El profeta/Las Casas
Las Casas
Entonces un albañil dio un paso hacia delante y dijo, «Háblenos de las Casas».
Y él respondió y dijo:
Construye con tu imaginación un cenador en tierra salvaje antes de construir una casa dentro de las paredes de la ciudad.
Porque mientras tienes regresos al hogar en tu crepúsculo, también el trotamundos dentro de ti los tiene, el siempre distante y solo.
Tu casa es tu cuerpo más grande.
Ella crece en el sol y duerme en la tranquilidad de la noche; y no le faltan los sueños. ¿Tu casa no sueña? Y soñando, ¿se va de la ciudad hacia arboleda o cima?
Que yo pudiera recoger las casas de Uds. en la mano, y como granjero esparcirlas en bosque y prado.
Que los valles fueran sus calles, y los pasos verdes sus callejones, para que Uds. pudieran buscarlos uno al otro por las viñas, y llegar con la fragrancia de la tierra en la ropa.
Pero ya no debe ser así.
Por su miedo sus antepasados los recogieron demasiado cercanos. Y ese miedo seguirá un poco más. Por un poco más tiempo sus paredes separarán sus chimaneas de sus campos.
Y díganme, gente de Orfalese, ¿qué tienen en estas casas? ¿Y qué es que vigilan con puertas sujetadas?
¿Tienen la paz, el impulso discreto que revela el poder de Uds.?
¿Tienen recuerdos, los arcos de luz trémula que cruzan los cumbres de la mente?
¿Tienen la belleza, que se extiende de las corazones de las cosas de madera y piedra hasta la montaña sagrada?
Díganme, ¿tienen éstes en sus casas?
O, ¿tienen sólo comodidad y la lujuria para ella, esa cosa sigilosa que entra la casa como invitado, se vuelve en anfitrión, y entonces en maestro?
Sí, y se vuelve en domador, y con el anzuelo y azote hace muñecas de los deseos más grandes de Uds.
Aunque sus manos son de seda, su corazón es de hierro.
Los calma hasta que duermen para ponerse al lado de la cama y burlarse de la dignidad de la carne.
Se mofa de sus sentidos sólidos, y los pone en plumón como vasijas frágiles.
En verdad la lujuria para la comodidad asesina la pasión del alma, y entonces anda sonriendo en el funeral.
Pero Uds., hijos del espacio, Uds. los inquietos en el descanso, Uds. no serán atrapado ni domado.
Sus casas no serán anclas sino mástiles.
No serán una película brillante que cubre una herida, sino un párpado que vigila el ojo.
No cruzarán sus alas para que puedan pasar por las puertas, ni inclinarán las cabezas para que no se golpean contra el techo, ni tendrán miedo de respirar no fuera que las paredes se rompan y se caigan.
No vivirán en tumbas hechos por los muertos para los vivos.
Y aunque de magnificencia y esplendor, sus casas no guardarán sus secretos ni abrigarán su anhelo.
Porque eso que es ilimitado dentro de Uds. habita la mansión del cielo, cuya puerta es la neblina de la madrugada, y cuyas ventanas son las canciones y los silencios de la noche.