El rey levantando un burro

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El rey levantando un burro.

Caminando de Aversa á Cápua el rey D. Alonso V de Aragón, acompañado de varios caballeros de su corte, quiso adelantarse, como tenia de costumbre, para esplorar el campo y examinar por si mismo los peligros que se presentasen.

Yendo de esta forma, y llevando mucha ventaja á sus gentes, al declinar una pequeña colina vio no á mucha distancia, en lo profundo del valle, un hombre á quien se le habia.caido en el lodo un asno cargado de harina que se esforzaba en vano por levantar. El rey se apeó, y sin decir quién era, se acercó al paisano ofreciéndole su ayuda.

El asno y el saco estaban cubiertos de lodo.

— Señor, dijo el lugareño, me parece V. un criado de importancia de la corte del rey de Aragón, y creo no debo aceptar sus ofrecimientos, porque podría ajarse su magnífico vestido.

— No tengas cuidado de eso, dijo el rey; mejor será que pierda el vestido yo, que puedo hacerme otro, que no tú el asno y la harina, que serán tal vez el sustento de tu familia.

— Con todo, repuso el labrador, no puedo consentirlo, porque aunque su lenguaje y su generosidad inspiran confianza, hallo un no se qué en toda la persona de V. , que yo, que soy un pobre lugareño, lo conozco y me deja confuso y turbado.

— Vamos, buen hombre, contestó el rey, acercándose al asno y cogiendo el costal de harina por un lado, mientras el labrador hacia lo mismo por el opuesto.

— Mucho sentirla, dijo el labrador con mas confianza, que si el rey D. Alonso se acercase, reprendiese á V. duramente por el favor que me presta.

— Si lo que hago es bueno, contestó el rey, ¿cómo es posible que nadie lo desapruebe? Tira con fuerza, añadió, y concluyamos de salvar tu hacienda; y el lodo que he podido coger al prestarte este servicio no te dé cuidado, porque es fácil encontrar agua para lavarlo.

En esto la comitiva del rey se acercó, y principiaron los caballeros á victorearlo estrepitosamente, y luego, aproximándose sus pajes, le limpiaron el lodo y le dieron nuevos vestidos.

El labrador quedó espantado de aquel suceso increíble, pero siendo, como era, hombre de buen discurso, calmó su agitación prontamente, se acercó al rey, se echó á sus pies, y prinicipió á pedirle perdón.

— Señor, dijo; V. M. sabe que tenia repugnancia

en aceptar su ayuda; pero si hubiera sabido que era V. M., hubiera querido morir primero que consentirlo.

— Alza del suelo, buen amigo, dijo D. Alonso, y sabe que los reyes solo se distinguen de los demás hombres en la mayor obligación que tienen de favorecerlos y de serles útiles, y ojalá que, como á ti, pudiese socorrer en sus necesidades á todos aquellos que Dios encomendó á mi cuidado.

— Estamos, señor, dijo el labrador, tan poco acostumbrados á oir ese lenguaje, que nos cuesta trabajo el comprenderlo. Poco es lo que yo puedo hacer en pago de tanta bondad, pero esté seguro V. M. de que será público este rasgo de su amor al pueblo, y si mis deseos no me engañan, pronto el pais conocerá á V. M., y la Campaniatoda se declarará á su favor.

En efecto, así aconteció, y este solo suceso, mas que las armas, lo hizo dueño de toda la provincia en muy poco tiempo.

Y hé aquí que un favor tan pequeño, como levantar un asno, tuvo por premio un reino (es histórico), siendo el instrumento de un resultado tan brillante la sola gratitud de un labrador de mas ó menos talento.