


Juan

Pues allá dentro, con los médicos, que le están mirando y remirando como si fuera, mesmamente, una persona enferma.


María

Bueno, ¿y qué?, ¿te han dado algo?


Juan

¿Quién, los dotores? ¡Nada!


María

No, hombre, pregunto qué te han dao en Palacio.


Juan

Pues me han dao… chocolate.


María

¡Digo por el favor de haber traído al perro!


Juan

¡Ah!, pues por eso no me han dao náa


María

¿Lo ves?, (A Rosa.) si éste es tonto de capirote. Si le dejo a él sólo, no sabe sacar tajá de la mordedura.


Juan

Mujer, la tajá ya la ha sacao el perro.


María

Pues nosotros hemos de sacarla mayor. He de seguir en tóo los consejos del novio de ésta, que paece un chico muy listo.


Juan

¿Y dónde está?


María

Pues se ha quedao esperándonos en una posá a la entrá de la ciudá. No ha querío venir con nosotras y espera allí a que vayamos a decirle el resultao.


Juan

¡Ahí salen los doctores!


María

¿Sí? Pues hasta que venga el Rey, vamos a hacer tiempo paseando por estos jardines. ¡Cuándo nos veremos en otra!.. ¡Anda!


(Vanse por la izquierda.)


Escena VIII


Los Doctores.


Música (N.º 16) Coro de doctores


(Que salen acompasadamente y muy preocupados. Llevan todos bastones y usan gafas.)


Coro de Doctores

Juzgando por los síntomas

que tiene el animal,

bien puede estar hidrófobo,

bien no lo puede estar.

Y afirma el gran Hipócrates

que el perro, en caso tal,

suele ladrar muchísimo

o suele no ladrar.

Con la lengua fuera,

torva la mirada,

húmedo el hocico,

débiles las patas,

muy caído el rabo,

las orejas gachas…

Todos estos signos

pruebas son de rabia,

pero, al mismo tiempo,

bien pueden probar

que el perro está cansado

de tanto andar.

Doctores sapientísimos

que yo he estudiado bien

son, en sus obras clínicas,

de nuestro parecer:

Fermentus virum rabicum

que in corpus canis est,

mortales sont per accidens,

mortales sont per se.

Para hacer la prueba

que es más necesaria,

agua le pusimos

en una jofaina

y él se fue gruñendo

sin probar el agua…

Todos estos signos

pruebas son de rabia,

pero, al mismo tiempo,

signos son, tal vez,

de que el animalito

no tiene sed.

Y de esta opinión nadie

nos sacará:

¡El perro está rabioso

o no lo está!


(Vanse.)


Mutación


Cuadro Sexto

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(Antecámara de Palacio. Telón corto. Puertas laterales. Al foro derecha una ventana y a la izquierda puerta secreta.)